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La familia en el Libro de Apolonio
Cecilia Zubillaga
Cecilia Zubillaga
La familia en el Libro de Apolonio
The familiy in the Libro de Apolonio
A família no Libro de Apolonio
Estudios de Historia de España, vol. 25, núm. 1, pp. 1-12, 2023
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: El Libro de Apolonio, poema castellano de la primera mitad del siglo XIII, permite analizar la norma de lo familiar, tanto en relación con el matrimonio, la filiación y los lazos de parentesco, como en función de un mismo espacio doméstico compartido por los reyes, sus familias y sus súbditos. La descripción de las cortes de Antioquía y Pentápolis lleva a destacar la importancia de las relaciones familiares como medida del comportamiento personal y político, a través de la temática del incesto y de la identidad entre las conductas privadas y públicas, en especial en la figura de los reyes. La problemática matrimonial se focaliza en el héroe Apolonio, en principio, y luego en su hija Tarsiana en la segunda parte de la historia, y se asienta en el carácter ético cristiano de la concepción familiar central en el poema.

Palabras clave: Libro de Apolonio,familia,rey,privado,público.

Abstract: The Libro de Apolonio, a Castilian poem from the first half of the 13th century, makes it possible to analyze the norm of the family, both in relation to marriage, filiation and kinship ties, as well as in terms of the same domestic space shared by kings, their families and their subjects. The description of the Antioquia and Pentapolis courts leads to highlighting the importance of family relations as a measure of personal and political behavior, through the theme of incest and identity between private and public behaviors, especially in the figure of the Kings. The matrimonial problem focuses on the hero Apolonio, in principle, and then on his daughter Tarsiana in the second part of the story, and is based on the Christian ethical character of the central family conception in the poem.

Keywords: Libro de Apolonio, family, king, private, public.

Resumo: O Libro de Apolonio, poema castelhano da primeira metade do século XIII, permite analisar a norma da família, tanto em relação ao casamento, à filiação e aos laços de parentesco, quanto em termos do mesmo espaço doméstico compartilhado por reis, suas famílias e seus súditos. A descrição dos tribunais de Antioquia e Pentápolis leva a destacar a importância das relações familiares como medida do comportamento pessoal e político, por meio do tema do incesto e da identidade entre os comportamentos privado e público, especialmente na figura de Reis. O problema matrimonial centra-se no herói Apolônio, em princípio, e depois em sua filha Tarsiana na segunda parte da história, e se baseia no caráter ético cristão da concepção central de família do poema.

Palavras-chave: Libro de Apolonio, família, rei, público, privado.

Carátula del artículo

Artículos

La familia en el Libro de Apolonio

The familiy in the Libro de Apolonio

A família no Libro de Apolonio

Cecilia Zubillaga*
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Estudios de Historia de España
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 0328-0284
ISSN-e: 2469-0961
Periodicidad: Semestral
vol. 25, núm. 1, 2023

Recepción: 10 Febrero 2021

Aprobación: 05 Mayo 2021


1. La estructura familiar medieval en la aventura literaria

En su análisis del concepto de familia en la XI Semana de Estudios Medievales de Nájera “La familia en la Edad Media” llevada a cabo en el año 2000, Loring García señala dos posibilidades de abordaje crítico de la estructura familiar en la Edad Media; por un lado, una consideración amplia de la familia como conjunto de personas unidas por filiación, matrimonio y parentesco artificial (equiparable, por tanto, a las acepciones de “sistemas de parentesco” y “estructuras familiares” básicamente empleadas por el campo sociológico); por el otro, una consideración más reducida que la identifica con la célula doméstica, es decir con las personas que comparten una misma residencia, más allá de sus lazos parentales. La reducción del campo semántico de la palabra “familia” para designar a la célula doméstica, que parece privilegiarse ya en la etapa final de la Edad Media, enfatiza de esta manera la medida hogareña como parámetro de abordaje de lo familiar.[1]

Específicamente en el ámbito de la literatura medieval, ambas consideraciones adquieren relevancia en textos que problematizan la norma de lo familiar, como sucede por ejemplo en el Libro de Apolonio, un texto castellano de la primera mitad del siglo XIII que aborda desde su protagonismo, su temática y su desarrollo narrativo la cuestión familiar en relación con el matrimonio, la filiación, los lazos de parentesco artificiales y su extensión al rey y sus súbditos, de manera más general, pero asimismo asentada en la residencia en un mismo espacio; de este modo, la figura del rey se asimila a la de un pater familias, como intentaremos demostrar en el presente trabajo.

El Libro de Apolonio se inicia con la descripción de una corte, la de Antioquía, que se presenta esencialmente a través de la familia nuclear del rey Antíoco y su hija, y la relación incestuosa entre ambos que problematiza no solo esa estructura nuclear básica, sino al reino en su conjunto como extensión familiar. La ausencia de una pareja conyugal, debido a la muerte de la esposa del rey, y la temática del incesto cuestionan la estructura familiar, como espejo de la estructura del reino, y en tanto apertura de la historia dinamizan el desarrollo de la trama posterior. Que el matrimonio y los lazos entre los padres y sus hijas, y su importancia para el adecuado funcionamiento del reino, son la temática relevante del Libro de Apolonio queda claro ya en este principio textual, en la muerte de todos los candidatos de la princesa y la presentación de Apolonio como héroe, quien descubre el incesto entre el rey y su hija. Pese a su descubrimiento, sin embargo, Antíoco le niega a Apolonio el hallazgo como verdadero, lo que a su vez promueve la continuación de su aventura; una aventura centrada en su constitución heroica no a partir de lo individual, sino principalmente de la identidad familiar.

No solo el personaje de Apolonio, central porque el poema trata sobre su propia historia, sino todos los personajes del Libro de Apolonio se presentan siempre en referencia a una estructura familiar que los identifica; en este sentido, el resto de los reyes o personajes poderosos que se sucederán en importancia en la historia serán esposos y/o padres, y sus relaciones parentales repercutirán en la extensión de su poder a su reino o sus subordinados como proyección secundaria de esa estructura familiar nuclear que básicamente los representa.

A pesar de que Apolonio, rey de Tiro, es el protagonista indiscutido de esta historia de materia antigua que proviene de una versión latina ‒la Historia Apollonii regis Tyri‒ con posibles antecedentes griegos, la heroicidad que plantea el libro en su totalidad se configura no solo a través de sus aventuras, sino de la familia que logra conformar, y que sufre obstáculo tras obstáculo desde su separación temprana en el relato hasta su reencuentro final. La aventura de cada uno será particular, pero de ningún modo singular, ya que la identidad personal como parte de esa unidad familiar definirá la medida de las pruebas que deberán sortear para reunirse de nuevo luego del aprendizaje adquirido.

El grupo familiar primario del Libro de Apolonio es un terceto protagónico que distingue la trama, ya en su versión latina, de las peripecias características de la novela griega de amor y aventuras, centradas en una pareja de amantes y no en una familia. La narración, en este sentido, no da cuenta del amor de una pareja joven, casi adolescente, como sucede típicamente en las novelas griegas de amor y aventuras, sino de un amor familiar.[2]

El redactor cristiano, que hacia el siglo VI retoca un original posiblemente del siglo III, tuvo mucho que ver seguramente en la cristianización de la versión latina que presenta ya muchas de las pautas y desarrollos de la historia hispánica del siglo XIII. La concepción de la familia, de esta forma, se asienta en una construcción cristiana temprana, según la cual prima el amor casto sobre el amor sensual y la aventura basada en la separación familiar da cuenta, finalmente, de que su reunión es necesaria como sostén de la estabilidad social y política, justamente a partir de los aprendizajes particulares de sus miembros. Antes que una interferencia de la Fortuna a la concreción amorosa y la prolongación del suspenso narrativo, la idea de prueba cristiana refuerza la singularidad probada en cada integrante de la familia como parte fundamental de la construcción de la identidad familiar resultante. El suspenso, por otra parte, si bien resulta un componente narrativo constructivo del interés novelesco de la historia, se subordina a la medida ejemplar de la prueba cristiana, lo que queda claro ya al principio del poema, cuando el narrador adelanta la conclusión de la aventura concebida como peripecia familiar:



“En el nombre de Dios e de Santa María,
si ellos me guiassen estudiar querría
conponer un romançe de nueva maestría
del buen rey Apolonio e de su cortesía.



El rey Apolonio, de Tiro natural,
que por las aventuras visco grant tenporal,
cómo perdió la fija e la muger capdal,
cómo las cobró amas, ca les fue muy leyal.” (1-2)[3]

2. El tema del incesto y la centralidad de las relaciones familiares

Que la familia es el núcleo social básico de esa sociedad sustentada por la ética cristiana resulta evidente ya al inicio del libro, cuando la corte de Antioquía se describe tempranamente, tanto en su composición como en su funcionamiento, a través del rey Antíoco como un mal padre y, extensivamente, un mal rey. El sistema cristiano de valores en los que el poeta encaja la acción y los personajes es lo único constante en el Libro de Apolonio.[4]

Lo primero que conocemos de este rey, en este sentido, es el pecado de incesto con su hija, y ese comportamiento pecaminoso en la vida privada arrastra el comportamiento incorrecto en la vida pública.[5]

La familia es la primera referencia de la conducta de un rey, lo que no es extraño si consideramos la identificación de la figura de los reyes en esta historia con la del pater familias.[6]

Esta caracterización regia se inscribe, además, en la configuración propia de la sociedad feudal y su composición estamental, centrada en lo grupal por sobre lo individual:

“La sociedad feudal es una sociedad en la que el individuo no cuenta. Cualquier persona debe estar integrada en un grupo. La familia natural es el grupo básico de integración de las personas. Los que no forman parte de una familia son asociales, están en los márgenes. Bien es cierto, que la familia natural puede ser sustituida por una familia artificial. Las relaciones feudovasalláticas cumplen esta función. También la iglesia ofrece este marco, un monasterio es una familia religiosa.”[7]

En un marco social en el cual lo individual está subordinado a lo grupal, es consecuente plantear que la distinción entre lo privado y lo público es de medida antes que de naturaleza; es decir, se proyecta ‒a través de acciones, conductas, comportamientos‒ de lo mínimo a lo más extendido, de lo menor a lo mayor de manera cuantitativa pero no cualitativa. Esa identidad cualitativa de lo privado y lo público se manifiesta inicialmente, en el Libro de Apolonio, a partir del tema del incesto. Incluso la adivinanza que el padre incestuoso le presenta a los posibles pretendientes de su hija ‒quienes acaban con la cabeza cortada, a cambio‒ tiene como respuesta el incesto, dando cuenta de la centralidad de las relaciones familiares como temática textual que afecta no solo a un padre y su hija, sino al reino y la sucesión dinástica en su conjunto. El incesto es un motivo literario y folclórico, por otra parte, de atracción casi universal.[8]

Además de la naturaleza ancestral y folclórica de esta preocupación por los lazos familiares, la actualización poética del tema del incesto en función de una ejemplaridad cristiana resulta significativa en la apertura del poema.

La oposición entre el bien y el mal estructura cada una de las historias que componen el Ms. K-III-4, el códice que transmite el Libro de Apolonio. Además del Libro de Apolonio, el Ms. K-III-4 de la Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial reúne otras dos historias en las cuales el elemento religioso resulta todavía más prioritario que en el poema inicial: la Vida de Santa María Egipciaca ‒uno de los primeros referentes textuales de la versión occidental de la leyenda de esta prostituta arrepentida paradigmática‒ y el Libro de los tres reyes de Oriente ‒una historia de la infancia y muerte de Cristo basada en los evangelios apócrifos, particularmente en el episodio del asalto de unos ladrones a la Sagrada Familia en su huida a Egipto‒. Esa oposición entre el bien y el mal puede singularizarse en lo referente a nuestro poema como un antagonismo entre la cultura y la naturaleza.[9]

El incesto, en este sentido, sería la representación esencial de una naturaleza instintiva e irracional. Esa naturaleza básica, no sometida a la regulación social, solo podría generar el mal como consecuencia; el bien, por el contrario, reformulado según la medida cristiana del lazo social, destacaría a la familia como la estructura básica de la integración social.

3. Los otros enigmas familiares

No solo la adivinanza inicial, que remite al incesto entre el rey Antíoco y su hija, es un enigma que puede asociarse a lo familiar, sino que algo similar sucede con todas las demás instancias adivinatorias del Libro de Apolonio. La carta enigmática que Luciana le escribe a su padre, en la que declara su amor por Apolonio y que el mismo héroe entrega al rey, se refiere específicamente a su futuro familiar y cómo ella lo percibe, en respuesta directa al pedido matrimonial de sus pretendientes: “La carta diziá esto, sópola bien dictar: / que con el pelegrino queriá ella casar / que con el cuerpo solo estorçió de la mar” (223b-d).

La mención de Apolonio como “peregrino” por parte de Luciana refuerza la asociación cristiana del hombre como peregrino en la tierra, como señala Brownlee en su rastreo terminológico de las referencias cristianas textuales al héroe como “peregrino”, “romero” y “palmero”: “he is the Christian pilgrim journeying about the earth as a result of Adam’s expulsión from Eden”.[10]

Esa asociación cristiana del hombre como peregrino se extiende, de esta forma, a través de la enigmática carta de Luciana, a la idea del matrimonio como lazo asimismo cristiano. Además, este enlace es explícitamente bendecido por Dios, como destaca el verso 241b: “el Criador entre ellos metió su bendiçión”, lo que lleva a Desing a reafirmar la naturaleza sacramental de la unión matrimonial sellada por el embarazo de Luciana: “The union, which results in Luciana’s immediate pregnancy, is transformed into a sacrament blessed by the Creator”.[11]

Lo que se percibe en el texto es que la noción del matrimonio como sacramento se amalgama con su carácter de institución cristiana. La inclusión del matrimonio como sacramento de la fe cristiana, sobre todo a partir del siglo XII por canonistas como Pedro Lombardo, propició la identificación del matrimonio cristiano con la inseparabilidad y dependencia mutua de la pareja matrimonial, a semejanza de Cristo y la Iglesia.[12]

Esta idea del matrimonio presente en el Libro de Apolonio, en tanto preocupación textual, remite sin dudas a lo contextual y a las bases del matrimonio como institución social, tal como lo concebía la legislación alfonsina:

“Desde el punto de vista del derecho matrimonial puede considerarse 1234 como la fecha de aprobación de las normas que han pervivido hasta la actualidad, pasadas desde el libro cuarto de las Decretales de Gregorio IX hasta la Partida Cuarta, cuyos títulos están dedicados a los desposorios o promesas, al casamiento, a las uniones encubiertas, a las condiciones que se ponen en desposorios y casamientos, al parentesco que impide o anula el matrimonio tanto si se trata de parentesco real (padres, hijos, hermanos, primos, sobrinos…) como si se habla del parentesco espiritual que se establece en el bautismo y la confirmación o el parentesco legal creado por prohijamiento.”[13]

La última instancia adivinatoria en el texto también involucra lo familiar, tal vez de manera más destacada que las otras dos ocasiones, ya que recupera los lazos entre un padre y su hija de una manera ética y socialmente aceptada, del todo contraria a la adivinanza inicial que cifraba el incesto entre el rey Antíoco y su hija, e involucrando más que una relación meramente sexual o matrimonial, además. La serie de nueve adivinanzas que Tarsiana le propone a Apolonio, sin saber que son padre e hija, antecede al reconocimiento entre ambos y funciona, internamente, mediante referencias de algún modo también familiares que promueven la anagnórisis. Tanto el agua, como elemento que prima en esos enigmas, como esencialmente la adivinanza de la pelota (“De dentro só vellosa e de fuera raída, / siempre trayo en seno mi crin bien escondida; / ando de mano en mano, tráenme escarnida”, 518a-c) remiten a la identidad del héroe, a su vida y sus aventuras como síntesis familiar.

En las primeras seis adivinanzas, además de la referencia al agua como elemento privilegiado de la aventura incesante de Apolonio, se multiplican las remisiones al ámbito de la familia: desde la posada de la primera adivinanza (“los huéspedes son mudos, da bozes la posada”, 505c), la cañavera como “parienta” de las aguas en la segunda, las naves como “hijas” de los montes en la tercera, el ambiente acogedor de los baños de la cuarta, la remisión corporal de la quinta, hasta la doble imagen de la maternidad desarrollada en la sexta (“Nasçí de madre dura, só mueyel como lana, / apésgame el río, que só por mí liviana, / quando preñada seyo, semejo fascas rana”, 514a-c).

De las últimas tres, ya más concentradas en el elemento familiar en relación con la propia identidad, Apolonio responde la adivinanza de la pelota haciendo referencia a su llegada a Pentápolis; una experiencia que es poco probable que su hija conociera y que ella da como respuesta válida, en la continuidad de la serie, aunque la pelota como objeto nunca se mencione:



“Quando en Pentápolin entré desbaratado,
si non fuesse por essa andaría lazdrado;
fuy del rey Architrastres por ella onrado,
si no, non me oviera a yantar convidado.” (519)

Claramente, la pelota es el signo identitario que refuerzan las adivinanzas posteriores del espejo y las ruedas como partes integrantes de una unidad en la cual las individualidades no se anulan, sino que se complementan, a través de la imagen de la hermandad:



“Quatro ermanas somos so un techo,
corremos en parejo, sienpre nos segudamos,
andamos cadaldía, nunqua nos alcançamos,
yaçemos abraçadas, nunqua nos ayuntamos.” (522)

4. La preocupación matrimonial de Apolonio

Eje de la consideración de la familia como unidad fundamental del orden social cristiano, la preocupación matrimonial será clave en el desarrollo de la historia, como se ha visto en las primeras adivinanzas del poema; la problemática del matrimonio se manifiesta, de esta forma, como una necesidad heroica fundamental y constante. Apolonio parte inicialmente de su reino, enamorado de oídas de la princesa de Antioquía, intentando afianzar su propio reino con esa unión matrimonial:



“El rey Apolonio, que en Tiro regnava,
oyó daquesta dueña qu’en grant preçio andava;
queriá casar con ella, qua mucho la amava,
la hora del pedir veyer non la cuidava.” (18)

Una vez expulsado por Antíoco, quien le niega la verdad del descubrimiento del incesto, su aparente fracaso lo conduce a vagar sin destino declarado. Esa errancia, que asume un significado trascendente a partir del naufragio que provoca todas sus pérdidas y su arribo al reino de Pentápolis, se revela en el desarrollo de la acción narrativa como parte de una problemática matrimonial, no consciente pero sí identitaria para el héroe. Esto queda claro en su lamento al arribar como náufrago a ese reino, habiendo perdido a sus hombres y todas sus demás posesiones:



“Dexé muy buen reino do bivía onrado,
fuy buscar contienda, casamiento famado;
gané enamiztat, salí dende aontado
et torné sin la dueña, de muerte enamiztado.



Con toda essa pérdida, si en paz me soviés’,
que con despecho loco de Tiro non saliés’,
mal o bien esperando lo que darme Dios quisiés’,

Fuente: ninguno non me llorasse de lo que me abiniés’.



Desque de Tiro era salido e arredrado,
avíame mi ventura en tal logar echado;
si su ermano fuese o con ellos criado
yo seyer non podría entr’ellos más amado.



Movióme el pecado, fízom’ ende salir,
por fer de mí escarnio, su maleza complir;
diome en el mar salto por más me desmentir;
ovo muchas ayudas por a mí destrovir.



Fizo su atenençia con las ondas del mar,
viniéronle los vientos todos a ayudar;
semejava que Antioco los enviara rogar
o se querián ellos comigo engraciar.



Nunqua deviá omne en las mares fiar,
traen lealtat poca, saben mal solazar;
saben al reçebir buena cara mostrar,
dan con omne aína dentro en mal logar.” (115-120)

Resulta al menos extraña la mención del “pecado” como motivo de la segunda partida de Tiro, que ocasiona el viaje de Apolonio a Tarso y su posterior naufragio, aunque como señala Brownlee probablemente no sea más que el reconocimiento de lo distintivo de la naturaleza humana: “It appears then that the ‘malos pecados’ can only be attributed to the recognition on the part of Apolonio of man’s post-lapsarian state of sinfulness”.[14]

Apenas antes de esa partida, el mismo Apolonio, sin embargo, menciona la vergüenza como móvil y la referencia a la “aventura” se distingue como la motivación textual fundamental, más allá de sus propias palabras posteriores adoloridas y tal vez por ello confusas como náufrago:



“Dixo que non podiá la vergüença durar,
mas queriá ir perderse o la ventura mudar.
De pan e de tresoro mandó mucho cargar;
metióse en aventuras por las ondas del mar.” (34)

Apolonio es hallado por un pescador cuando naufraga en Pentápolis, quien le pregunta qué ha pasado, a lo que el héroe desventurado responde insistiendo, una vez más, en el fallido intento de matrimonio con la princesa de Antioquía: “Fuy a Antiocha casamiento buscar; non recabé la dueña, óveme de tornar” (126ab).

En ese reino que se opone en todo al de Antioquía, en el que el rey Architrastres es tanto un buen padre de su hija Luciana como, de manera consecuente, un buen rey de su pueblo, Apolonio se convierte primero en maestro de música de la princesa y luego en su esposo. Casado con Luciana, y una vez producida la separación de su esposa al creérsela muerta, su más acuciante preocupación ‒aun en medio de sus múltiples desventuras‒ será el matrimonio de su hija Tarsiana, apenas nacida.

5. La problemática matrimonial femenina y la figura de Tarsiana

La problemática matrimonial como eje de la constitución familiar la trasladará el héroe de sí mismo a su única hija, duplicándose de ese modo la temática central que gira en torno a la constitución de una familia y su funcionalidad social. Enfocada la problemática específicamente desde lo femenino, la mujer se define en la Edad Media a partir del hombre, ya sea como hija, esposa y/o madre. Tarsiana, en este caso, es una heroína que reproduce el protagonismo inicial de su padre en la historia, heredando su cortesía, su sabiduría, su bondad y, de manera indirecta, su atención a la composición familiar centrada en la temática de su propio matrimonio. La joven será en el poema primero hija, luego esposa y finalmente madre al concluir la historia, representando a partir de lo femenino una idea de familia cristiana apoyada tanto en la ética como en el control social.



“Acomiéndote la fija e dótela a criar
con su ama Licórides que la sabrá guardar;
non quiero los cabellos ni las uñas tajar
fasta que casamiento bueno le pueda dar.



Fasta que esto pueda conplir e aguisar
al reino de Antioco quiérole dar vagar;
nin quiero en Pentápolin ni en Tiro entrar;
quiero en Egipto en tan amientre estar.” (346-347)

La familia encargada de velar por la crianza de Tarsiana se presenta claramente en el texto a través del parentesco artificial; en ella, el cuidado esperado y deseado por Apolonio se transforma en cambio en un vínculo donde priman los celos de Dionisa por Tarsiana, quien se destaca frente a su propia hija ante toda la ciudad por sus méritos innegables y provoca, sin quererlo, su envidia:



“Por ó quier que pasavan, por rúa o por calleja,
de doña Tarsiana fazián todos conseja;
dizián que Dionisa nin su conpañera
non valién contra ella una mala erveja.



Por poco que de enbidia non se querié perder,
consejo del diablo óvolo a prender;
todo en cabo ovo en ella a cayer;
esta boz Dionisa hóvola a saber.



Asmava que la fiziese a escuso matar,
ca nunqua la vernié el padre a buscar;
el aver que le diera podérselo ie lograr,
non podrié en otra guisa de la llaga sanar.” (367-369)

En esta madre sustituta, que traiciona la confianza de Tarsiana y más aún la de Apolonio al planear asesinar a la joven para quedarse con sus bienes, puede distinguirse la figura tradicional de la madrastra asociada en los relatos legendarios a la maldad e incluso a las representaciones brujescas.[15]

El lazo familiar artificial benéfico, que también se desarrolla en el poema y que privilegia el bien de Tarsiana por sobre todo y se expresa en su cuidado, está representado en cambio por el ama de la joven: Licórides, con quien Apolonio dejara a la recién nacida en Tarso. La nodriza de la joven, lamentablemente, muere siendo esta apenas una niña.

Es justamente la nodriza de Tarsiana quien le cuenta a la joven su propia historia, ante la inminencia de su propia muerte, insistiendo en la promesa de Apolonio de no cortarse los cabellos ni las uñas hasta poder casar a la doncella:



“Díxol’ cómo su padre fizo tal sagramento:
fasta qu’él a la fija diese buen casamiento,
que todo su linage oviese pagamiento,
que non se çerçenase por nul falagamiento.” (362)

Esa promesa se cumple, y se reitera textualmente recién una vez que Apolonio acepta el pedido matrimonial de Antinágoras de casarse con Tarsiana:



“Demás yo he jurado de non me çerçenar,
nin rayer la mi barba nin mis uñas tajar,
fasta que pudiesse a Tarsiana desposar;
pues que la he casada, quiérome afeitar.” (555)

6. Orden familiar y estabilidad social resultante

La celebración de la boda de Tarsiana, que tanto preocupaba a Apolonio y que extendía en el texto una problemática centrada en el casamiento y en la constitución familiar como eje de la estabilidad social, se narra de manera semejante a la propia boda de Apolonio y Luciana, lo que no es inusual si consideramos la resonancia de una sobre la otra en la historia familiar del héroe. Los tópicos centrales del enlace de Antinágoras y Tarsiana refieren el carácter grandioso y bendito del evento, además de lo incontable del suceso:



“Aguisaron las bodas, prisieron bendiciones,
fazién por ellos todos preçes e oraçiones;
fazién tan grandes gozos e tan grandes missiones
que non podrián contarlas loquelas ni sermones.” (558)

De forma similar, la boda inicial de Apolonio y Luciana se narraba esencialmente a través de los motivos de lo grandioso, en su dimensión tanto material como espiritual, y de su perduración en la memoria de todos:



“Fueron las bodas fechas ricas e abondadas,
fueron muchas de yentes a ellas conbidadas;
duraron muchos días que non eran pasadas,
por esos grandes tienpos non fueron olvidadas.” (240)

El casamiento de Antinágoras y Tarsiana sella, de este modo, una estructura familiar conformada según los mismos parámetros ético-cristianos y enlazada por los motivos que se reiteran en la narración, referidos previamente en la boda de Apolonio y Luciana. En la estatua de oro que Tarso construye para Apolonio, en memoria de sus hazañas, figura incluso por escrito y en un lugar central la concreción de ese casamiento como un hecho que perpetúa no solo la familia, sino también la sucesión dinástica y patrimonial:



“Fizieron en la bassa una tal escriptura:
‘El rey Apolonyo, de grant mesura,
echólo en esta villa una tenpesta dura;
falló aquí su fija Tarsiana por grant ventura.



Con gozo de la fija perdió la enfermedat,
diola a Antinágora, señor desta çibdat;
diole en casamiento, muy gran solepnidat,
el regno de Antiocha, muy grant eredat’.” (572-573)

Ya en el final del poema, la honra de ese casamiento vuelve a destacarse y a enfatizarse como la tarea fundamental cumplida por Apolonio como héroe:



“El rey Apolonyo, cuerpo aventurado,
avié a sus faziendas buen fundamento dado,
qua buscó a la fija casamiento ondrado;
era, como oyestes, el fijo aconsejado.” (637)

El carácter ético cristiano de la concepción familiar presente en el Libro de Apolonio se manifiesta de esta forma, esencialmente, en la concreción matrimonial del amor apreciable en el poema:

“Los amores encauzados hacia el matrimonio llevan, superadas las peripecias, a una feliz ampliación territorial y familiar. Y el ensalzamiento de la institución matrimonial va muy acorde con el carácter burgués y urbano del poema español.”[16]

El protagonismo femenino de Tarsiana en la segunda parte de la historia y la duplicación de la preocupación matrimonial que se traslada del padre a la hija da cuenta, asimismo, de la importancia de la familia como núcleo temático del desarrollo narrativo y del poema en su conjunto. En este sentido, la familia es en el Libro de Apolonio tanto el elemento que dinamiza la aventura y le da un sentido que trasciende las individualidades como el componente básico de integración social; el eje que permite subordinar, en síntesis, la naturaleza asocial a la cultura grupal, los impulsos individuales irracionales a la regulación social, el mal particular al bien general.

Material suplementario
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ZUBILLAGA, Carina, Poesía narrativa clerical en su contexto manuscrito. Estudio y edición del Ms. Esc. K-III-4 (“Libro de Apolonio”, “Vida de Santa María Egipciaca”, “Libro de los tres reyes de Oriente”), Buenos Aires, SECRIT, 2014.
Notas
Notas
[1] LORING GARCÍA, 2001, 28.
[2] PERRY, 1962, 295.
[3] Las citas corresponden a la transcripción del texto de la edición conjunta del Ms. Esc. K-III-4 de ZUBILLAGA, 2014. Se indican de aquí en más, a continuación de cada cita, los números de estrofas y/o versos correspondientes.
[4] DEYERMOND, 1989, 162.
[5] CUESTA TORRE, 1997, 555.
[6] El hecho de que la monarquía hispánica fuera una monarquía católica influyó, sin duda, en la metáfora del rey como pater familias como una de sus imágenes básicas. Para ahondar en las metáforas teológicas sobre la figura regia y su uso por parte de la teoría política, remitimos al clásico trabajo de KANTOROWICZ, 1985.
[7] SEGURA GRAIÑO, 2001, 209.
[8] DEYERMOND, 1968-69, 131.
[9] MAIER, 1987.
[10] BROWNLEE, 1983, 169.
[11] DESING, 2012, 102.
[12] BRUNDAGE, 1987, 270.
[13] MARTÍN, 2001, 154.
[14] BROWNLEE, op. cit., 165.
[15} En el imaginario medieval, la figura de la madrastra se asocia con la de la bruja, según la manifestación de tantos relatos populares, historias legendarias y cuentos de hadas.
[16] LACARRA, 1988, 376.
Notas de autor
* Investigadora independiente. Seminario de Edición y Crítica Textual (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), Profesora Adjunta Regular de Literatura Española I, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, http://orcid.org/0000-0002-6924-6098, carinazubillaga@hotmail.com
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