CATTERBERG ACTUALIZADO: CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA CULTURA POLÍTICA ARGENTINA A 40 AÑOS DE LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

 


Facundo Cruz*

Observatorio Pulsar.UBA

* cruzfacu@gmail.com

 

Javier Cachés**

Observatorio Pulsar.UBA

* cachesjavier@gmail.com

 

Emilia Tamburri***

Observatorio Pulsar.UBA

* emitamburri@gmail.com

 

Recibido: 6 de marzo de 2025

Aceptado: 30 de agosto de 2025

DOI: 10.46553/colec.36.2.2026.p177-205  


 

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Resumen: ¿Cuál era el estado de la opinión pública en el marco de la recuperación democrática? ¿Cuáles eran los imaginarios predominantes en torno al sistema político y los actores de poder en el contexto de la transición a la democracia? ¿Qué expectativas sociales regían tras el derrumbe autoritario? En un contexto de profundos realineamientos políticos y sociales, Edgardo Catterberg (1989) ofrece una cartografía precisa sobre la cultura política de los argentinos en el marco de la apertura democrática. Ahora bien, ¿qué cambios y continuidades hay en la cultura política argentina a 40 años de la recuperación democrática? Los interrogantes antes planteados, ¿qué respuestas tienen en la actualidad? Para ello, retomamos la literatura especializada en el tema para detectar continuidades y rupturas con el presente. Contrastamos los hallazgos de estos estudios con distintos informes de opinión pública: el Programa Creencias Sociales del Observatorio Pulsar UBA, Latinobarómetro y Barómetro de las Américas de LAPOP/Vanderbilt University.

 

Palabras clave: opinión pública; democracia; partidos políticos; élites; Argentina

 

 

CATTERBERG UPDATED: CHANGES AND CONTINUITIES IN ARGENTINE POLITICAL CULTURE 40 YEARS AFTER THE RESTORATION OF DEMOCRACY

 

Abstact: What was the state of public opinion in the context of democratic recovery? What were the predominant imaginings around the political system and the power actors in the context of the transition to democracy? What social expectations governed after the authoritarian collapse? In a context of profound political and social realignments, Edgardo Catterberg (1989) offers a precise cartography of the political culture of Argentines in the context of democratic opening. Now, what changes and continuities are there in Argentine political culture 40 years after the democratic recovery? What answers do the questions raised above have today? To do so, we return to the specialized literature on the subject to detect continuities and ruptures with the present. We contrast the findings of these studies with different public opinion reports: the Social Beliefs Program of the Pulsar UBA Observatory, Latinobarómetro and the Barómetro de las Américas of LAPOP/Vanderbilt University.

 

Keywords: Public Opinion; Democracy; Political Parties; Elites; Argentina

 

 

 

 

I. Introducción

 

¿Cuál era el estado de la opinión pública en el marco de la recuperación democrática? ¿Cuáles eran los imaginarios predominantes en torno al sistema político y los actores de poder en el contexto de la transición a la democracia? ¿Qué expectativas sociales regían tras el derrumbe autoritario?

En un contexto de profundos realineamientos políticos y sociales, Edgardo Catterberg (1989) ofreció una cartografía precisa sobre la cultura política de los argentinos en el marco de la apertura democrática. De la lectura minuciosa de las encuestas de opinión de la época se desprende un fuerte apoyo de la sociedad argentina a los valores estatistas e individualistas; una estructura de pensamiento con mayor anclaje en la tradición igualitaria/participativa de la democracia que en la liberal/libertaria; y una fuerte desconfianza hacia las elites dirigentes, con un breve intervalo de crédito social en favor de la política durante la primavera democrática.

Ahora bien, ¿qué cambios y continuidades hay en la cultura política argentina a 40 años de la recuperación democrática? Los interrogantes antes planteados, ¿qué respuestas tienen en la actualidad?

Sobre la base de estas preguntas, este artículo tiene como objetivo identificar en qué medida los hallazgos que Catterberg (1989) encontró como elementos constitutivos de la cultura política argentina de la transición democrática continúan presentes (o no) en la actualidad, en el marco del cumplimiento de los 40 años de estabilidad ininterrumpida del régimen político.

Tomando tres de los ejes presentados por Catterberg hace casi 40 años, el trabajo se estructura de la siguiente manera. En primer lugar, abordamos lo que presenta la literatura especializada en lo que respecta a la cultura política, las instituciones y la transición a la democracia en la Argentina. En segundo orden, indagamos sobre las percepciones sociales pasadas y presentes en torno a la democracia en el país. En tercer lugar, abordamos la discusión entre lo público y lo privado, detectando cambios y continuidades sobre las relaciones entre el Estado, el mercado y los individuos. Luego, recabamos a partir de otros estudios presentados las valoraciones sobre distintos actores: partidos políticos, sindicatos, empresas y fuerzas armadas. En quinto lugar, arrojamos algunas conclusiones tentativas sobre los resultados analizados para sintetizar los cambios y continuidades detectados.

 

 

II. ¿Qué dice la literatura sobre cultura política, instituciones y transición a la democracia?

 

La relación entre cultura política y el régimen político es un tema que atraviesa al pensamiento político desde los clásicos hasta la actualidad. Como observa Pye (1991, 490), los teóricos clásicos, de Aristóteles a Platón, pasando por Montesquieu y Tocqueville, han destacado la importancia de entender la política en términos de costumbres, tradiciones, normas y hábitos. Para Aristóteles, la democracia dependía de las actitudes y valores de la clase media. Para Montesquieu, el valor social predominante de las monarquías era el honor; el de la democracia, la integridad; y el de las tiranías, el miedo.

De los clásicos, Tocqueville (2019) fue el pensador que con mayor asertividad explicó la relevancia del vínculo entre instituciones democráticas y actitudes sociales. Sorprendido por el dinamismo del nuevo orden político norteamericano de principios del siglo XIX, el francés advirtió que la clave de las instituciones democráticas de gobierno no eran tanto los pactos constitucionales como el nivel de arraigo que los valores democráticos tenían en la ciudadanía. Desde una perspectiva tocquevilliana, la democracia pasó a ser entendida más como un estado social -una serie de actitudes, valores y costumbres de la ciudadanía- que como una forma de gobierno.

A mediados del siglo XX, los trabajos de Lipset (1968) y Almond y Verba (1964) tuvieron una influencia sobresaliente en la literatura sobre el impacto de la cultura política en las instituciones políticas. El primero encontró que las actitudes antidemocráticas estaban más presentes cuanto menor era el nivel socio-educativo de la población. Los segundos, por su parte, analizaron datos de opinión pública de Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Alemania y México para explicar cómo la variación en la estabilidad democrática de las distintas naciones dependía en gran medida de las orientaciones y valores de los ciudadanos respecto al Estado y el sistema político.[1]

Tras la Segunda Guerra Mundial, la rápida consolidación de nuevos sistemas democráticos reveló que los procesos de transición política implicaban no solo el establecimiento de nuevos regímenes políticos, sino también cambios significativos en los valores y las actitudes sociales (Catterberg 1990, 156). Así, en países como la República Federal de Alemania y España, el reemplazo de sistemas totalitarios por instituciones democráticas trajo aparejados cambios significativos en las preferencias y visiones de la ciudadanía (Verba 1965; López Pintor 1982).

En Argentina, uno de los trabajos más emblemáticos sobre el cruce entre cultura política y opinión pública emergió, precisamente, en el contexto de la transición democrática de 1983. A partir del análisis de diferentes encuestas de opinión para el período 1982-1988, Catterberg (1989) indagó sobre los cambios en las creencias democráticas durante la transición de régimen en Argentina.[2] Aquel estudio seminal sirve hoy de referencia para identificar, 40 años después, rupturas y continuidades en la cultura política de los argentinos.

En un contexto de recesión democrática regional y global como el actual (Waldner y Lust 2018; Norris 2017), la pregunta por las actitudes ciudadanas respecto al régimen democrático cobra especial interés no solo académico, sino también en términos de la práctica política. Ocurre que la literatura especializada ha encontrado un vínculo entre el apoyo ciudadano a la democracia y la calidad del régimen: cuando cae la demanda ciudadana de democracia, la calidad del sistema político se resiente; cuando crece en la opinión pública el apoyo a la democracia, la calidad del régimen tiende a subir en los años subsiguientes (Camacho et al 2023; Classen 2020).

Ahora bien, ¿cómo ha medido la literatura especializada la cultura política y sus variaciones a lo largo del tiempo? La Cultura Cívica de Almond y Verba (1964) fue un trabajo pionero en esta agenda de investigación en virtud de que desarrolló encuestas multipaís con datos comparables para estudiar las actitudes políticas en diferentes sociedades (Silver y Dowley 2000, 517).

Bajo esta influencia, la mayoría de los análisis sobre cultura política tendieron a asumir la existencia de una estructura de opinión nacional, compartida por toda la sociedad (Inglehart 1997; Schwartz 1999). Este enfoque enfatiza el consenso de valores y la existencia de un conjunto de creencias compartidas que atraviesan transversalmente a una sociedad. Los estudios que adscriben a esta mirada suelen emplear los resultados de encuestas de opinión pública a gran escala para examinar tanto la evolución temporal de un país como la variación transnacional en los patrones de creencias declarados (Blaydes y Grimmer 2000, 1).

Un segundo grupo de trabajos discutió con este consenso generalizado. Frente a los estudios que miden una única cultura política en un país determinado, Seligson (2002) argumenta que ese enfoque descarta innecesariamente las respuestas a nivel individual, ignorando las variaciones, la complejidad y los matices dentro de los países.

Alternativamente, surgió una línea de investigaciones que se concentraron en medir la cultura política partiendo de un enfoque intermedio entre el nivel nacional y el individual. Así, Silver y Dowley (2000) abordan la medición de la cultura política en sociedades multiétnicas, indagando cómo los valores políticos pueden variar al interior de una sociedad diversa y compleja tanto social como culturalmente.

Blaydes y Grimmer (2020), por su parte, procuran medir la variación en las actitudes y valores políticos de una sociedad reconociendo que las culturas políticas no son homogéneas, sino que están formadas por una diversidad de creencias y miradas políticas. Para ello, introducen la idea de subcultura política y desarrollan un modelo estadístico que codifica a cada país como un conjunto de subculturas que son compartidas entre naciones y regiones. Así, logran medir el nivel de consenso de distintos valores sociales tanto al interior de un país como entre los distintos países.

Tomando en cuenta estas discusiones, y dados los objetivos trazados en nuestro trabajo -contrastar en qué medida los hallazgos de Catterberg (1989) sobre los elementos constitutivos de la cultura política argentina continúan vigentes a 40 años de la transición democrática-, nos centramos en un enfoque nacional de cultura política, atendiendo a los promedios agregados a lo largo del tiempo y dejando en un segundo plano la cuestión de la heterogeneidad interna.

En este sentido, ¿cuál era el estado de la opinión pública en el marco de la recuperación democrática? ¿Cuáles eran los imaginarios predominantes en torno al sistema político y los actores de poder en el contexto de la transición a la democracia? ¿Qué expectativas sociales regían tras el derrumbe autoritario? ¿Qué actitudes, percepciones y sentidos giran en torno a la democracia en la actualidad? ¿Qué actitudes, percepciones y sentidos giran en torno a la democracia en la actualidad? Como referencia para la comparación con el presente, a continuación sintetizamos los hallazgos de Catterberg (1989) a partir de tres grandes dimensiones constitutivas de la cultura política: 1) Actitudes individualistas y estatistas; 2) Ideales de democracia; 3) Confianza en los actores políticos[3].  En cada apartado, analizaremos distintos estudios de opinión pública para detectar continuidades y rupturas con los hallazgos encontrados a 40 años del retorno a la democracia.

 

 

III. Percepciones sociales y actitudes individualistas y estatistas

 

Según reseña Catterberg (1989, 23), la sociedad argentina de la post-dictadura presentaba un carácter mixto: era, por un lado, fuertemente individualista y, por el otro, ostentaba claras señales de apoyo al Estado. Atendiendo al debate ideológico clásico, se trataba de un resultado paradójico, ya que en general ha tendido a existir una relación inversamente proporcional entre la adhesión a metas de orientación individualista y las preferencias pro-Estado. En Argentina, señala el autor a partir de distintas encuestas de opinión de la época, estas tendencias se manifestaban llamativamente de forma paralela.[4]

En las vísperas de la recuperación democrática, los argentinos presentaban una decidida orientación al logro personal, definido como la obtención de bienestar personal a través de vehículos o caminos individuales. Por un lado, las encuestas —mayormente con alcance en grandes centros urbanos a nivel nacional— mostraban una tendencia clara a la búsqueda de metas materiales: en 1982, el 95% estaba de acuerdo con la proposición de que “es importante ser alguien en la vida” y el 91% respaldaba la afirmación de que “todo esfuerzo se justifica si ello permite alcanzar una mejor situación social y económica”.

A su vez, los argentinos manifestaban una fuerte disposición a alcanzar dichas metas personales a través del esfuerzo individual. Por ejemplo, ese mismo año el 90% adhería a la frase “el cumplimiento de metas difíciles me hace sentir muy satisfecho/a” y el 87% acordaba con la siguiente frase “me esfuerzo para alcanzar las metas que me he fijado por todos los medios posibles”.

Estas orientaciones iban acompañadas, además, por una marcada expectativa de movilidad social ascendente. Alrededor del 60% de los entrevistados en 1982 señalaba que su situación era mejor que la de sus padres cuando ellos eran chicos. Asimismo, en particular en el retorno a la democracia, las expectativas de mejora generacional aparecían con intensidad también respecto a los hijos: en mayo 1984 el 70% consideraba que sus hijos iban a tener una mejor situación económica y social que la propia. Si bien esta apreciación se fue frustrando con el correr de la década, llegando a un 49% de los argentinos con esta expectativa en junio 1988, Catterberg resalta la importancia que tenía esta mirada en la legitimidad del orden social existente. En este sentido, a pesar de los años de estancamiento económico, subsistía una perspectiva de progreso individual a través del esfuerzo en el marco de esa estructura social.

Esta actitud individualista de progreso social se solapaba con valores favorables hacia la intervención directa del Estado en distintas esferas del ámbito público. Así, en 1986, el 83% de los encuestados apoyaba la noción de que “el Estado debe dar trabajo a toda persona que quiera trabajar”, el 75% adhería a la idea de que “para solucionar el problema de la vivienda el gobierno debería congelar los alquileres” y el 58% acordaba con la frase “el Estado debe proporcionar los servicios públicos con tarifas moderadas sin preocuparse por posibles pérdidas”.

A partir de estos datos, Catterberg (1989, 32) destacaba que la orientación estatista de los argentinos, antes que expresar un apego predominantemente ideológico, constituía sobre todo un posicionamiento pragmático: la defensa de la actuación estatal era percibida como un mecanismo para la satisfacción de necesidades individuales, y, eventualmente, como un soporte para el ascenso social, una expectativa anclada en experiencias pasadas familiares y sociales.

De los datos relevados por la primera y segunda oleada de la encuesta de Creencias Sociales del Observatorio Pulsar UBA[5] surgen algunas rupturas respecto de estas valoraciones. Para avanzar en esta línea, se utilizan preguntas que, si bien no son estrictamente comparables con aquellas recuperadas por Catterberg, permiten aproximarse al posicionamiento de los argentinos respecto al esfuerzo individual para el progreso social, el rol del Estado en la actualidad, y la relación entre esta institución, en tanto instrumento de progreso social, y las personas. Se abordan interrogantes del cuestionario que hacen foco en la importancia del esfuerzo individual, el rol social del Estado, la valoración de empresas de carácter público vs. privado, las preferencias respecto a la inserción laboral personal en empresas de estos dos perfiles, y a la valoración sobre qué tipo de empresa debería producir mayormente el empleo en el país. Asimismo, para entender las transformaciones acaecidas a 40 años de la recuperación de la democracia, se retoman preguntas vinculadas a la percepción de las personas sobre el orgullo nacional y sobre la persistencia de discriminación social.

En primer lugar, tomando los datos de la primera oleada de la encuesta (2023), detectamos en la actualidad una tensión entre el sentimiento de pertenencia nacional y el deseo de progreso social manifestado en la década de los ‘80. Frente a la pregunta “¿usted está muy, bastante, poco o nada orgulloso de ser argentino?”, más del 90% respondió estar “muy orgulloso” y “bastante orgulloso” de serlo. Valoración que, por otro lado, se mantiene constante en términos etarios, educativos y por lugar de residencia.

Esta valoración positiva sobre la autoidentificación con el país convive con una percepción más bien negativa sobre la condición de igualdad y equidad entre los habitantes del país. Frente a la pregunta “¿cree Ud. que hay personas o grupos de personas discriminadas en Argentina?”, el 73% de los consultados afirmó que sí, mientras que el 27% indicó lo contrario. En la mayoría de los estratos sociales este valor se mantiene constante, salvo para los adultos mayores (asciende al 81%) y entre los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires (80%). En este sentido, la realidad social, económica y política cotidiana, cuatro décadas después del retorno a la democracia, no parece, a los ojos de los encuestados, haber generado las condiciones para un desarrollo personal equitativo en la sociedad argentina. Esta mirada no se condice con las expectativas de progreso en el marco de un orden social con alta legitimación que surgía de las respuestas de los argentinos relevados en el estudio de Catterberg. La frustración de esa expectativa, por otro lado, no impacta negativamente en la identificación nacional de los ciudadanos nacionales.

Para hablar más concretamente del rol del esfuerzo individual en la movilidad social ascendente, en la segunda oleada de Creencias Sociales (2024) encontramos que el 53% de los argentinos acuerda con que “aun cuando alguien estudie y trabaje, no es posible lograr una buena posición económica en este país”. Por el contrario, el 45% considera que “cualquiera que estudie y trabaje puede lograr una buena posición económica en el país”. Esta misma pregunta, de acuerdo con datos de la Observatorio Hacer Educación de la UBA[6], había arrojado valores inversos en el año 2023: el 41% estaba de acuerdo con la primera afirmación, mientras que el 59% coincidía con la segunda. Es decir, si bien no se trata de una perspectiva hegemónica dado que casi la mitad de la población acuerda con la opinión opuesta en 2024, sí podemos afirmar que, en la actualidad, la mayoría de los encuestados encuentra que el esfuerzo a través del estudio y el trabajo no garantiza el ascenso social en Argentina, y que esta perspectiva se encuentra en franco crecimiento con un incremento de 12 puntos porcentuales (p.p.) entre los años considerados. Estos resultados muestran un marcado contraste con aquello observado 40 años atrás: los argentinos parecen dejar de confiar en el esfuerzo como motor de mejora de sus condiciones sociales, por lo menos a través de las vías tradicionales del estudio y el trabajo.

En segundo lugar, surge otro matiz respecto de lo relevado hace 40 años, y se manifiesta en torno a la relación Estado-individuo. Por un lado, hay un claro consenso en torno a que el Estado debe ocupar un rol social. El 75% considera que la ayuda estatal a los sectores más pobres es necesaria aún si no resuelve todos los problemas, respuesta transversal a votantes de todos los espacios políticos. Sólo el 21% cree que esta ayuda “genera más problemas que soluciones”. A su vez, una mayoría un poco más reducida (67%) defiende un Estado que regule la economía y ayude a los más pobres, frente a un 26% que considera que sus funciones deberían ser exclusivamente la seguridad y la justicia sin intervención en la economía ni en temas sociales. Aunque con matices, podemos pensar que existe una continuidad respecto de la década del ‘80, en tanto los argentinos aún quieren un Estado que intervenga en funciones sociales que consideran necesarias. Cuatro décadas atrás ese rol se asociaba a dar trabajo, garantizar la vivienda y los servicios públicos; hoy, a la ayuda social a los pobres y la regulación de la economía.

En términos generales, la ciudadanía actualmente no percibe al Estado como un facilitador para el desarrollo individual y, sobre todo, para el progreso social. Sin embargo, la perspectiva de un Estado regulador no implica una confianza en la gestión pública como motor de la economía y el empleo. Tanto la primera como la segunda oleada de Creencias Sociales muestran que la mitad o más de los argentinos y argentinas confía en las empresas privadas antes que en las empresas públicas. Poco menos del 40% lo hace en estas últimas. A eso se suma que el 60% de los consultados en el año 2023 y el 54% del 2024 prefieren “un país donde la mayor parte del empleo lo creen las empresas privadas”. Los valores son similares cuando se pregunta por la preferencia entre el empleo público y el empleo privado. Si bien estas respuestas tienen una clave partidaria y, en ese sentido, no se trata de mayorías abrumadoras sino de una sociedad dividida por estos ejes[7], la percepción general muestra que el mercado prima antes que el Estado en términos de confianza, generación y provisión de empleo. Estos puntos se pueden ver en la síntesis de la tabla a continuación.

 

Tabla 1. Visiones sobre el impacto social del sector público

y privado en la Argentina (2023-2024)

 

Pregunta / Oleada

Respuesta

2023

2024

¿A usted qué le genera mayor confianza?

Empresa privada

54%

50%

Empresa pública

39%

38%

Ns/Nc

7%

12%

Si tuviera la posibilidad de elegir entre tener un empleo público o uno privado que le dieran la misma remuneración y tengan las mismas condiciones laborales, ¿cuál elegiría?

Empleo privado

53%

49%

Empleo público

43%

43%

Ns/Nc

4%

8%

Para usted, lo mejor para un país es que la mayor parte del empleo la generen…

Empresas privadas

60%

54%

Empresas públicas

33%

38%

Ns/Nc

7%

8%

Fuente: elaboración propia en base a datos del programa Creencias Sociales (oleada 2023 y 2024).

 

En este punto, podemos pensar que existen transformaciones en ese estatismo pragmático señalado por Catterberg. Si antes se consideraba al Estado como una base sobre la cual pararse en busca del progreso individual, hoy sus funciones quedan enfocadas en los más vulnerables y no necesariamente lo público es elegido como motor de la economía y el empleo. La ciudadanía tiene una visión dual respecto del Estado: por un lado, apoya su función social, sobre todo en la contención de los más pobres; por el otro, confía más en el sector privado como agente del desarrollo económico. De todas formas, también cabe señalar que más de un tercio de la población continúa eligiendo a la gestión pública como confiable, a sus empresas como principales impulsoras del empleo, e incluso lo consideran un sector en el que es deseable insertarse laboralmente. Se trata de un aspecto en el que las perspectivas están divididas, en particular en una clave partidaria, lo cual rompe la hegemonía estatista de los años 80s.

Al respecto, y con el objetivo de ampliar el análisis, aplicamos la técnica de “agrupamiento de perfiles ideológicos” con el objetivo de identificar y clasificar a los encuestados en grupos de creencias políticas y económicas similares[8]. Para ello tomamos, de la oleada 2023 de Creencias Sociales, las preguntas del cuestionario ubicadas en las dimensiones “Público y Privado” y “Libertad e Igualdad”. Agrupamos las respuestas en dos ejes complementarios: económico (privatistas vs. estatistas) y moral (progresistas vs. conservadores)[9]. El resultado final nos muestra que, en el relevamiento realizado en el año 2023, una mayor cantidad de argentinos y argentinas se identifican como privatistas (60%), frente a una menor cantidad que lo hace como estatistas (37%)[10]. Replicando el mismo estudio en el año 2024, la distribución dio un 52% para el primer grupo frente a un 41% del segundo. Tomando en cuenta estos valores, encontramos un punto de ruptura importante respecto de los hallazgos realizados por Catterberg (1989). La Argentina de la actualidad tiene un consenso privatista más fuerte y mayoritario, a diferencia de los valores más favorables hacia el Estado que mostraba en la década del ‘80.

 

Tabla 2. Perfiles ideológicos en la Argentina (2023 y 2024)

 

Perfiles Ideológicos de la Argentina

Eje Económico

Privatistas

Estatistas

Oleada

2023

2024

2023

2024

Eje Moral

Progresistas

30%

27%

19%

28%

Conservadores

30%

25%

18%

13%

Totales

60%

52%

37%

41%

Fuente: “¿En qué creemos los argentinos? Segundo informe”, Observatorio Pulsar UBA, julio 2023. “Creencias Sociales 2024 – Informe 3: Estado, mercado y libertad en la Argentina”, Observatorio Pulsar UBA, septiembre 2024.

 

En resumen, a 40 años del retorno a la democracia, el estudio relevado muestra matices con los valores individualistas y estatistas. Una creciente porción de los argentinos considera que el esfuerzo a través del trabajo y el estudio no permite una mejora en la escala social, horadando la legitimidad del orden social señalada por Catterberg en base a las expectativas de movilidad social ascendente cuatro décadas atrás. En este mismo sentido, el rol del Estado se ha desplazado desde impulsar el crecimiento individual, hacia regular la economía y garantizar la función social de ayuda a los más pobres. Mientras que en la década del ‘80 el Estado Nacional parecía tener un rol mucho más central y dominante en el camino hacia el progreso social, en la actualidad hay una mayor consideración del ámbito privado como un espacio de desarrollo y crecimiento. Predomina en el presente una perspectiva dual en relación al Estado: ocupa un rol social importante y necesario, a la vez que no se constituye como motor del desarrollo social en términos económicos y de generación de empleo en pos de una mayor valoración del sector privado para estas funciones.

 

 

IV. Ideales de democracia a 40 años del fin de la última dictadura

 

La democracia condensa dos grandes corrientes de pensamiento y líneas de acción: una, con mayor arraigo en Estados Unidos, persigue la defensa de la libertad individual; y la otra, con un mayor desarrollo en Europa continental, subraya la importancia de la igualdad -política y social- entre los integrantes de una comunidad política. La primera tradición conlleva a la reafirmación de una serie de derechos individuales -la libertad de expresión, de prensa, de asociación- frente a la amenazante autoridad del Estado; la segunda corriente trae aparejada la reivindicación de la participación de los individuos en el juego político como medio para ejercer una influencia idéntica en las decisiones colectivas y evitar así que ningún miembro o grupo pueda ser favorecido en virtud de recursos o atributos particulares (Przeworski 2010, 121). El ideal de libertad enfatiza la necesidad de un gobierno limitado; el polo de igualdad subraya la necesidad de hacer efectiva la noción de ciudadanía. Ambos coexisten en un equilibrio siempre inestable que nutre el ideario de las democracias modernas.

¿Cómo se posicionaba la sociedad argentina de la transición democrática frente a estas orientaciones ideológicas? De acuerdo a las encuestas de opinión relevadas por Catterberg (1989, 63), la corriente participativa/igualitarista estaba mucho más presente en el imaginario ciudadano que la tradición libertaria. Los valores de participación democrática se manifestaban a través de un apoyo mayor al 75% a la realización de elecciones periódicas y al voto universal como bases fundamentales de un sistema político. Es relevante notar que estas adhesiones fueron creciendo en los años inmediatamente posteriores a la recuperación democrática, indicando una correlación positiva entre cambio de régimen y alteraciones en la cultura política.

La dimensión liberal, por su parte, alcanzaba niveles más acotados de respaldo (Catterberg 1989, 63). Las actitudes liberales de apoyo a la libertad de prensa, defensa de las minorías y rechazo a un sistema de partido único se ubicaban en el orden del 50-60%. Sobre este conjunto de preguntas también se observa una expansión del pensamiento liberal tras la apertura democrática de 1983, pero dicha tendencia se ve interrumpida a partir de 1988, con el agravamiento de las condiciones económicas.[11]

En definitiva, Catterberg encontraba no solo una mayor predisposición en la sociedad argentina a la tradición igualitarista/participativa de la democracia que a la dimensión liberal, sino también una mayor estabilidad de la primera corriente a lo largo del tiempo.[12]

Por último, el autor señalaba un impacto directo del descontento en las actitudes democráticas. Aquellas personas que manifestaban una insatisfacción con el rumbo general del país y con su situación personal tendían a mostrar menores niveles de adhesión a los valores democráticos -tanto de la vertiente igualitarista como de la libertaria- que aquellos que presentaban un mayor conformismo con la coyuntura.

Al respecto, encontramos que los hallazgos de Catterberg (1989) se mantienen parcialmente en la sociedad argentina actual. Tomando los mismos estudios que en el apartado anterior, encontramos que para la gran mayoría de los consultados es importante vivir en un país democrático. El 95% (oleada 2023) y el 89% (2024) de los consultados respondió con valores entre 6 y 10 a la hora de consultar “¿qué tan importante es para usted vivir en un país que se gobierna democráticamente?” (escala de 1 -nada importante- a 10 -muy importante-). Cabe agregar que, en ambos relevamientos, al menos 2/3 de los consultados respondió que es “muy importante”. El sentimiento a favor de la democracia se mantiene en la actualidad.

Pero la valoración sobre la realidad democrática cambia levemente. El mismo estudio pregunta sobre “¿qué tan democrático considera que es el país?”. Las dos oleadas relevadas indican que las consideraciones están más dispersas. Utilizando la misma escala que en la pregunta anterior, en el estudio del 2023 el 54% se repartió entre 6 y 10, mientras que en el realizado en 2024 lo hizo el 67%. Hay acá un choque entre la estimación sobre el régimen político y la percepción de la realidad: el primero es mayor que el segundo. Esto puede ser un dato a tener en cuenta a futuro, en particular por el quiebre partidario que existe al cruzar los datos con la intención de voto[13].

 

Tabla 3. Valoraciones generales sobre el régimen político argentino (2023-2024)

 

Respuesta

Muy

(escala 6-10)

Poco

(escala 1-5)

Pregunta / Oleada

2023

2024

2023

2024

¿Qué tan importante es para usted vivir en un país que se gobierna democráticamente?

89%

95%

8%

5%

¿Qué tan democrático considera que es el país?

54%

67%

43%

34%

Fuente: elaboración propia en base a datos del programa Creencias Sociales (oleada 2023 y 2024).

 

En esta misma línea, también encontramos una mayor tolerancia a actitudes y comportamientos no democráticos en la sociedad argentina, especialmente al desagregar por nivel educativo. Cuando preguntamos “¿con cuál de las siguientes frases está más de acuerdo?”, un 73% de los consultados en 2023 y un 81% en 2024 respondieron que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. Esto muestra un alto consenso en la sociedad argentina, que cae sustantivamente entre los consultados que alcanzaron solamente el nivel primario: un 68% en 2023 y un 65% en 2024. Este punto no es menor porque las dos oleadas muestran un cambio respecto de este segmento social. Mientras que en 2023 solamente el 9% consideraba que en algunas circunstancias era preferible un gobierno autoritario, ese valor subió al 19% en la oleada 2024. Aunque sigue siendo una franja menor de los encuestados, el cambio de un año a otro muestra una modificación en términos de la conformidad con el régimen político en el sector con menor nivel educativo de la sociedad argentina.

 

Tabla 4. Valoraciones generales sobre el régimen político

argentino según nivel educativo (2023-2024)

 

 

Respuesta

 

General

Nivel educativo

Primario

Secundario

Universitario

Pregunta / Oleada

2023

2024

2023

2024

2023

2024

2023

2024

La democracia es preferible a cualquier forma de gobierno

73%

81%

68%

65%

72%

80%

82%

83%

Un gobierno autoritario puede ser preferible en algunas circunstancias

13%

12%

9%

19%

16%

12%

13%

12%

Me da lo mismo un gobierno democrático que uno autoritario

12%

6%

19%

10%

10%

7%

4%

4%

Fuente: elaboración propia en base a datos del programa Creencias Sociales (oleada 2023 y 2024)

 

De esta manera, aunque el consenso entre los consultados es alto cuando se refiere a las preferencias por la democracia, los relevamientos que llevamos a cabo en ambos años nos permitieron encontrar algunos matices en términos de actitudes autoritarias. Algo que, en tiempos del estudio de Catterberg (1989), no estaba tan generalizado. Para ahondar sobre este punto, agrupamos dos variables del estudio (“preferencias por la democracia sobre otros regímenes políticos” y “posición frente a la interrupción de mandatos de los gobiernos electos”) para construir perfiles de demócratas en la Argentina. Los clasificamos en tres categorías: puros, pragmáticos e indiferentes[14]. Los primeros siempre prefieren la democracia por sobre un autoritarismo y consideran que un presidente debe terminar su mandato. Los segundos coinciden en la valoración sobre el régimen, pero están abiertos a la posibilidad de revocación del mandato presidencial si consideran que no se satisfacen las demandas ciudadanas. Los terceros, finalmente, tienen una actitud indiferente hacia la democracia y, aunque no se oponen a vivir en ella, no tienen un compromiso particular con su estabilidad.

De las respuestas obtenidas encontramos los siguientes resultados.

 

Tabla 5. Perfiles de demócratas en la Argentina (2023 y 2024)

 

 

Perfiles

Oleada

2023

2024

Diferencia

Demócratas puros

51%

48%

-3%

Demócratas pragmáticos

23%

32%

+9%

Demócratas indiferentes

25%

18%

-7%

Fuente: “¿En qué creemos los argentinos? Primer informe”, Observatorio Pulsar UBA, junio 2023. “Creencias Sociales 2024 - Informe 1: Democracia y consensos”, Observatorio Pulsar UBA, julio 2024. En ambas oleadas un 2% quedó clasificado como ns/nc.

 

La tabla muestra que la mitad de la población argentina cree, sostiene y apoya la democracia, sus instituciones y sus autoridades. La mitad restante, en cambio, se reparte entre el pragmatismo en situaciones específicas o la indiferencia generalizada. Esto muestra una ruptura importante respecto de los hallazgos encontrados hace 40 años en términos de actitudes hacia el régimen político argentino. Si bien la democracia como sistema y como valor sigue teniendo apoyo en el país, la evolución de la sociedad ha llevado a que algunos sectores de la sociedad planteen dudas en torno a su sostenimiento. Este punto guarda relación con dos elementos ya mencionados. El primero, una diferencia entre la alta importancia asignada por los encuestados al deseo de vivir en una democracia y una menor valoración sobre el estado actual del régimen político. El segundo es el incipiente quiebre que empieza a surgir entre los estratos sociales con menor nivel educativo.

Resumiendo, y en virtud de los hallazgos de nuestro estudio, la democracia sigue siendo el mayor de los consensos entre los argentinos y las argentinas. Hay una importante cantidad de ciudadanos que responde con convicciones y compromisos democráticos sólidos y arraigados. En este sentido, percibimos que la sociedad quiere un régimen con libertad, igualdad y participación. Sin embargo, no es necesariamente el que tenemos a 40 años del fin de la última dictadura. Esto nos lleva a pensar que los argentinos somos profesores exigentes y consideramos que el sistema político no necesariamente está dando las soluciones esperadas. Lo cual, por otra parte, repercute en los valores democráticos de un sector de la sociedad. Es un choque entre la expectativa y la realidad, que genera sus costos y que no estaba tan extendido en el estudio realizado por Catterberg (1989). Hay una democracia con la que soñamos en aquel entonces y otra que es la que tenemos hoy en día.

 

 

V. Valoraciones sociales sobre actores públicos y privados en la Argentina

 

¿Cuál era la percepción predominante de la sociedad argentina sobre la clase dirigente y los principales grupos de poder en el contexto de la transición democrática? Catterberg (1989, 86) observa que la apertura del régimen ocurrió “bajo un clima de opinión de fuerte cuestionamiento a la élite militar, sindical, empresarial y política”. En 1983, la evaluación positiva de los políticos era del 38%, la de los empresarios, del 32%, la de los dirigentes sindicales, del 23% y la de los militares, del 12%[15].

A pesar de esta desconfianza hacia las élites tras el traumático colapso del régimen militar (O´Donnell 1982), la política recuperó, en el marco de la primavera democrática, cierto crédito por parte de la sociedad. En el bienio 1984-1985, la evaluación favorable sobre los partidos políticos orbitó el 80%, y la de los políticos, el 60%. En este marco, la política pasó a ser percibida como el instrumento de cambio de una sociedad que cifraba altas expectativas en la capacidad de transformación de la joven democracia. La apertura democrática, cabe destacar, no trajo aparejada un incremento de la confianza equivalente en el resto de la dirigencia económica, sindical, social y/o militar.

El transcurso de la transición a la democracia, sin embargo, deterioró la visión social sobre la política. Hacia 1988, la clase política había perdido todo el prestigio registrado con el cambio de régimen. Su aprobación era del 30%, un porcentaje similar al que tenía hacia el final del gobierno militar. Esta mirada crítica de la sociedad argentina ubicaba a la política en un nivel similar al del resto de la dirigencia. En 1988, la calificación positiva de los empresarios era del 43%, la de los dirigentes sindicales, del 24% y la de los militares, del 24%. La democracia empezaba a dejar promesas incumplidas, lo cual se traducía en una fuerte desconfianza hacia la política en particular y hacia la clase dirigente en general.

Ahora bien, 40 años después, ¿qué nos dicen las encuestas de opinión sobre los principales actores políticos y grupos de poder en el 40 aniversario de la democracia? ¿Qué visión sobrevuela sobre estos actores? Al respecto, encontramos respuestas no en los estudios que desarrollamos con el equipo de investigación de Pulsar UBA, pero sí en otros dos informes que se publican asiduamente.

Uno de ellos es el consorcio Latinobarómetro[16], que publica anualmente nuevas oleadas con una batería de preguntas similar en esta dimensión analítica desde el año 1995 hasta la fecha. Frente a la pregunta “¿cuánta confianza tiene usted en los partidos políticos”, en el año 2023 un 17% respondió tener “mucha” y “algo”, frente a un 81% que indicó “poca” y “ninguna”[17]. A esto se suma el grado de acuerdo con el funcionamiento de los partidos políticos: solamente el 20% indicó “muy” y “algo” de acuerdo, frente a más del 75% que expresó lo contrario. Complementariamente, un 65% expresó no sentirse cercano a ningún actor partidario, una tendencia que se viene dando desde el año 2010.

Más allá de la mirada negativa que se cierne sobre los políticos, predomina una crítica similar al rol que tienen los sindicatos en la actualidad argentina. Ante la pregunta sobre el grado de confianza en las instituciones gremiales, un 24% expresó confianza frente a un 71% que manifestó desconfianza[18]. En este sentido, los valores reportados por Latinobarómetro muestran un momento crítico para los actores encargados de representar intereses sociales y económicos concretos en el ámbito público. Al mismo tiempo, muestra una consolidación de lo que Catterberg encontró a finales de la década del ‘80 en el país.

La visión sobre las instituciones del sector privado, en cambio, van en la dirección contraria. Un 52% de los consultados manifestó “mucha” y “algo” de confianza sobre las empresas nacionales, mientras que un 34% hizo la misma valoración sobre las internacionales. En torno a los bancos, el 42% reportó tener una visión positiva. Estos valores presentan dos contrapuntos interesantes para analizar. En primer lugar, indican que los actores que dan forma y funcionamiento al mercado en la Argentina tienen una mejor valoración que aquellos que lo hacen sobre el sector público y, sobre todo, sobre el Estado. En este sentido, son consistentes con los hallazgos relevados por la encuesta de Creencias Sociales en las dos oleadas reportadas. Y, en segundo lugar, existe una diferencia importante entre la visión que se tiene sobre el empresariado nacional versus el internacional, con una preferencia clara y marcada sobre el primero. Se trata de una evolución favorable sobre los datos relevados hace 40 años: hay un cambio de percepción sobre la figura del actor privado argentino.

La encuesta de Latinobarómetro también muestra otro cambio de percepción sobre uno de los actores más importantes de la década del ‘80 en el país: los militares. A la hora de indagar sobre el nivel de confianza en las Fuerzas Armadas, quienes respondieron “muy” y “algo” de confianza representan el 54% de los consultados frente al 43% que expresa la visión contraria[19]. Esto muestra un quiebre importante en la valoración social que se tiene sobre los responsables de garantizar la defensa nacional del país. En particular, por la evolución que muestran las distintas oleadas realizadas en las últimas décadas, particularmente a partir del año 2005, cuando se produce un quiebre entre quienes tenían una visión negativa (que en ese momento eran mayoría) y quienes tenían una visión positiva. El “antimilitarismo” que caracterizó a la sociedad argentina en el período posterior a la recuperación democrática parece haber quedado atrás.

El otro relevamiento es el Barómetro de las Américas realizado por LAPOP/Vanderbilt University[20]. La última oleada realizada en el año 2023 muestra valores similares y consistentes a los de Latinobarómetro en las percepciones sociales sobre los partidos políticos y las Fuerzas Armadas. En lo que respecta a las organizaciones partidarias, en una escala que va de 1 (nada de confianza) a 7 (mucha confianza), casi el 37% expresó el valor más bajo mientras que solamente el 2% indicó el más alto. Si partimos la escala en tres segmentos, un 67% (valor 1 a 3 inclusive de la escala) expresa desconfianza por los partidos, mientras que solamente el 17% (valor 5 a 7) manifestó lo contrario. El 16% se posicionó como neutro (valor 4). En cuanto al actor militar, el 13% indicó muy poca confianza, frente al 18% que expresó una alta confianza. Haciendo el mismo ejercicio de agrupar los valores de la escala utilizada, el 50% confía en las Fuerzas Armadas, frente al 33% que no lo hace. Quienes se ubican en la posición intermedia representan el 17% de los encuestados.

En este sentido, y como cierre del presente apartado, también encontramos un cambio en la percepción social de los principales actores públicos y privados de la Argentina. A 40 años de la transición a la democracia, el balance es cambiante respecto de las valoraciones sociales. Los principales afectados parecen ser las organizaciones y los dirigentes responsables de representar intereses políticos y sociales en el país: mayormente, sindicatos y partidos políticos. En cambio, los beneficiados en la actualidad son las empresas privadas (principalmente las nacionales) y las Fuerzas Armadas. Un cambio que, a tono de los apartados anteriores, guarda cierta consistencia con los estudios realizados en torno a las creencias sociales de argentinos y argentinas en la actualidad.

 

 

VI. Conclusiones

 

El presente trabajo tuvo como objetivo indagar en qué medida los hallazgos hechos por Catterberg (1989) en el examen de la cultura política de la argentina transicional siguieron o no presentes en la estructura social a 40 años de la recuperación democrática. Para responder este interrogante, tomamos datos relevados por dos oleadas de una encuesta nacional desarrollada por el equipo de investigación del Observatorio Pulsar UBA, los cuales quisimos analizar al calor de la literatura especializada en la materia.

Con este propósito en mente, encontramos tres hallazgos principales. En primer lugar, los datos del Programa de Creencias Sociales muestran un cambio en las actitudes individuales y estatistas en la Argentina. Los argentinos valoramos el rol del esfuerzo individual privado y del sostén público al mismo tiempo, lo cual nos lleva a pensar en una perspectiva dual respecto al Estado: se convierte en el garante de funciones sociales, pero no necesariamente en el motor del desarrollo económico y social. Si en la primavera democrática “lo público” tenía un rol mucho más central pensado como vehículo de ascenso social, en la actualidad el mercado también oficia como espacio de desarrollo y crecimiento. Hay un cambio en la relación Estado-individuo en la mayoría de los habitantes del país.

En segundo lugar, también a partir de los datos del Programa Creencias Sociales encontramos que la democracia sigue siendo el mayor de los consensos entre los argentinos y las argentinas. Una mayoría de los encuestados presenta convicciones y compromisos democráticos fuertes y bien asentados. Al respecto, creemos que la sociedad argentina desea un régimen igualitario, participativo y libre. Este hallazgo, sin embargo, no viene de la mano de una menor exigencia sobre el régimen político, sino de una mayor. La creencia de que vivimos en una mejor democracia que hace 40 años al finalizar la dictadura no está presente. Como ciudadanos somos profesores exigentes y creemos que el sistema político no parece estar dando las soluciones que esperamos como sociedad. Esto impacta sobre los valores democráticos de una parte de la sociedad. Algo que no estaba extendido en los estudios de Catterberg (1989): un choque entre la expectativa y la realidad.

En tercer lugar, y a partir de los estudios relevados de Latinobarómetro y LAPOP/Vanderbilt University, también encontramos un cambio en la percepción social sobre actores públicos y privados de la Argentina. El balance de estas valoraciones sociales es cambiante. Mientras que los sindicatos y los partidos políticos aparecen como los principales afectados en términos de una caída de la confianza, los principales beneficiados son las empresas privadas nacionales y las fuerzas armadas. En cierta medida, estos hallazgos generan interrogantes futuros en virtud de que guardan alguna consistencia con aquellos identificados en los apartados previos. Por una parte, la mayor confianza en las empresas privadas se condice con su rol deseado como motor económico y del empleo para la mayoría de la población. Por otra parte, una mayor confianza en las fuerzas armadas requiere aún mayor indagación empírica cualitativa y cuantitativa.

Estos tres hallazgos no tienen pretensión de ser concluyentes ni determinantes a la hora de evaluar las creencias sociales de argentinos y argentinas. Si algo caracteriza a la opinión pública argentina es su volatilidad: lo que piensa la sociedad puede cambiar, y en poco tiempo (Mora y Araujo, 2011). Como todo estudio sobre las preferencias sociales, hemos intentado explicar la foto de un momento a la luz de las contribuciones hechas por Catterberg en el marco de la recuperación democrática. Y lo hicimos aprovechando una efeméride (los 40 años de transición a la democracia), tratando de encontrar respuestas a la pregunta: ¿qué cambios y continuidades tuvimos en estas décadas? Los hallazgos, por otro lado, aportan elementos empíricos para reflexiones que bien pueden convertirse en medidas prácticas para revertir tendencias no necesariamente positivas para una sociedad en proceso de cambio.

 

 

Referencias

 

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Blaydes, Lisa, & Grimmer, Justin. 2020. “Political cultures: measuring values heterogeneity”. Political Science Research and Methods 8 (3): 571-579.

Camacho, Luis A., Cohen, Mollie J., Cozzubo, Angelo, Rojas, Ingrid, y Smith, Amy E. 2023. “Special Issue Introduction: Describing and Understanding Changes in Democratic Attitudes in Latin America Between 2012 and 2021: A Macro Perspective”. Revista Latinoamericana de Opinión Pública 12 (2): 5-22.

Classen, Christopher. 2020. “Does public support help democracy survive?” American Journal of Political Science 64 (1): 118-34.

Catterberg, Edgardo R. (1989). Los argentinos frente a la política: Cultura política y opinión pública en la transición argentina a la democracia. Buenos Aires: Editorial Planeta.

Catterberg Edgardo. 1990. “Attitudes towards democracy in Argentina during the transition period”. International Journal of Public Opinion Research 2 (2): 155-168.

Inglehart, Ronald. 1997. Modernization and postmodernization: Cultural, economic, and political change in 43 societies. Princeton, NJ: Princeton University Press.

Lipset, Seymour M. 1963. El hombre político: las bases sociales de la política. Buenos Aires: Eudeba.

Lopez Pintor, Rafael. 1982. La Opinión Pública Española: del Franquismo a la Democracia. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas.

Mora y Araujo, Manuel. 2011. La Argentina bipolar. Los vaivenes de la opinión pública, 1983-2011. Buenos Aires: Sudamericana.

Norris, Pippa. 2017. “Is Western democracy backsliding? Diagnosing the risks”. The Journal of Democracy 28 (2).

O'Donnell, Guillermo. (1982). Notas para el estudio de procesos de democratización política a partir del Estado burocrático-autoritario. Desarrollo económico, 231-248.

Przeworski, Adam. 2010. Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno. Buenos Aires: Siglo XXI.

Pye, Lucian W. 1991. “Political culture revisited”. Political Psychology 12 (3): 487-508.

Tocqueville, Alexis. 2019. La democracia en América. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Schwartz, Shaom. 1999. “A theory of cultural values and some implications for work”. Applied Psychology: An International Review 48 (1): 23-47.

Seligson, Mitchell A. 2002. “The renaissance of political culture or the renaissance of the ecological fallacy?” Comparative Politics 34 (3): 273-292.

Silver, Brian D., y Dowley, Kathleen M. 2000. “Measuring political culture in multiethnic societies: Reaggregating the World Values Survey”. Comparative Political Studies 33 (4): 517-550.

Verba, Sidney (1965). 'Germany: the remaking of political culture'. En Political Culture and Political Development, editado por Lucian W. Pye and Sidney Verba, págs.  130-170. Princeton: Princeton University Press.

Waldner, David, y Lust, Ellen 2018. “Unwelcome change: Coming to terms with democratic backsliding”. Annual Review of Political Science 21: 93-113.

 

Estudios consultados

 

Barómetro de las Américas LAPOP/Vanderbilt University (2023)

Latinobarómetro (2023)

Observatorio Pulsar.UBA - Programa Creencias Sociales (2023)

Observatorio Pulsar.UBA - Programa Creencias Sociales (2024)



* Dr. en Ciencia Política (EPYG-UNSAM), magíster en Análisis, Derecho y Gestión Electoral (EPYG-UNSAM). Profesor de grado y posgrado (UBA-UTDT). Coordinador general del Observatorio Pulsar.UBA.

** Magíster en Ciencia Política (UTDT) y en Estudios Políticos Aplicados (Instituto Universitario Ortega y Gasset). Director de proyectos en Opina Argentina. Investigador asociado en Observatorio Pulsar.UBA.

*** Becaria doctoral del CONICET, doctoranda en Sociología (EIDAES-UNSAM). Investigadora en Observatorio Pulsar.UBA.

[1] Almond y Verba identifican una “cultura cívica” muy favorable a la estabilidad democrática en Estados Unidos y el Reino Unido, pero menos fértil en Alemania, Italia y México.

[2] Otro estudio de referencia sobre la cultura política y la opinión pública en la Argentina se puede encontrar en Mora y Araujo (2011). En ese trabajo, el autor desentraña el comportamiento pendular de la opinión pública argentina desde el regreso de la democracia hasta la primera década del siglo XXI, del individualismo al corporativismo y del estatismo al privatismo. En esa especie de bipolaridad —según la definición de Mora y Araujo— la sociedad argentina se destaca por un apoyo constante a la democracia.

[3] El libro contiene, además, un análisis sobre las bases actitudinales del comportamiento electoral en los comicios de 1983, 1985 y 1987, cuyo desarrollo excede al objeto de estudio de nuestro trabajo.

[4] Los datos que se presentan en este apartado surgen de Catterberg (1989), cap. II, Individualismo y Estatismo, pp. 23-36. El autor utiliza datos de encuestas del Instituto IPSA, Secretaría de Información Pública de la Presidencia de la Nación (SIP), y la consultora ESTUDIOS. En el caso de IPSA, las muestras fueron probabilísticas a nivel de Buenos Aires y GBA en noviembre 1980 con 936 casos y julio 1981 con 628 casos; y a nivel de grandes centros urbanos (Buenos Aires, GBA, Córdoba, Rosario y Mendoza) en mayo 1982 con 1700 casos. Las muestras del SIP fueron probabilísticas en la selección de manzana y entrevistado, y por cuotas de edad y sexo, a nivel de grandes centros urbanos (Buenos Aires, GBA, Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán) en mayo 1984 con 1984 casos, abril 1985 con 1500 casos, agosto 1985 con 1500 casos, abril 1986 con 1800 casos y septiembre 1986 con 1800 casos. Finalmente, los datos de la consultora ESTUDIOS fueron probabilísticos en la selección de manzana y entrevistado, y por cuotas de edad y sexo, a nivel de grandes centros urbanos (Buenos Aires, GBA, Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán) en abril 1988 con 2000 casos y junio 1988 con 2000 casos.

[5] Los datos provenientes de la encuesta de Creencias Sociales llevada a cabo por Pulsar.UBA son representativos de las argentinas y argentinos mayores de 18 años a nivel de los grandes aglomerados urbanos nacionales. Se consideraron cuotas por sexo, edad y nivel educativo. La primera oleada, relevada del 5 al 16 de mayo de 2023, abarca 1000 casos y presenta un margen de error de +/- 3,1% (con un nivel de confianza del 95%). La segunda oleada fue implementada del 31 de mayo al 10 de junio de 2024, y considera 1250 casos, con un margen de error de +/- 2,8% (nivel de confianza del 95%). Ambas encuestas fueron realizadas de manera telefónica (CATI); en la segunda oleada, 250 casos fueron relevados en domicilio.

[6] Los datos provenientes de la encuesta realizada por el Observatorio Hacer Educación corresponden a 1003 casos relevados del 20 de marzo al 3 de abril de 2023. Se trata de una muestra semi-probabilística de la población general argentina, con cuotas por sexo, edad y nivel educativo, representativa de la población mayor de 18 años, con un error muestral del 3,1% en un nivel de confianza del 95%. El relevamiento fue realizado de manera telefónica (CATI) a teléfonos fijos y celulares.

[7] Para mayor profundidad sobre estos resultados, recomendamos consultar “¿En qué creemos los argentinos? Segundo informe”, Observatorio Pulsar UBA, Julio 2023. Disponible en https://pulsar.uba.ar/en-que-creemos-los-argentinos-segundo-informe/. También “Creencias Sociales 2024 – Informe 3: Estado, mercado y libertad en la Argentina”, Observatorio Pulsar UBA, septiembre 2024 en el siguiente link: https://pulsar.uba.ar/creencias-sociales-2024-informe-3-estado-mercado-y-libertad-en-la-argentina/. .

[8] Para mayor profundidad sobre la técnica adoptada y el modo en que fue aplicada, recomendamos consultar “¿En qué creemos los argentinos? Segundo informe”, Observatorio Pulsar UBA, julio 2023 en el siguiente link: https://pulsar.uba.ar/en-que-creemos-los-argentinos-segundo-informe/. También “Creencias Sociales 2024 – Informe 3: Estado, mercado y libertad en la Argentina”, Observatorio Pulsar UBA, septiembre 2024 en el siguiente link: https://pulsar.uba.ar/creencias-sociales-2024-informe-3-estado-mercado-y-libertad-en-la-argentina/.

[9] Este segundo eje no hace al fondo del análisis del presente trabajo. Sin embargo, consideramos útil incluirlo para fines informativos y de presentación del estudio.

[10] Al aplicar la técnica indicada un 2% de los consultados quedó sin agrupar en la encuesta del 2023 y un 7% en la encuesta del 2024.

[11] Por ejemplo, el rechazo a la proposición: “El país mejoraría con un sistema de partido único” era del 67% en 1986, pero desciende al 59% en 1988.

[12] A su vez, mientras las actitudes pro participativas se distribuían de manera homogénea entre los estratos sociales, en la dimensión liberal se advertían diferencias claras. Los grupos de menor nivel socio-económico presentaban un menor grado de consenso respecto a la dimensión liberal de la democracia que los segmentos medios y altos. Este hallazgo de Catterberg (1989) estaba en línea con lo planteado por Lipset (1963).

[13] “¿En qué creemos los argentinos? Primer informe”, Observatorio Pulsar UBA, Junio 2023. Disponible en https://pulsar.uba.ar/en-que-creemos-los-argentinos-primer-informe/. “Creencias Sociales 2024 - Informe 1: Democracia y consensos”, Observatorio Pulsar UBA, Julio 2024. Disponible en https://pulsar.uba.ar/creencias-sociales-2024-democracia-y-consensos/.

[14] Para ampliar este punto, recomendamos consultar “¿En qué creemos los argentinos? Primer informe”, Observatorio Pulsar UBA, junio 2023 en el siguiente link https://pulsar.uba.ar/en-que-creemos-los-argentinos-primer-informe/. También “Creencias Sociales 2024 - Informe 1: Democracia y consensos”, Observatorio Pulsar UBA, Julio 2024. Disponible en https://pulsar.uba.ar/creencias-sociales-2024-democracia-y-consensos/.

[15] Este último registro corresponde al año 1984.

[16] Los datos provenientes de la encuesta Latinobarómetro corresponden a 1200 casos por cada año de relevamiento (de manera corrida de 2005 a 2012, de 2015 a 2018, 2020 y 2023). Son muestras probabilísticas por etapas aleatorias y por cuotas en la etapa final, representativas de la población argentina mayor de 18 años (en 2023 son datos representativos del 91% de esta población), con un error muestral del 2,8% en un nivel de confianza del 95%.

[17] Casi un 2% respondió ns/nc.

[18] Casi el 5% respondió ns/nc.

[19] El 2,6% respondió ns/nc.

[20] Los datos provenientes de la encuesta Barómetro de las Américas realizado por LAPOP/Vanderbilt University corresponden a 1540 casos relevados entre mayo y julio de 2023. Se trata de una muestra probabilística, representativa de la población argentina mayor de edad, con un error muestral del 2,5%.