LO VISIBLE Y LO INVISIBLE: NOTAS PARA PENSAR EL LUGAR DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

 

Maximiliano Barreto*


Universidad Nacional de Rosario

* maximilianobarreto@uca.edu.ar

 

Recibido: 16 de junio de 2025

Aceptado: 21 de septiembre de 2025

DOI: 10.46553/colec.36.2.2026.p63-82


 

 

*Resumen: En el artículo examinamos, de modo preliminar y exploratorio, el lugar de la Iglesia Católica en la disciplina de las Relaciones Internacionales, evaluando su tratamiento teórico y empírico. A nivel teórico, identificamos que los enfoques predominantes, estatocéntricos, materialistas y naturalistas, han relegado a la Iglesia, dada su naturaleza no estatal y los factores inmateriales (espirituales) que son clave al momento de estudiarla. A nivel empírico, observamos, que la Iglesia ocupa una posición intermedia en términos de cantidad de publicaciones académicas, superando a pequeños estados y otras religiones, pero lejos del protagonismo de los grandes estados y organizaciones internacionales más influyentes. El estudio del estatus en ambos niveles permite argumentar que la Iglesia, aunque históricamente relevante, continúa siendo relativamente subestimada como objeto de estudio.

 

Palabras clave: Relaciones Internacionales; Iglesia Católica; teoría de las RRII; análisis empírico; actores internacionales

 

 

THE VISIBLE AND THE INVISIBLE. NOTES ON RETHINKING THE PLACE OF THE CATHOLIC CHURCH IN THE DISCIPLINE OF INTERNATIONAL RELATIONS

 

Abstract: This article undertakes a preliminary and exploratory examination of the place of the Catholic Church within the discipline of International Relations, focusing on its treatment at both the theoretical and empirical levels. Theoretically, we identify that the dominant state-centric, materialist, and naturalist approaches have tended to relegate the Church, given its non-state character and the immaterial (spiritual) dimensions that are essential to its study. Empirically, we find that the Church occupies an intermediate position in terms of the volume of academic publications: it surpasses small states and other religions, yet remains far from the prominence enjoyed by major states and the most influential international organizations. Considering its status across both levels, we argue that the Catholic Church —despite its historical significance— continues to be relatively underestimated as an object of study in the field of International Relations.

 

Keywords: International Relations; Catholic Church; IR Theory; Empirical Analysis; International Actors

 

 

 

 

I. Introducción

 

¿Cuál es el lugar de la Iglesia Católica en la disciplina de las Relaciones Internacionales (RRII)? ¿Qué significa dicha posición y qué contribuye a entenderla?  ¿Es subestimada como objeto de estudio en comparación con otros actores?

Estos son algunos de los interrogantes que suelen aparecer ante la pregunta por el estatus de la Iglesia Católica, en tanto actor internacional, como objeto de estudio de las RRII. La respuesta intuitiva es que es un actor internacional con poco lugar en la literatura de la disciplina a pesar de su peso histórico e influencia actual en las relaciones internacionales. En este artículo, nos proponemos —de manera preliminar y exploratoria— aportar algunas pistas para pensar esas preguntas y sus respuestas.

A nivel teórico, a pesar de ser un actor que en el laboratorio de la historia tiene destacada participación, la Iglesia no ha sido considerada directamente en los enfoques más influyentes. En gran medida, el perfil ontológico y epistemológico de estos lo explican. Por un lado, en clave ontológica, el peso que ha tenido el carácter estatocéntrico y materialista de ciertas aproximaciones no ha permitido una reflexión pormenorizada de la Iglesia, en tanto actor difícil de encasillar como un Estado propiamente dicho y sin atributos de poder materiales. Por otro lado, epistemológicamente, la visión “naturalista” (o, positivista) ha impregnado a una cantidad mayoritaria de aproximaciones, lo que condujo, por mencionar un ejemplo, a la desatención de objetos de estudio que no sean estrictamente concretos. Aunque la Iglesia podría ser considerada como un ente tangible representado por la Santa Sede, en rigor de verdad, también es una comunidad espiritual que trasciende las fronteras políticas.  En efecto, estos rasgos meta teóricos han favorecido la desconsideración de la Iglesia Católica en el plano teórico y, en el mejor de los casos, han conducido a contemplarla de manera indirecta.

 A nivel empírico, esto es, el estudio de las prácticas, acciones concretas y presencia real de la Iglesia en el ámbito de las relaciones internacionales, aunque la situación no es de completa desconsideración, los trabajos que existen en términos de cantidad ocupan una posición relativa media a baja. Dicha posición que, claramente, no es la que poseen actores como Estados Unidos, es mucho mejor que la posición de la OTAN, el budismo o Arabia Saudita. Cabe decir que, en este nivel, es donde el artículo adquiere su carácter preliminar pues se estudia la cantidad de veces que la Iglesia, de manera indirecta, aparece en abordajes empíricos. Conocer cabalmente qué lugar ocupa dicho actor en los estudios empíricos requiere, además, otro tipo de indagaciones que permitan también conocer en qué calidad aparece.  

Por otro lado, como sabemos, esta situación teórico-empírica se relaciona con un actor que posee una relevancia histórica y contemporánea notable debido a su influencia política, moral-religiosa y cultural (Troy 2016, 1). Desde que el Edicto de Tesalónica en el año 380 d. C. estableció al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, la Iglesia desempeñó un papel fundamental en la historia. Por mucho tiempo la autoridad papal fue incuestionable, la Iglesia participó en vastas campañas colonizadoras/evangelizadoras, contribuyó a la normativización del mundo a través de las bulas papales, fue parte de un formidable conflicto internacional como el de la unificación italiana, aportó ideas que se insertaron en los debates de época como las sostenidas en la encíclica Rerum novarum de 1891; y mucho más cerca en el tiempo, todos recordamos el involucramiento del Papa Juan Pablo II en procesos internacionales como aquellos referidos a la última etapa recorrida por la Unión Soviética o a la mediación por el conflicto del Beagle entre Argentina y Chile. Por otro lado, no es menor reconocer su estructura jerárquica distribuida a lo largo del mundo y que abarca a más de mil millones de fieles, su capacidad para influir en la opinión pública, sus redes diplomáticas (a través de la Santa Sede) y su estatus como observador permanente en la ONU, entre otros.

Dadas las consideraciones anteriores, en el texto sostenemos el argumento de que el lugar de la Iglesia Católica en la disciplina de las RRII debe analizarse en dos planos. A nivel teórico, su papel ha sido restringido, ya que no ha sido considerada explícitamente por parte de los enfoques más influyentes debido al carácter estatocéntrico, materialista y naturalista de estos, que priorizan a los actores estatales, aspectos tangibles y objetos de estudio concretos. De modo preliminar, a nivel empírico, ha ocupado una posición secundaria, similar a la de potencias medias, en la medida en que ha sido objeto de un número intermedio de publicaciones académicas. Esto significa que, aunque su rol ha recibido más atención que el de actores marginales, sigue lejos de ocupar el protagonismo que tienen los actores estatales o las grandes organizaciones transnacionales en los estudios empíricos.

Para sustentar dicha premisa, en el trabajo seguimos una estrategia general de carácter cualitativa con análisis documental de fuentes secundarias y análisis estadístico descriptivo de datos cuantitativos provenientes de las bases de datos de Google Scholar y JSTOR para estimar de manera indirecta el volumen de resultados acerca de la Iglesia Católica en la disciplina frente a otros actores.

Por último, resta decir que el artículo se organiza del siguiente modo: en el próximo apartado analizamos la situación de la Iglesia en la disciplina a nivel teórico, explorando los aspectos ontológicos y epistemológicos de los enfoques más influyentes. Por su parte, en la sección posterior, abordamos el tema a nivel empírico revisando las publicaciones académicas que tienen a la Iglesia y otros actores como objeto de estudio. Finalmente, cerramos el artículo con las conclusiones sobre los principales hallazgos.

 

 

II. La Iglesia frente a la teoría de las Relaciones Internacionales

 

La Iglesia Católica es un viejo actor de la historia del mundo Occidental. Como ya mencionamos, desde el Edicto de Tesalónica fue por mucho tiempo central su presencia. Recordemos que antes de 1648 la sociedad europea estaba regulada por el eficaz y complejo sistema de la “doble espada”, en el que el Papa y el emperador romano se encargaban de defender el corpus mysticum (Chávez Segura 2015, 183). Con el “nacimiento” de los estados-nación en aquel año se cimentaron las bases del sistema internacional en donde la Iglesia comenzó a perder, paulatinamente, su margen de acción. En el plano internacional, los estados pasaron a ser el único actor legítimo mientras que las autoridades religiosas se recluyeron al plano interno con el encargo de algunas tareas temporales, además de las religiosas (Haynes 2007, cit. en Chávez Segura 2015, 185). Las tareas temporales se verían, a su vez, progresivamente reducidas por los procesos de secularización del poder (separación de la política y la religión) y del saber (separación de la ciencia y la religión), entre otras, fundamentalmente en el siglo XIX.[1]

Repasando, llegamos al umbral del siglo XX con el Estado como único actor legítimo de la escena internacional y con el proceso secularizador del poder y del saber consolidado. Las RRII como disciplina que nació en las primeras décadas de aquel siglo se inscribieron y fueron influenciadas por este contexto.

El primer gran paradigma de las RRII, llamado justamente “estatocéntrico”,[2] entendió al mundo como un sistema de estados en el cual el poder estaba descentralizado entre sus miembros. En dicho sistema, el Estado aparecía como el actor si no exclusivo, decisivo de la política internacional. Dentro de este paradigma, incluso, para las posiciones más extremas, el Estado era una unidad soberana con una capacidad de control absoluta sobre sus asuntos (Sodupe 2003, 36). Evidentemente, en este paradigma sumamente rígido en materia de actores internacionales, la Iglesia no constituía uno de los actores decisivos. Por otro lado, otros rasgos alejaban aún más a la Iglesia de toda consideración. En la interpretación del sistema internacional como anárquico, la Iglesia quedaba relegada dada la dificultad de encajar fácilmente en el modelo de competencia y supervivencia.

Asimismo, es posible rastrear el efecto de los procesos secularizadores. En los momentos de la génesis de la disciplina, ya era claro que factores como la etnicidad y la religión no tenían demasiada injerencia en la sociedad moderna[3] (Chávez Segura 2015, 188). Dentro de este paradigma, la posición de los realistas políticos fue muy clara: consideraron que la política internacional, como toda política, era una lucha por el poder por lo que, en definitiva, la realidad internacional era esencialmente conflictiva, y allí el poder militar y la guerra tenían la última palabra (del Arenal 2007, 402-403). Y, a esta altura, estudiar el poder o la política significaba estudiar una esfera diferenciada de la religiosa: por ejemplo, la resistencia a la autoridad ya no era considerada, a la vez, un acto sedicioso e irreligioso[4]. Incluso, Hans Morgenthau era claro al decir que la política —esfera decisiva de la realidad internacional— no podía subordinarse a otras como la religiosa o la económica, tal como lo expresa en sus principios del realismo político. En definitiva, aquí visualizamos el surgimiento del déficit religioso o “exilio religioso” en palabras de Alejandro Chávez Segura (2015, 188) en tanto la variable religiosa es desatendida al momento de pensar la política internacional.

En otro plano, cabe advertir que el mencionado predominio del Estado en los estudios es una opción ontológica en tanto a las preguntas: ¿de qué están hechas las relaciones internacionales?, ¿qué es lo que existe en la realidad internacional? ¿de qué está hecho el mundo?, se las responde asignándole un lugar central a este ente. No obstante, permaneciendo dentro del paradigma estatocéntrico podemos dar otra respuesta a las mismas (que también sería válida para los llamados enfoques racionalistas: neorealismo y neoliberalismo) a través del par individualismo y materialismo[5]. Estas últimas dos ideas refieren a posiciones ontológicas que refuerzan la desconsideración de la Iglesia a nivel teórico. La primera de ellas hace foco en los actores individuales como las unidades fundamentales que configuran el sistema internacional. Los enfoques más influyentes tienen esta impronta y, en lugar de priorizar estructuras o colectivos, privilegian a los estados como actores primarios. Y, de nuevo, actores como la Iglesia no encajan fácilmente allí. La segunda idea hace foco en que la sociedad está constituida por la organización de fuerzas materiales. Los enfoques del paradigma estatocéntrico y los racionalistas —que son el mainstream disciplinar— entienden al poder en esta clave, lo que los conduce a reflexionar que existe una jerarquía de actores en función de sus recursos materiales.

En claro contraste, aparece la Iglesia, sin estos atributos. La misma opera, fundamentalmente, en esferas normativas, espirituales y morales, por lo cual su participación internacional no se alinea con el énfasis materialista de las dinámicas de poder. Las acciones de la Iglesia, como su mediación en conflictos (por ejemplo, el caso del Beagle 1978-1984), se interpretan como roles secundarios o complementarios, no como capacidades centrales para moldear el sistema internacional. La Iglesia, al priorizar valores espirituales, éticos y sociales, parece estar menos interesada en los objetivos materialistas que dominan el sistema internacional, como la acumulación de poder económico o militar. Aunque la Iglesia tiene un patrimonio significativo y fuentes de ingresos globales, su poder económico es fragmentado y no comparable con actores económicos dominantes como los estados o las corporaciones multinacionales. Su falta de control directo sobre recursos estratégicos (como petróleo, minerales o infraestructuras clave) colabora con la subestimación en los análisis de RRII centrados en recursos materiales. Además, a pesar de que el Vaticano es un territorio soberano, carece de la capacidad de coerción, es decir, la habilidad de forzar comportamientos mediante el uso de la fuerza o sanciones. La Iglesia no tiene un ejército ni capacidades coercitivas directas en el sistema internacional, lo que limita su percepción como un actor relevante en conflictos y negociaciones donde el poder militar juega un rol clave.

Claramente, lo dicho no anula la posibilidad de pensar a la Iglesia a través de aquellos u otros enfoques. Por ejemplo, la escuela inglesa permite abordar la participación de la Iglesia en la sociedad internacional, dada su compatibilidad con los elementos culturales y religiosos en la política internacional (Thomas 2000; 2001 cit. en Troy 2016, 7). Sin embargo, ese tratamiento es indirecto. Más aún, incluso, existe una falta de interés en temas religiosos por parte de los académicos contemporáneos de la escuela inglesa, evidenciando un prejuicio del secularismo europeo.  Aunque la “cultura” se menciona y utiliza con frecuencia como concepto, carece de profundidad contextual (es decir, religiosa e histórica) (Buzan 2004; 2010, cit. en Troy 2016, 7). Siguiendo con otros ejemplos, es evidente que el poder de la Iglesia puede ser entendido con la idea de “poder blando” en tanto produce resultados mediante la persuasión argumentativa y espiritual, y la cooptación de ideas (Nye Jr. 2004, cit. en Chong 2013, 1). Y, lo mismo puede manifestarse de un modo más general respecto a las propuestas teóricas normativas, liberales y constructivistas para quienes la Iglesia puede ser considerada como impulsora de normas basadas en sus textos fundamentales como la Biblia, reglas internas como el derecho canónico o principios teológicos como los dogmas (Troy 2016, 5).

Por otro lado, el proceso de secularización del saber en que se asentaron las nacientes RRII como ciencia también ha contribuido a desconsiderar a la Iglesia. El naturalismo ha sido la referencia u horizonte epistemológico con que la disciplina se forjó. Si bien no fue una preocupación de los idealistas, el realismo buscó tomar al naturalismo como referencia y, por supuesto, el behaviorismo. Luego, los racionalistas, hicieron lo propio. Cabe decir que la postura naturalista es la que sostiene la existencia de cierta unidad entre las ciencias naturales y las sociales. Y, más allá de no desconocer especificidades que les son propias, afirma que la epistemología y metodología de las primeras debe trasladarse a las segundas (Sodupe 2003, 68). En efecto, para el racionalismo la tarea fundamental de la ciencia es elaborar teorías o explicaciones generales sobre un mundo externo al observador (68). El científico identifica regularidades, las convierte en leyes, devela relaciones causales y de ellas, deduce hipótesis que son verificadas o falseadas al ser confrontadas con la realidad. Esto otorga a los estudios un marcado carácter empirista (69), propio de las ciencias secularizadas, que se alejan de objetos de estudios abstractos y más aún trascendentes, exigiendo su control en condiciones de laboratorio, lo que retroalimenta el lugar disminuido de la Iglesia. Como lo expresa Sodupe, la epistemología empirista tiene consecuencias ontológicas innegables: el mundo está compuesto por aquellas entidades cuyo estudio pueda traducirse en conocimiento científico (2003, 70-71). El naturalismo privilegia el análisis de fenómenos tangibles y medibles, como recursos materiales, capacidad militar, PIB, comercio internacional o indicadores de poder estatal. La influencia de la Iglesia, que opera en esferas simbólicas, normativas y espirituales, es difícil de medir en este sentido. Desde una perspectiva naturalista, los actores se evalúan en términos de su capacidad para generar efectos claros y sistemáticos en el sistema internacional. El poder de la Iglesia se manifiesta de manera más difusa, a través de valores y normas, lo que dificulta integrarla en análisis que buscan regularidades, patrones o causalidades claras. Por ejemplo, su capacidad para influir en el comportamiento estatal puede depender de contextos históricos, culturales o religiosos específicos, lo que complica su modelización. La influencia de la Iglesia muchas veces opera de manera indirecta o normativamente a través de la construcción de consensos morales, normas éticas o su rol en la diplomacia, como en la mediación del conflicto del Beagle. Estos efectos indirectos pueden no ser fácilmente rastreables o atribuibles exclusivamente a la Iglesia, lo que reduce su importancia en análisis basados en causalidad directa. El naturalismo tiende a subestimar fenómenos culturales, ideacionales y normativos porque son más difíciles de observar empíricamente. Dado que la Iglesia ejerce su poder a través de estos mecanismos, como el poder moral o simbólico, su relevancia queda opacada en los análisis que priorizan factores materiales y observables.

Ahora bien, dado que la consideración de la Iglesia en las RRII en cierta medida se relaciona con la evolución del concepto de actor en la disciplina, es importante poner de relieve que tras el fin de la segunda guerra mundial asistimos a una proliferación de actores: mayor cantidad de estados debido al proceso descolonizador, irrupción de las por empresas multinacionales y las organizaciones internacionales, etc. (García Segura 1992, 14). Hacia los años ’70, esta situación en términos cuantitativos y cualitativos adquirió tal dimensión que el paradigma estatocéntrico se vio amenazado. No podemos desconocer que el enfoque que más famoso se hizo revisando el carácter estatocéntrico de la teoría disponible hasta el momento fue el trasnacionalismo[6]. Este enfoque incorporó una idea ampliada de actor internacional, que implicó considerar indirectamente a la Iglesia. Y, aunque tuvo una impronta económica que lo inclinó hacia las grandes empresas internacionales, habilitó otra agenda de temas como los sociales y le otorgó un papel a herramientas diferentes a las militares como ser la negociación (García Segura 1992, 20).[7]

Para finalizar este apartado, hay que decir que, aunque la situación teórica del tema religioso, en general, y de la Iglesia Católica, en particular, haya sido de desatención en los enfoques más influyentes de las RRII, prosiguieron existiendo y actuando en el sistema internacional. Indefectiblemente, el concepto de actor tuvo que abandonar el corsé juridicista, y hoy prima una visión funcional de los actores internacionales. Dicha visión considera: a) la habilidad de los actores para movilizar determinados recursos y alcanzar objetivos, así como la capacidad para ejercer influencia sobre el comportamiento de otros actores internacionales; b) conlleva aceptar que la noción de actor internacional es relativa y temporal (dado que no existen actores eternos) y c) asumir una postura de diversidad (existen diferentes actores con distintos grados de autonomía) (García Segura 1992, 29). Claramente, esta adecuación del concepto de actor internacional no garantiza per se la examinación por parte de los teóricos, de hecho, la antigua idea de actor internacional incluía un requisito jurídico que la Iglesia poseía y, aun así, ya hemos visto cual ha sido su lugar disciplinar.[8] Sin embargo, son pequeños avances que podrían configurar para las religiones y la Iglesia un papel en la disciplina. Desde que quedaron lejos las dinámicas de la guerra fría, de la Pax americana y del fin de la historia de los años ‘90[9], estudios como “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” de Samuel Huntington o, más contemporáneamente, “El siglo de Dios: el resurgimiento de la religión y la política global” de Monica Toft, Daniel Philpott y Timothy Shah, son expresiones del aggiornamento de las RRII a una realidad internacional donde la religión no puede permanecer en el exilio. No menor en este escenario, es el esfuerzo de diversos investigadores quienes han planteado la existencia de una teoría o paradigma católico de las relaciones internacionales (CTIR o CPIR en sus siglas en inglés) (Priego 2017).

 

 

III. La Iglesia en los estudios empíricos

 

En las líneas anteriores hemos observado cómo ciertos rasgos ontológicos y epistemológicos de las aproximaciones más influyentes de la disciplina han contribuido a que la Iglesia sea desconsiderada en la teoría de las RRII y, en todo caso, reciba un tratamiento secundario o indirecto. Procedamos ahora a introducirnos en el análisis de su estatus en términos empíricos.

Dado el carácter exploratorio y preliminar del artículo, realizamos esta tarea de modo indirecto analizando las bases de datos de Google Scholar y JSTOR en las que se recopiló información acerca del volumen de publicaciones de la Iglesia y otros actores relevantes de las RRII[10].  A tales efectos, incluimos treinta países (distinguiéndose entre grandes, medianos y pequeños estados), siete organizaciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales y tres grandes religiones (además, por supuesto, de la Iglesia Católica).[11]

La primera observación que podemos hacer referida a los resultados en español de Google Scholar, es que la Iglesia no cuenta con un caudal de publicaciones similares al conjunto de los diez países grandes, que coincide en gran medida con los actores con mayores publicaciones. Las publicaciones de la Iglesia suman 193.000, ubicándose solo por encima de Rusia que ocupa el eslabón inferior en este conjunto con 187.000 publicaciones y sumamente lejos de Estados Unidos que ocupa el extremo opuesto de este ranking con 1.160.000 publicaciones. En otras palabras, se vislumbra que la Iglesia no tiene un lugar dominante como Estados Unidos ni similar a Francia (635.000 publicaciones), Italia (617.000 publicaciones) o Alemania (445.000 publicaciones). Y, únicamente se ubica mejor que un importante actor: la Federación Rusa. No obstante, es interesante expresar a los efectos de atenuar posibles sesgos de idioma que esto último no se replica en la base de Google Scholar en inglés. Allí, Rusia está próxima a duplicar los resultados de la Iglesia en este idioma (4.410.000 versus 2.310.000). Además, en este idioma la Iglesia no supera el volumen mínimo de publicaciones del grupo que lo tiene el Reino Unido con 3.320.000 publicaciones. La base de datos de JSTOR confirma plenamente la situación observada en las publicaciones de Google Scholar en inglés. En esta dirección, la Iglesia tampoco se acerca al valor más pequeño del grupo que, en esta base de datos, lo tiene también el Reino Unido con 265.878 publicaciones. En definitiva, el volumen de publicaciones de la Iglesia no la ubica junto al top diez de los países más grandes y, aunque en los resultados en español supera a Rusia (que tiene la posición más baja entre los grandes en dicho idioma), este dato no se confirma en los resultados de las dos bases de datos en inglés.

 

Tabla 1. Cantidad de publicaciones en Google Scholar y JSTOR sobre la Iglesia Católica y grandes países según palabras clave en español e inglés

 

Google Scholar

JSTOR

Actor

Español

Inglés

Inglés

Iglesia Católica

193000

2310000

165831

Estados Unidos

1160000

5110000

978450

China

301000

5760000

408727

Rusia

187000

4410000

276700

Alemania

445000

6130000

456640

Francia

635000

5890000

530529

Japón

252000

6300000

330589

India

221000

5790000

343093

Reino Unido

377000

4320000

265878

Italia

617000

6030000

277390

Canadá

237000

6190000

392558

Fuente: elaboración propia en base a Google Scholar y JSTOR, 2025.

 

Ahora bien, al mirar el volumen de publicaciones de la Iglesia en español y el de aquellos diez estados considerados como potencias medias, hay una relación de proximidad con este conjunto dado que la cantidad de publicaciones de la Iglesia se encuentra contenida en el rango de este grupo. Con mayor detalle, dicha proximidad se da con los países que ocupan una posición intermedia en este elenco: Australia 254.000 publicaciones y Suiza 182.000. Lejos está de la posición de países como: España (2.080.000), Brasil (1.210.000) y México (1.110.000)[12]. La base de datos de JSTOR confirma esta relación: la cantidad de publicaciones de la Iglesia forma parte del rango de este segundo grupo de actores. En resumidas cuentas, nuestro actor bajo estudio tiene una cómoda posición en este segmento de actores superando en las publicaciones en español a: Corea del Sur (86.000), Indonesia (84.100), Países Bajos (91.700), Turkiye (48.900), Arabia Saudita (32.800) y la ya mencionada Suiza. En inglés basados en JSTOR supera a: Brasil, Corea del Sur, Indonesia, Arabia Saudita, Países Bajos, Suiza y Turkiye. Solamente siguiendo la base de datos de Google Scholar en inglés la posición de la Iglesia es más modesta, superando en este segmento únicamente a Arabia Saudita.

 

Tabla 2. Cantidad de publicaciones en Google Scholar y JSTOR sobre la Iglesia Católica y potencias medias según palabras clave en español e inglés

 

Google Scholar

JSTOR

Actor

Español

Inglés

Inglés

Iglesia Católica

193000

2310000

165831

Brasil

1210000

4520000

161049

Australia

254000

5760000

245320

Corea del Sur

86300

3880000

132365

México

1110000

4710000

273294

España

2080000

5340000

221233

Indonesia

84100

3470000

98410

Arabia Saudita

32800

1790000

58609

Países Bajos

91700

4610000

8303

Turkiye

48900

3680000

150543

Suiza

182000

4830000

138350

Fuente: elaboración propia en base a Google Scholar y JSTOR, 2025.

 

Por otro lado, al dirigirnos al listado de los estados pequeños, la ubicación de la iglesia es marcadamente superior en ambas bases de datos y en los dos idiomas considerados. De los diez pequeños estados incluidos, solo Cabo Verde supera a la Iglesia (234.000 versus 193.000) en español, pero esto no se confirma en Google Scholar ni en JSTOR en inglés.

 

Tabla 3. Cantidad de publicaciones en Google Scholar y JSTOR sobre la Iglesia Católica y estados pequeños según palabras clave en español e inglés

 

Google Scholar

JSTOR

Actor

Español

Inglés

Inglés

Iglesia Católica

193000

2310000

165831

Antigua y Barbuda

10600

35600

2059

Bahamas

19800

108000

14354

Chipre

31600

31700

4258

Estonia

29100

553000

24077

Botswana

11500

386000

20405

Cabo Verde

234000

99800

8647

Bahréin

7940

189000

13819

Qatar

18200

309000

18072

Bután

3910

119000

7400

Brunéi

9330

137000

12440

Fuente: elaboración propia en base a Google Scholar y JSTOR, 2025.

 

Saliendo de los actores estrictamente estatales, en español, la Iglesia se ubica muy por debajo de los organismos internacionales gubernamentales como la ONU (611.000 versus 193.000), la Unión Europea (535.000) y OEA (382.000). Más allá de esto, dicho lugar es más relevante que el recibido por otros actores como Amnistía Internacional, Greenpeace, la OPEP o, incluso la OTAN. Este panorama se replica en líneas generales en las bases datos en inglés.  

En cuanto a las religiones, la Iglesia recoge una mayor cantidad de publicaciones que sus pares. La única distinción que podemos hacer es que, en Google Scholar en inglés, la Iglesia es superada por el Islam con 3.100.000 publicaciones versus 2.310.000. Pero, en JSTOR, la Iglesia lleva la delantera con 165.831 publicaciones frente a las 134.308 del Islam.

 

Tabla 4. Cantidad de publicaciones en Google Scholar y JSTOR sobre la Iglesia Católica y otros actores según palabras clave en español e inglés

 

Google Scholar

JSTOR

Actor

Español

Inglés

Inglés

Iglesia Católica

193000

2310000

165831

Organizaciones internacionales

Naciones Unidas

611000

4940000

621952

OEA

382000

6380000

523984

Amnistía Internacional

39800

262000

25

Greenpeace

16400

108000

7327

Unión Europea

535000

5950000

409223

OPEP

16600

241000

15879

OTAN

49900

1190000

89280

Otras religiones

Islam

17100

3100000

134308

Judaísmo

16500

483000

41218

Budismo

22100

634000

31687

Fuente: elaboración propia en base a Google Scholar y JSTOR, 2025.

 

Finalmente, sin desagregar en segmentos, la posición de la Iglesia es intermedia en el rango comprendido entre el volumen mínimo y máximo de publicaciones de todos los actores considerados. En el caso de Google Scholar en español y JSTOR dicha ubicación, a su vez, se inclina hacia el límite inferior del conjunto, mientras que en Google Scholar en inglés está mas cerca de la parte media del rango.

 

Gráfico 1. Posición relativa de las publicaciones de todos los actores estudiados

 

Cuadro de texto:  
 
n Iglesia Católica 			n Resto de actores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuadro de texto:  
n Iglesia Católica 			n Resto de actores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: elaboración propia en base a Google Scholar y JSTOR, 2025.

 

 

IV. Conclusiones

 

En este articulo propusimos dar una respuesta —en dos niveles— a la pregunta por el lugar de la Iglesia Católica en la disciplina de las RRII. De manera preliminar, el motivo es porque el estatus de este actor internacional no es exactamente el mismo en el plano teórico que en el empírico. En el primero, visualizamos un déficit o “exilio de la Iglesia”, citando a Chávez Segura (2015, 188), como objeto de la reflexión, en gran medida, debido a la centralidad de los enfoques estatocéntricos y materialistas que han priorizado a los actores estatales con recursos tangibles y capacidades coercitivas. Asimismo, reconocemos que la epistemología naturalista asociada a dichas aproximaciones también ha contribuido a desatender a la Iglesia en tanto un actor que opera principalmente en esferas normativas y simbólicas. Hablamos aquí de enfoques como el realismo, el neorrealismo y el neoliberalismo.

En el segundo, el plano empírico, divisamos una valoración intermedia de la Iglesia. Allí, los datos indican que la Iglesia cuenta con un volumen de publicaciones menor al de los grandes estados y organizaciones internacionales, pero supera a muchas potencias medias y pequeños estados, incluso a otras religiones. Esperamos en próximos trabajos avanzar en un análisis cualitativo dentro de este nivel para aproximarnos a develar el lugar que la Iglesia ocupa en el volumen de investigaciones disponibles.

En definitiva, el estudio del estatus de la Iglesia en ambos niveles nos permite argumentar que ésta, aunque históricamente relevante, continúa siendo relativamente subestimada como objeto de estudio de las RRII.

En las últimas décadas, los cambios históricos y las adaptaciones de la disciplina a esa realidad han contribuido al regreso de la religión al campo y flexibilizado conceptos clave como el de actor internacional en pos de incluir una variedad de ellos con claro impacto internacional a pesar de carecer de todos los atributos estatales. Sin dudas, esto abre posibilidades para reconsiderar el rol de la Iglesia en futuros análisis teóricos y empíricos dentro de la disciplina. Quizás en un par de décadas la Iglesia adquiera un papel más concreto teórica y empíricamente, aunque, de todos modos, siga operando en lo visible y en lo invisible.

 

 

Referencias

 

Chávez Segura, Alejandro. 2015. “Religión y relaciones internacionales: Del exilio a la construcción de un modelo internacionalista teológico”. Revista de El Colegio de San Luis 5 (9): 180-199. Disponible en: https://www.scielo.org.mx/pdf/rcsl/v5n9/1665-899X-rcsl-5-09-00180.pdf

Chong, Alan. 2013. “The Catholic Church in International Politics”. E-International Relations, 14 de noviembre. Disponible en: https://www.e-ir.info/2013/11/14/the-catholic-church-in-international-politics/

Del Arenal, Celestino. 2007. Introducción a las Relaciones Internacionales, 4ª ed. Madrid: Tecnos, 2007.

García Segura, Caterina. 1992. “La evolución del concepto de actor en la Teoría de las Relaciones Internacionales”. Papers 40: 13-31. Disponible en: https://papers.uab.cat/article/view/v41-garcia/pdf-es

Herranz, Yolanda. 2024. “El creciente protagonismo del factor religioso en las Relaciones Internacionales: La destacada presencia de la Iglesia Católica.” Guerra Colonial 15.

http://dx.doi.org/10.33732/RDGC.15.114

Priego, Alberto. 2017. “¿Hacia una teoría o paradigma católico de relaciones internacionales?” Razón y Fe 275 (1422): 335-344. Disponible en: https://revistas.comillas.edu/index.php/razonyfe/article/view/9349

Sodupe, Kepa. 2003. La teoría de las relaciones internacionales a comienzos del siglo XXI. Bilbao: Universidad del País Vasco.

Troy, Jodok. 2017. “The Catholic Church and International Relation”. En Oxford Handbook Topics in Politics, edición en línea, Oxford Academic. Disponible en:  https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780199935307.013.2



* Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Profesor en la Universidad Católica Argentina (UCA) y en la UNR. Coordinador académico de las carreras de Lic. en Cs. Políticas y Relaciones Internacionales en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario (UCA).

[1] En cuanto a la secularización del poder, recordemos que las Iglesias llevaban a cabo importantes actividades que les fueron quitadas por los registros civiles en el siglo XIX (por ejemplo, registro de nacimientos, defunciones, etc.). En cuanto a la secularización del saber, en el caso de Argentina, la famosa Ley 1420 de educación laica es ilustrativa de este proceso que generó fuertes fricciones con la Iglesia Católica.

[2] Según Sodupe este paradigma abarca las aportaciones de la filosofía política previa al siglo XX y las corrientes idealistas, realistas y behavioristas ya propiamente de las RRII (2003, 37).

[3] Las Relaciones Internacionales es tal vez la disciplina más occidentalista de las ciencias sociales, sobre todo si tomamos en cuenta que los grandes teóricos son del llamado “mundo occidental” y tienden a ignorar factores importantes relacionados con el individuo tales como creencias, motivaciones, intereses (Chávez Segura 2015, 188).

[4] Es interesante mencionar que el idealismo si bien analiza la realidad de manera normativa, sus valores o principios no son religiosos.

[5] En Social Theory of International Politics (1999), Alexander Wendt identifica dos debates ontológicos ampliamente difundidos en las RRII: por un lado, aquel referido al grado en que la realidad es material o social/ideacional cuyas dos posiciones básicas son la materialista y la ideacional. Por otro, aquel que refiere a la relación entre agentes/agencia y estructuras, cuyas dos posiciones básicas son la individualista y la holista (Sodupe 2003, 63-71).

[6] El mismo es parte de los enfoques racionalistas.

[7] Caterina García Segura identifica que en los años ’80 se sumó otra aproximación que amplió la noción de actor al abordar con mayor detalle las nuevas categorías habilitadas por el trasnacionalismo, pero mirando la dimensión subestatal (1992, 15).     

[8] Cabe decir que la Iglesia o, mejor dicho, la Santa Sede es un actor internacional de derecho. La creación del Estado de la Ciudad del Vaticano en 1929 supuso la recuperación por parte de la Santa Sede de la condición de sujeto de Derecho internacional (la Santa Sede había sido desposeída de su base territorial al perder los Estados Pontificios por la invasión de las tropas italianas en 1870). Desde entonces, la figura del Papa actúa como cabeza de la Iglesia católica y como Jefe de Estado, por tanto, ostenta la función de representación internacional del Estado de la Santa Sede frente a sus homólogos extranjeros.

[9] Troy señala a los atentados terroristas del 9/11 como un hito en el creciente interés por los temas y actores religiosos (2016, 2). Autores como Philpott, Johnston, Petito o Thomas suman a la Primavera Árabe o la figura del Papa Francisco como hechos que hacen pensar en el “retorno de la religión” (Priego 2017, 336).

[10] Dentro de las consideraciones de orden metodológico, cabe decir que en Google Scholar hemos analizado el volumen de resultados en español e inglés, mientras que en JSTOR el volumen contemplado fue solo de resultados en inglés. El análisis de la información en dos idiomas se hizo en pos de evitar un sesgo de idioma en, al menos, dos sentidos. Por un lado, dada la predominancia del idioma inglés en la producción académica global (que podría relegar la investigación de ciertos temas) y, por otro, dada la afinidad histórico-cultural que existe entre el español y la Iglesia Católica en función del proceso evangelizador en América Latina, que podría elevar el número de investigaciones en países hispanohablantes. Más allá de eso, aunque los resultados en inglés fueron significativamente más numerosos se observó una relativa proporcionalidad en los patrones temáticos identificados en ambas lenguas.

[11] La confección de los segmentos de países consideró: 1) para los grandes estados, el top diez de las principales economías del mundo; 2) para las potencias medias, las siguientes diez economías del mundo y 3) para los pequeños estados se seleccionaron dos países por continente del listado de small states del Banco Mundial.  

[12] Se podría considerar la presencia de un sesgo de idioma en estos tres países dado que cuentan con una cantidad de publicaciones muy elevada (alta) en español, incluso superior en líneas generales a todos los grandes estados. Mientras tanto, en las bases de datos en inglés de Google Scholar y JSTOR presentan valores intermedios.