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Jorge Novak, apasionado animador de una fecunda ministerialidad en la Iglesia servidora
Juan Bautista Duhau
Juan Bautista Duhau
Jorge Novak, apasionado animador de una fecunda ministerialidad en la Iglesia servidora
Jorge Novak, Passionate Animator of a Fruitful Ministeriality in the Servant Church
Revista Teología, vol. 58, núm. 136, pp. 151-178, 2021
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: Jorge Novak (1928-2001), primer Obispo de Quilmes, señaló un camino para la Iglesia en Argentina. En su reflexión identificamos desarrollos teológicos y propuestas pastorales válidas para caracterizar una Iglesia «servidora de todos» impulsada en la renovación propuesta por el Concilio Vaticano II. En su pensamiento y en sus acciones pastorales destacaremos la reflexión eclesiológica sobre un tema imprescindible para la existencia de una Iglesia evangelizadora: el desarrollo de ministerios y servicios principalmente laicales en el seno de la comunidad cristiana.

Palabras clave: Jorge Novak (1928-2001),Quilmes,Iglesia servidora,Ministerios laicales.

Abstract: Jorge Novak (1928-2001), the first Bishop of Quilmes, pointed out a path for the Church in Argentina. In his reflection we identify valid theological developments and pastoral proposals to characterize a Church «serving everyone» driven by the renewal proposed by the Second Vatican Council. In her thought and in her pastoral actions we will highlight ecclesiological reflection on an essential theme for the existence of an evangelizing Church: the development of mainly lay ministries and services within the Christian community.

Keywords: Jorge Novak (1928-2001), Quilmes, Serving Church, Lay Ministries.

Carátula del artículo

Artículos

Jorge Novak, apasionado animador de una fecunda ministerialidad en la Iglesia servidora

Jorge Novak, Passionate Animator of a Fruitful Ministeriality in the Servant Church

Juan Bautista Duhau
Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos , Argentina
Revista Teología
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 0328-1396
ISSN-e: 2683-7307
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 58, núm. 136, 2021

Recepción: 01 Marzo 2021

Aprobación: 04 Mayo 2021


1. Introducción

En 1976 el Papa Pablo VI crea la diócesis de Quilmes (Argentina) y nombra a Jorge Novak (1928-2001) primer obispo de la misma.[1] El 19 de septiembre de 1976 es ordenado y toma posesión de la nueva diócesis. Asume su tarea con un espíritu de servicialidad y de configuración con la propuesta realizada por el Concilio Vaticano II para su tarea de pastor. «El padre Novak marcó un rumbo en la Iglesia argentina» indicó Ignacio Pérez del Viso, y «su figura se fue afirmando y alguno de sus principios se fueron imponiendo».[2]

En este artículo nos proponemos ilustrar el valor que tiene la ministerialidad de todos los miembros del Pueblo de Dios en el magisterio y la acción pastoral del Padre Obispo.[3] El florecimiento y formación de diversos ministerios desde los distintos estados de vida y vocaciones permite constituir la Iglesia local como una estructura ministerial toda ella servidora, que tenga como horizonte el desarrollo de tantos servicios como necesidades surgen en la comunidad eclesial quilmeña. Así la Iglesia local podrá ser fiel a la propuesta del Padre Obispo: «Sus servicios deben ser tantos cuantos dolores hay en nuestra zona».[4] Para que esta estructura ministerial no sea un mero diseño de escritorio, sino que realmente sea un entramado de servicios, debe estar pensada y diagramada dando un lugar privilegiado y protagónico a los servicios y ministerios laicales.

2. Múltiples vocaciones en la Iglesia servidora

En el magisterio de Jorge Novak la vida cristiana es un don de Dios con un sentido de misión personal intransferible, que le corresponde a cada persona como partícipe de la vida y la misión de Cristo. Así la existencia personal se configura como «instrumento de salvación para sus hermanos los hombres».[5]

En 1976 el Padre Obispo comienza una serie de escritos para motivar, difundir y convocar a construir la vida de los ministerios y servicios de la diócesis. Las Jornadas Mundiales de Oración por las Vocaciones son un «instrumento providencial donde despertar la conciencia de los fieles a su correlativa responsabilidad en promover y acompañar, con todos los medios a su alcance, la llamada incansable de Cristo a tantos de sus seguidores para un servicio y testimonio más exclusivos».[6]

En sus primeras comunicaciones va a resaltar la desproporción existente entre «la extrema necesidad espiritual y pastoral de inmensos sectores de la humanidad» y la «posibilidad de salir a su encuentro con suficiente número de personas consagradas»,[7] y pondrá el acento en la necesidad de promover las vocaciones al presbiterado y a la vida consagrada.

Asumiendo la realidad de una diócesis con pocos sacerdotes y religiosos,[8] reconoce su responsabilidad intransferible en promover las vocaciones y describe cinco grupos vocacionales: el sacerdocio ministerial y el diaconado permanente; los misioneros; la vida religiosa; los laicos/as consagrados/as en el mundo; y los ministros y colaboradores laicos,[9] que son «una floración esplendida destinada a crecer».[10]

Es posible percibir que Jorge Novak entiende «el término “vocaciones” en toda la amplitud en que lo abarca la Pastoral vocacional»; no en un sentido restringido mirando sólo a la necesidad de vocaciones para el ministerio presbiteral sino en un sentido amplio que propulsa «una verdadera primavera vocacional» de «vocaciones al ministerio sagrado, a la vida consagrada, a la misión evangelizadora, a los ministerios de los fieles laicos, al apostolado laical múltiple».[11]

El deseo de plasmar la Iglesia servidora mediante el aporte de «buenos servidores de la multiforme gracia de Dios»[12] implica, tanto en las decisiones pastorales como en la oración, velar por «todo el espectro de las llamadas de Dios al cristiano»:[13] «¿Presentamos, en la predicación y en la catequesis, todas las formas vocacionales que pueden darse en la Iglesia: sacerdocio; diaconado permanente; vida religiosa; consagración en Institutos seculares; virginidad consagrada en la diócesis; vocación misionera “ad Gentes”; ministros lectores y acólitos ...?»[14]

Jorge Novak sostiene que la intensa promoción vocacional realizada y la intensificación en el fomento de lugar del laico en el servicio eclesial no traen como consecuencia la disminución de las vocaciones al sacerdocio o a la vida consagrada: «¡De ninguna manera! Primero porque la promoción de la vocación ministerial laical pertenece a la Pastoral integral de las vocaciones en la Iglesia. Segundo, porque la experiencia demuestra que por esa vía el tema vocacional gana eficazmente el espacio vital de la familia y favorece toda la línea del llamado divino».[15]

La insistencia del Padre Obispo en sostener una fecunda pastoral de las vocaciones es permanente a lo largo de su ministerio, y más particularmente, designa el año 1995 como «Año Vocacional Diocesano». El lema elegido para iluminar ese año fue «Más ministros sagrados, más personas consagradas, más laicos comprometidos para una Iglesia evangelizadora». Este lema refleja con claridad la voluntad de «abarcar toda la gama de carismas de ministerio y de testimonio»[16] para dinamizar y organizar la Iglesia servidora, sosteniendo una animada promoción vocacional tanto «para los ministerios de ordenación, para los ministerios de institución, y para la animación con misión canónica de parte del obispo».[17]

En el magisterio de Jorge Novak leemos que los ministerios, carismas y servicios son respuesta a una llamada vocacional amplia, no es una convocatoria de Dios restringida al ministerio ordenado, sino que es una llamada con diversidad de respuestas. Anima al Padre Obispo el propósito de «promover todas las vocaciones»,[18] y de bregar por la eficaz formación de todas ellas.[19] Sus iniciativas se proponen hacer fecunda «la ministerialidad en la Iglesia servidora»,[20] al buscar generar servicios concretos que puedan responder prácticamente a los principios propuestos en la renovación conciliar y sepan dar cauce a los diversos llamados vocacionales que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia quilmeña.

3. Diversidad de servicios y ministerios laicales en la Iglesia servidora

Jorge Novak sostiene que «el despertar del laicado en la Iglesia pertenece a las manifestaciones del Espíritu de Jesús» y «la incorporación de los laicos a la nueva evangelización es fundamental para la renovación»[21] de la Iglesia y su proyección misionera.

Desde los primeros pasos en la organización de la diócesis los laicos asumieron un papel activo y fueron convocados constantemente por el Padre Obispo. La Carta Pastoral de Pentecostés del año 1980 es expresión programática del deseo del Padre Obispo de una presencia activa de los laicos en la Iglesia local. En ella quiere suscitar una colaboración inmediata y eficiente de los fieles laicos «para que el organismo viviente que es la diócesis palpite en la plenitud de sus virtualidades de misión al servicio del Reino de Dios».[22]

En esta Carta Pastoral recepta las propuestas de los obispos en Puebla sobre el rol laical y ofrece sus propias reflexiones sobre el lugar de los laicos en la pastoral diocesana. Novak reconoce que «el compromiso del laicado en lo temporal, tan necesario para el cambio de estructuras, ha sido insuficiente».[23] La mayor valorización del laicado en la Iglesia (cf. DP 125) debe traducirse en el crecimiento de su identidad promoviendo su participación, tanto en la planificación como en la ejecución de las acciones de la Pastoral de conjunto, su formación y su coordinación como protagonistas inmediatos de la renovación de los hombres y de las cosas.

Para Jorge Novak el laicado formado debe desarrollar su servicio en la Iglesia local como multiplicador, coordinador, animador y líder potenciando la pastoral de conjunto tanto en el campo de la fe, de la liturgia o del servicio asistencial. Cumplir con la misión propuesta por los Obispos en Puebla de servir al hombre con creatividad de espíritu (cf. DP 1294-1296) supone la presencia y la acción de los laicos que deben ver acentuada su participación en la Iglesia, «confiándoles las tareas que pueden asumir con competencia y eficacia».[24]

Ya en los años fundacionales de la diócesis, aparece en el Padre Obispo la decisión de ver a los laicos empeñados activamente en la tarea pastoral: «Finalmente, suscitemos y formemos un cuerpo numeroso y compacto de voluntarios. Más voluntarios para la catequesis, la liturgia y los servicios: en el inmediato futuro habrá que multiplicar la presencia de la Iglesia en los ambientes más diversos».[25]

La Cuarta Semana de Pastoral del presbiterio de Quilmes (14 al 18 de abril de 1980), animada por Lucio Gera, abordó el Documento de Puebla. El trabajo de los presbíteros se volcó en un documento denominado «Varela 80» que detallaba «Constataciones, Juicios Valorativos y Opciones». Entre los juicios valorativos, específicamente sobre el presbiterio, encontramos expresada una decisión de los mismos sacerdotes: «desclericalicemos, haciendo participar a los laicos en ministerios no sagrados (cf. DP 811 al 817)».[26]

Estos primeros pasos, impulsados por el Padre Obispo, encontrarán una mayor significación en el trabajo y las conclusiones del 1º Sínodo Diocesano. De esta asamblea sinodal surgirá un «documento que rescata los contenidos doctrinales, las acciones pastorales, las sugerencias, proyectos y experiencias que fueron consolidándose a lo largo del sínodo», en definitiva, «que recoge lo que se ha convertido en “consenso general”»[27] en la diócesis.

En esa fuente hallamos las líneas directrices que el Obispo de Quilmes y su diócesis buscarán plasmar en relación con el servicio de los fieles laicos en las estructuras diocesanas. Podemos señalar algunas de las orientaciones pastorales planteadas, que dejan en evidencia la conciencia sobre el rol del laico en la comunidad diocesana: a) reconocer que el laico es agente de la evangelización (cf. AG 21); b) motivar al laicado a aportar plenamente sus dones y carismas y asumir una adultez responsable de servicio; c) promover la participación de los laicos en las comunidades parroquiales confiándoles verdaderas responsabilidades; d) promover la existencia de ministros laicos que se hayan preparado en la Escuela de Ministerios y hayan sido oficializados por el obispo para desempeñar un servicio eclesial con verdadera responsabilidad ante la comunidad; e) buscar que el ministerio laico no sea un cargo al que se apega el ministro sino un verdadero servicio.[28]

Otro momento reflexivo sobre el valor del laico en la construcción de la Iglesia servidora surgirá con la recepción del documento Christifideles Laici (1989), donde Jorge Novak ve un desarrollo del Capítulo IV de la Constitución Lumen Gentium sobre los laicos con «una nueva fuerza expansiva, sólida consistencia doctrinal, clara orientación pastoral».[29] Es tiempo de revisar por qué la hora del laicado no se ha cumplido y descubrir los obstáculos, miedos y desbordes que se observan en la plena aplicación de las enseñanzas del Concilio sobre la tarea de los laicos en la Iglesia:

«El documento que nos remite el Santo Padre es de tal trascendencia que bien justifica el esfuerzo mayor de un Congreso diocesano. “Es la hora del laicado”: esta afirmación no ha de ser tomada como un lugar común, como un slogan oportunista y privado de contenido. ¡Es realmente así! El 98% de la población de la Iglesia debe tomar conciencia de su dignidad cristiana, en igualdad de condiciones con respecto a los ministros sagrados y a las personas consagradas. Ha de asumir plena y libremente, con la relativa autonomía que le reconoció el Concilio Vaticano II, la responsabilidad que le es inherente como laico inmerso en las realidades temporales, testificando y proclamando el Evangelio».[30]

Jorge Novak piensa los servicios de animación eclesial «con la audacia propia de una comunidad iluminada e impulsada por la fe»,[31] atreviéndose a soñar con «centenares de parroquias atendidas por fieles laicos»[32] y proyecta la «hora del laicado» asumiendo que la comunidad eclesial aún no ha deducido las consecuencias positivas que supone un laicado comprometido «en el plano de la vida, de la comunión y la misión de la Iglesia, en el mundo de hoy».[33]

No solo por las necesidades pastorales que surgen sino más bien «por el acrecido aprecio del sacerdocio común de los fieles (en virtud de los sacramentos de la iniciación cristiana)»,[34] el Padre Obispo valora el servicio de los fieles laicos como ministros extraordinarios de los sacramentos, así como la delegación para presidir asambleas litúrgicas sin sacerdotes:[35] «He constatado con claridad la presencia del Señor que llama a los laicos a colaborar con el obispo en la edificación de una Iglesia más cohesionada en la comunión y más testimonial en el cumplimiento de su misión».[36]

El Padre Obispo resalta la igual dignidad de todos los miembros de la Iglesia y afirma que «los fieles laicos no son un sector de segunda categoría en la Iglesia; les asiste la mayor edad que les reconoce la Santísima Trinidad, para su gloria y para salvación de la humanidad».[37]

Para impulsar los diversos esfuerzos de renovación que la Iglesia ha universalizado en el Concilio Vaticano II la diócesis cuenta con sus organismos y las parroquias con sus agentes pastorales. La diócesis se organiza con un sentido de coordinación, de animación y de formación a través de sus centros y comisiones, y la parroquia se dinamiza en sus tareas con una gran variedad de servicios y ministerios que llevan adelante los agentes pastorales.

La multiplicación de los agentes pastorales es una necesidad para que la Iglesia no pierda su capacidad de luz y fermento, especialmente a través de la renovación de las comunidades parroquiales, para que puedan ser verdaderamente comunidad de comunidades.[38]

Para desarrollar la gran tarea evangelizadora de la Iglesia es necesario llevar adelante una «convocatoria amplia, con carácter de urgencia»,[39] ya que los grandes cambios culturales exigen incorporar nuevos voluntarios y formarlos adecuadamente.

La propuesta del Padre Obispo de una Iglesia servidora a través de múltiples ministerios no es meramente un sueño como utopía, sino que es la concreción paulatina de una verdadera estructura de servicios organizados. Esta organización pastoral se alimenta de una esperanzada promoción del lugar del laico en la Iglesia diocesana y se establece concretamente a nivel parroquial o de las pequeñas comunidades: «La diócesis necesita centenares y centenares de ministros laicos».[40]

Así como para Novak la diócesis «es la Iglesia en la forma concreta»,[41] de manera correspondiente la Iglesia particular se expresa concretamente en la parroquia, en la capilla o en el centro pastoral de acuerdo con el nivel de desarrollo y organización pastoral de la comunidad eclesial en cada una de las zonas en que se divide el territorio diocesano.

En el desarrollo de la diócesis, los laicos organizados son «los pioneros de una vasta experiencia eclesial» en la que Novak cifra «grandes y sólidas ilusiones de una Iglesia más cohesionada en su comunión interna y en su dinamismo misionero».[42] Esta visión se plasma en organizar «que todos los barrios y todos los centros poblacionales tengan su servidor (o equipo de servidores) que, enviados por el obispo, convoquen a las familias dispersas para celebrar el Día del Señor. Miles de familias católicas dejarán, entonces, de sentirse olvidadas por su Madre, la Iglesia».[43]

La concreción de una estructura pastoral organizada supone un proceso que tiene como primer paso, frente a la necesidad pastoral, el desarrollo del voluntariado y la convocatoria a servicios y ministerios «extraordinarios»; en un segundo paso la formación de ministros «ordenados», «ordinarios», «instituidos» «oficializados» o «con misión canónica» por parte del obispo.[44]

La experiencia de desarrollar múltiples servicios laicales en una organizada estructura pastoral es uno de los rasgos fundacionales, con espíritu de ejemplaridad, que el Padre Obispo buscó plasmar como dinamismo pastoral en la diócesis.

Esta organización pastoral de ministerios se concibe, en la mente del Padre Obispo, no como un orden jerárquico ni como un escalafón, sino como un servicio con sabor a servidumbre: «No se escala un honor, se acepta el sufrimiento que sazona toda la vida y todas las tareas del ministro. No hablamos de escalafón, no pretendemos desbancar a nadie en la asamblea litúrgica, no buscamos atraer la atención».[45]

Sintetizando, en la Iglesia particular de Quilmes surgen «vocaciones especiales de laicos en el ejercicio de tareas particulares»,[46]como respuesta pastoral concreta para las necesidades pastorales de la diócesis. Estas vocaciones encauzadas en un proceso de formación y de integración en la pastoral de conjunto diocesana desarrollan una identidad específica de servicio que describiremos a continuación.

4. Ministerios laicales desarrollados en la Iglesia de Quilmes

Nos proponemos describir algunos de los variados ministerios que los agentes pastorales laicos son invitados y promovidos a desarrollar como un aporte fecundo a la Iglesia servidora por el Padre Obispo y la Iglesia que camina en Quilmes. Consideraremos alguno de ellos en un ágil panorama.[47]

Una de las novedades propuestas por Jorge Novak en el campo de los servicios reconocidos fue el desarrollo del ministerio del animador o animadora de la comunidad como ministro laico ordinario. Este servicio es una actividad pastoral que dinamiza la vida de la comunidad, promueve integralmente al hombre convocándolo en comunidad:[48] «El animador es un servidor que en ámbitos o zonas alejadas o desatendidas pueda plantar y promover la comunidad en las áreas pastorales: la Palabra, la liturgia y los servicios en comunión con párroco».[49]

El servicio del animador es vivificar la comunidad reanimándola, reagrupándola y reordenándola, evitando la atomización de la Iglesia y retomando vigorosamente la evangelización.[50] El animador/a de la comunidad es un instrumento espiritual, por el cual Dios hace crecer la fe personal e integra a los fieles en una comunidad: «He visto con mis propios ojos la presencia y el servicio de estos hermanos y hermanas en comunidades de familias que, gracias a esta convocatoria del Espíritu con la correspondiente respuesta de los interpelados, van saliendo de la dispersión y del anonimato».[51]

«Los animadores de comunidad, una figura que tiene que perfilarse mejor, que es muy importante; porque el sacerdote que lo acaparaba todo, hace unos decenios, hoy está imposibilitado de cubrirlo. Es la hora de los fieles laicos sin negar la necesidad de sacerdotes y de religiosas. Pero hay que movilizar totalmente a nuestro laicado, capacitando los ministros instituidos, los ministros ordenados».[52]

Se trata de un verdadero ministerio pastoral, ya que la generosidad «a veces rayana en el heroísmo»[53] de los animadores y animadoras participa «de la compasión sentida por Jesús hacia la muchedumbre dispersa “como ovejas sin pastor”»:[54]«Su tarea: congregar, informar, estimular, invitar a la oración comunitaria, cultivar el espíritu eclesial católico».[55]

El Padre Obispo anima a la comunidad eclesial a respetar, interesarse y valorar afectivamente a los animadores o animadoras de la comunidad «allí donde desempeñan, por mandato del obispo, su tarea ejemplar de dedicación, edificación y misión. En la nueva etapa histórica de la Iglesia tenemos que afirmar la incorporación de nuestros hermanos y hermanas laicos, con convicción y paciencia en el diálogo interno».[56]

«Ya no basta el liderazgo espiritual del sacerdote, aunque sigue siendo imprescindible. Hay que convocar ampliamente al laicado en la Iglesia, confiándole tareas de responsabilidad en la animación, orientación y coordinación de las comunidades. Para llenar eficazmente tan urgentes responsabilidades se imponen dos condiciones: Buena formación eclesial y misión canónica por parte del Obispo diocesano. Hay mucho confusionismo en la sociedad y el líder de nuestras comunidades ha de demostrar claridad de criterios, capacidad de conducción y espiritualidad de humilde servicio».[57]

Los candidatos deben tener una reconocida vocación eclesial de servicio que ya se estuviera desplegando de algún modo en una comunidad concreta y se abre la posibilidad de realizar esta formación a las mujeres.[58] La formación y la misión para desarrollar este ministerio quedan legitimadas por la oficialización y la concesión de la misión canónica por parte del obispo: «Finalmente, en lo que toca a la misión, la Escuela garantiza a la diócesis el mandato del obispo, que legitima la acción animadora del ministro […] Aquí no hay improvisación, no hay privilegios, no hay encubrimientos. Tras la intervención de la comunidad, del cuerpo formador, del equipo directivo, el obispo otorga la misión canónica. Más no se puede. Menos no se debe».[59]

Pablo VI, a través del Motu proprio Ministeria quaedam,[60] estableció los ministerios de lector y acólito que pueden ser confiados a los fieles laicos. Este paso de renovación es para Jorge Novak una oportunidad de conformar la estructura de servicios de la diócesis con otros dos ministerios: «Como fruto de la renovación litúrgica se dan también ahora los Lectores y Acólitos, como ministros permanentes en virtud de un rito apropiado de institución».[61]

Al comunicar el inicio de esta formación laical a los sacerdotes en 1978 señala que, si bien estos ministerios no son un recurso para cubrir la penuria de presbíteros, «las enormes deficiencias de ministros sagrados nos han llevado, como Iglesia, a descubrir esta veta descuidada del ministerio de la Iglesia».[62]

Los Lectores y Acólitos «son instrumentos primarios en la promoción del Movimiento Litúrgico diocesano».[63] Esta expresión nos permite señalar otra de las intuiciones pastorales del Padre Obispo, quien reconociendo el desarrollo de los distintos movimientos que influyeron en el Concilio Vaticano II (movimiento bíblico, litúrgico, y también catequístico), no los considera como una realidad solo de la Iglesia universal, sino que también deben plasmarse en la Iglesia local. Para Jorge Novak el desarrollo del ministerio del lector y del acólito en las comunidades es una de las formas concretas en que se logra la renovación del movimiento litúrgico en la Iglesia particular.

Estos dos ministerios aportarán entonces su novedad de servicio a la Iglesia diocesana:

«Se dan vocaciones especiales por vía de ministerios. Han sido reconocidos los de Lectores y Acólitos. El de los Lectores es un servicio al Pueblo de Dios a través de la Palabra celebrada por la comunidad. El de los Acólitos responde al propósito de la Iglesia de invitar con mayor frecuencia y generosidad a sus hijos a la Mesa de la Eucaristía».[64]

Novak resalta que el ejercicio del ministerio de lectorado tiene un principio clarísimo en el mandato de leer la Palabra de Dios en las asambleas litúrgicas: proclamando la Sagrada Escritura, recitando el salmo, presentando las intenciones de la oración universal, animando el canto y dirigiendo la participación del Pueblo de Dios. A estas funciones litúrgicas se añaden dos actividades pastorales: la misión de enseñar a los fieles mediante la catequesis sacramental y la instrucción bíblica.[65]

El ministerio del lectorado tiene una proyección amplia y concreta y es un instrumento providencial en la renovación bíblica como servicio eclesial a la Palabra de Dios.[66] Su preparación espiritual y bíblica, inclusive técnica, es un aporte al desarrollo digno y armonioso de la Liturgia de la Palabra para una adecuada comunicación de la Palabra de Dios a la asamblea.[67]

El Proyecto Educativo de la Escuela de Ministerios indica que el Lectorado se define en torno al eje de la Palabra, ya que en ella encuentra su identidad profunda. El perfil que se busca formar para este ministerio expresa: «es una persona capaz de escuchar, creer, vivir, celebrar, dejarse guiar y promover la Palabra. Su función es animar la Palabra no solamente en la celebración litúrgica, sino promoverla haciendo que la gente pueda escuchar, leer, creer y dejarse guiar a su luz. Es sensible a la religiosidad popular».[68]

Dentro del marco de referencia del ministerio del lectorado Jorge Novak impulsa que se transforme al Lector también en «promotor del movimiento bíblico en la diócesis, en sus diversos aspectos».[69]

Por otro lado, el acolitado se define en torno al eje Altar-Eucaristía y su perfil es el de «un ministro capaz de animar y promover la Liturgia, la Eucaristía y la Caridad».[70] El ministerio del acolitado promueve integralmente el culto eucarístico sirviendo al altar y ayudando en las acciones litúrgicas, distribuyendo como ministro extraordinario la Santa Comunión, extraordinariamente exponiendo públicamente la Eucaristía y formando a los fieles.[71]

Para Jorge Novak, en el futuro de la misión evangelizadora de la Iglesia, le corresponde a la Eucaristía un lugar central indiscutible, por lo tanto, el ministerio del acólito es indispensable para que el culto eucarístico no sea mermado o extinguido en las comunidades: «El futuro de la diócesis: centenares de ministros Acólitos».[72]

Como rasgo local de este ministerio el Padre Obispo busca comunicarle «también el espíritu de coordinar la visita a los enfermos de su respectiva zona de influencia».[73]

«Pasadas un par de generaciones de la renovación conciliar, la presencia de los fieles laicos será normal y habrá logrado plenamente su estilo, con la aceptación general de la comunidad eclesial. Los Acólitos (de ellos nos estamos ocupando aquí) habrán reemplazado a los ministros «extraordinarios» de la distribución de la eucaristía. En los Acólitos (dejando abiertas para el futuro las puertas de acceso a ese ministerio instituido para las mujeres, ya que ellas son ahora, también, ministras «extraordinarias») se dan las condiciones requeridas idealmente: serio discernimiento vocacional (en la que se integran la esposa y los hijos), opinión de la comunidad, conveniente preparación (en nuestra diócesis: cinco años) y real colegialidad y necesario seguimiento».[74]

En las reflexiones del Padre Obispo queda en evidencia que la decisión de formar para otros ministerios laicales, más allá de mirar al diaconado permanente, surgió en los años iniciales y se buscó sostener como orientación y perspectiva de la Escuela de Ministerios: «En principio pensábamos en preparar candidatos para ser ordenados diáconos permanentes. Esta finalidad queda en pie, pero hemos desarrollado la institución de modo que puedan egresar también otros ministros laicos para el servicio de nuestras comunidades».[75]

Las fuentes no nos permiten determinar con mayor exactitud una periodización, pero si queda en evidencia en su lectura que la experiencia laical de estos ministerios se fue perdiendo. Finalmente, ya a finales de la década de 1990, se produjo el mismo proceso que en la generalidad de las Iglesias particulares y estos ministerios se consolidaron como metas intermedias hacia el diaconado permanente. Una de las razones es que las vocaciones ministeriales laicales buscaron la seguridad y garantía de un ministerio ordenado en el diaconado permanente.[76]

Por otra parte, y como señalan algunos autores, es de destacar que el principio o formato de los ministerios laicales del lectorado y del acolitado ofrecieron un «un marco teológico y canónico pastoralmente factible para dar una respuesta institucional a nuevas exigencias de la misión».[77] Estas nuevas formas de ministerio laicales y el formato para instituirlos mostraron un camino para el reconocimiento, oficialización, envío o misión canónica de otros ministerios laicales. Así describe y distingue Jorge Novak el modo de reconocimiento de los distintos ministerios: «“Oficializamos” animadores; “instituimos” Lectores y Acólitos; “ordenamos” Diáconos».[78]

Nos proponemos describir algunos de los variados ministerios que los agentes pastorales laicos son invitados y promovidos a desarrollar como un aporte fecundo a la Iglesia servidora por el Padre Obispo y la Iglesia que camina en Quilmes. Consideraremos alguno de ellos en un ágil panorama.[47]

Una de las novedades propuestas por Jorge Novak en el campo de los servicios reconocidos fue el desarrollo del ministerio del animador o animadora de la comunidad como ministro laico ordinario. Este servicio es una actividad pastoral que dinamiza la vida de la comunidad, promueve integralmente al hombre convocándolo en comunidad:[48] «El animador es un servidor que en ámbitos o zonas alejadas o desatendidas pueda plantar y promover la comunidad en las áreas pastorales: la Palabra, la liturgia y los servicios en comunión con párroco».[49]

El servicio del animador es vivificar la comunidad reanimándola, reagrupándola y reordenándola, evitando la atomización de la Iglesia y retomando vigorosamente la evangelización.[50] El animador/a de la comunidad es un instrumento espiritual, por el cual Dios hace crecer la fe personal e integra a los fieles en una comunidad: «He visto con mis propios ojos la presencia y el servicio de estos hermanos y hermanas en comunidades de familias que, gracias a esta convocatoria del Espíritu con la correspondiente respuesta de los interpelados, van saliendo de la dispersión y del anonimato».[51]

«Los animadores de comunidad, una figura que tiene que perfilarse mejor, que es muy importante; porque el sacerdote que lo acaparaba todo, hace unos decenios, hoy está imposibilitado de cubrirlo. Es la hora de los fieles laicos sin negar la necesidad de sacerdotes y de religiosas. Pero hay que movilizar totalmente a nuestro laicado, capacitando los ministros instituidos, los ministros ordenados».[52]

Se trata de un verdadero ministerio pastoral, ya que la generosidad «a veces rayana en el heroísmo»[53] de los animadores y animadoras participa «de la compasión sentida por Jesús hacia la muchedumbre dispersa “como ovejas sin pastor”»:[54]«Su tarea: congregar, informar, estimular, invitar a la oración comunitaria, cultivar el espíritu eclesial católico».[55]

El Padre Obispo anima a la comunidad eclesial a respetar, interesarse y valorar afectivamente a los animadores o animadoras de la comunidad «allí donde desempeñan, por mandato del obispo, su tarea ejemplar de dedicación, edificación y misión. En la nueva etapa histórica de la Iglesia tenemos que afirmar la incorporación de nuestros hermanos y hermanas laicos, con convicción y paciencia en el diálogo interno».[56]

«Ya no basta el liderazgo espiritual del sacerdote, aunque sigue siendo imprescindible. Hay que convocar ampliamente al laicado en la Iglesia, confiándole tareas de responsabilidad en la animación, orientación y coordinación de las comunidades. Para llenar eficazmente tan urgentes responsabilidades se imponen dos condiciones: Buena formación eclesial y misión canónica por parte del Obispo diocesano. Hay mucho confusionismo en la sociedad y el líder de nuestras comunidades ha de demostrar claridad de criterios, capacidad de conducción y espiritualidad de humilde servicio».[57]

Los candidatos deben tener una reconocida vocación eclesial de servicio que ya se estuviera desplegando de algún modo en una comunidad concreta y se abre la posibilidad de realizar esta formación a las mujeres.[58] La formación y la misión para desarrollar este ministerio quedan legitimadas por la oficialización y la concesión de la misión canónica por parte del obispo: «Finalmente, en lo que toca a la misión, la Escuela garantiza a la diócesis el mandato del obispo, que legitima la acción animadora del ministro […] Aquí no hay improvisación, no hay privilegios, no hay encubrimientos. Tras la intervención de la comunidad, del cuerpo formador, del equipo directivo, el obispo otorga la misión canónica. Más no se puede. Menos no se debe».[59]

Pablo VI, a través del Motu proprio Ministeria quaedam,[60] estableció los ministerios de lector y acólito que pueden ser confiados a los fieles laicos. Este paso de renovación es para Jorge Novak una oportunidad de conformar la estructura de servicios de la diócesis con otros dos ministerios: «Como fruto de la renovación litúrgica se dan también ahora los Lectores y Acólitos, como ministros permanentes en virtud de un rito apropiado de institución».[61]

Al comunicar el inicio de esta formación laical a los sacerdotes en 1978 señala que, si bien estos ministerios no son un recurso para cubrir la penuria de presbíteros, «las enormes deficiencias de ministros sagrados nos han llevado, como Iglesia, a descubrir esta veta descuidada del ministerio de la Iglesia».[62]

Los Lectores y Acólitos «son instrumentos primarios en la promoción del Movimiento Litúrgico diocesano».[63] Esta expresión nos permite señalar otra de las intuiciones pastorales del Padre Obispo, quien reconociendo el desarrollo de los distintos movimientos que influyeron en el Concilio Vaticano II (movimiento bíblico, litúrgico, y también catequístico), no los considera como una realidad solo de la Iglesia universal, sino que también deben plasmarse en la Iglesia local. Para Jorge Novak el desarrollo del ministerio del lector y del acólito en las comunidades es una de las formas concretas en que se logra la renovación del movimiento litúrgico en la Iglesia particular.

Estos dos ministerios aportarán entonces su novedad de servicio a la Iglesia diocesana:

«Se dan vocaciones especiales por vía de ministerios. Han sido reconocidos los de Lectores y Acólitos. El de los Lectores es un servicio al Pueblo de Dios a través de la Palabra celebrada por la comunidad. El de los Acólitos responde al propósito de la Iglesia de invitar con mayor frecuencia y generosidad a sus hijos a la Mesa de la Eucaristía».[64]

Novak resalta que el ejercicio del ministerio de lectorado tiene un principio clarísimo en el mandato de leer la Palabra de Dios en las asambleas litúrgicas: proclamando la Sagrada Escritura, recitando el salmo, presentando las intenciones de la oración universal, animando el canto y dirigiendo la participación del Pueblo de Dios. A estas funciones litúrgicas se añaden dos actividades pastorales: la misión de enseñar a los fieles mediante la catequesis sacramental y la instrucción bíblica.[65]

El ministerio del lectorado tiene una proyección amplia y concreta y es un instrumento providencial en la renovación bíblica como servicio eclesial a la Palabra de Dios.[66] Su preparación espiritual y bíblica, inclusive técnica, es un aporte al desarrollo digno y armonioso de la Liturgia de la Palabra para una adecuada comunicación de la Palabra de Dios a la asamblea.[67]

El Proyecto Educativo de la Escuela de Ministerios indica que el Lectorado se define en torno al eje de la Palabra, ya que en ella encuentra su identidad profunda. El perfil que se busca formar para este ministerio expresa: «es una persona capaz de escuchar, creer, vivir, celebrar, dejarse guiar y promover la Palabra. Su función es animar la Palabra no solamente en la celebración litúrgica, sino promoverla haciendo que la gente pueda escuchar, leer, creer y dejarse guiar a su luz. Es sensible a la religiosidad popular».[68]

Dentro del marco de referencia del ministerio del lectorado Jorge Novak impulsa que se transforme al Lector también en «promotor del movimiento bíblico en la diócesis, en sus diversos aspectos».[69]

Por otro lado, el acolitado se define en torno al eje Altar-Eucaristía y su perfil es el de «un ministro capaz de animar y promover la Liturgia, la Eucaristía y la Caridad».[70] El ministerio del acolitado promueve integralmente el culto eucarístico sirviendo al altar y ayudando en las acciones litúrgicas, distribuyendo como ministro extraordinario la Santa Comunión, extraordinariamente exponiendo públicamente la Eucaristía y formando a los fieles.[71]

Para Jorge Novak, en el futuro de la misión evangelizadora de la Iglesia, le corresponde a la Eucaristía un lugar central indiscutible, por lo tanto, el ministerio del acólito es indispensable para que el culto eucarístico no sea mermado o extinguido en las comunidades: «El futuro de la diócesis: centenares de ministros Acólitos».[72]

Como rasgo local de este ministerio el Padre Obispo busca comunicarle «también el espíritu de coordinar la visita a los enfermos de su respectiva zona de influencia».[73]

«Pasadas un par de generaciones de la renovación conciliar, la presencia de los fieles laicos será normal y habrá logrado plenamente su estilo, con la aceptación general de la comunidad eclesial. Los Acólitos (de ellos nos estamos ocupando aquí) habrán reemplazado a los ministros «extraordinarios» de la distribución de la eucaristía. En los Acólitos (dejando abiertas para el futuro las puertas de acceso a ese ministerio instituido para las mujeres, ya que ellas son ahora, también, ministras «extraordinarias») se dan las condiciones requeridas idealmente: serio discernimiento vocacional (en la que se integran la esposa y los hijos), opinión de la comunidad, conveniente preparación (en nuestra diócesis: cinco años) y real colegialidad y necesario seguimiento».[74]

En las reflexiones del Padre Obispo queda en evidencia que la decisión de formar para otros ministerios laicales, más allá de mirar al diaconado permanente, surgió en los años iniciales y se buscó sostener como orientación y perspectiva de la Escuela de Ministerios: «En principio pensábamos en preparar candidatos para ser ordenados diáconos permanentes. Esta finalidad queda en pie, pero hemos desarrollado la institución de modo que puedan egresar también otros ministros laicos para el servicio de nuestras comunidades».[75]

Las fuentes no nos permiten determinar con mayor exactitud una periodización, pero si queda en evidencia en su lectura que la experiencia laical de estos ministerios se fue perdiendo. Finalmente, ya a finales de la década de 1990, se produjo el mismo proceso que en la generalidad de las Iglesias particulares y estos ministerios se consolidaron como metas intermedias hacia el diaconado permanente. Una de las razones es que las vocaciones ministeriales laicales buscaron la seguridad y garantía de un ministerio ordenado en el diaconado permanente.[76]

Por otra parte, y como señalan algunos autores, es de destacar que el principio o formato de los ministerios laicales del lectorado y del acolitado ofrecieron un «un marco teológico y canónico pastoralmente factible para dar una respuesta institucional a nuevas exigencias de la misión».[77] Estas nuevas formas de ministerio laicales y el formato para instituirlos mostraron un camino para el reconocimiento, oficialización, envío o misión canónica de otros ministerios laicales. Así describe y distingue Jorge Novak el modo de reconocimiento de los distintos ministerios: «“Oficializamos” animadores; “instituimos” Lectores y Acólitos; “ordenamos” Diáconos».[78]

El reconocimiento de cada ministerio es uno de los modos potentes que el Padre Obispo propone para visibilizar y poner en valor los ministerios laicales en la Iglesia quilmeña.

En la visión de Jorge Novak el misterio de la Eucaristía es central para la Iglesia, «y en ella son necesarios los ministros extraordinarios de la Eucaristía para una “mayor distribución del alimento” y una “mayor promoción del deseo” acompañado de una “mayor promoción de agentes de liturgia”».[79] Para esto será necesario convocar en número suficiente a los laicos para este servicio, formarlos debidamente y renovar en forma permanente su espíritu por medio de distintas convocatorias.[80]

Este servicio de la caridad fraterna se presta distribuyendo la Eucaristía en las celebraciones de la Palabra o de la Eucaristía, llevando la sagrada Comunión a los enfermos y administrando el viático. Jorge Novak insiste en la servicialidad que debe caracterizar a los ministerios y señala que ser destinado o delegado a esta función «no es un privilegio que se les otorga sino un servicio que se les encomienda».[81]

Como ya hemos indicado, en la organización pastoral de los ministerios el Padre Obispo proyectaba que los ministerios ordinarios reemplazaran a los extraordinarios; en este caso, que los acólitos fueran reemplazando a los ministros extraordinarios de la distribución de la eucaristía, dejando abierta la posibilidad futura de este ministerio instituido para las mujeres.[82] Como esta posibilidad no se concretó en la Iglesia, entonces el camino para el desarrollo de un servicio eucarístico de la mujer en la estructura de ministerios diocesana fue continuar formando y delegando ministros extraordinarios laicos, más aún, para las mujeres.

Dado que la catequesis es una de las formas privilegiadas con que la Iglesia vive su servicio a la Palabra de Dios y a la evangelización, Jorge Novak asume que su servicio como obispo supone suscitar y mantener en la diócesis de Quilmes «una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los recursos necesarios».[83]

Para Jorge Novak la catequesis es una «tarea altamente edificante»[84], «una noble misión más necesaria que nunca»[85] y una «exigencia apremiante»,[86] donde los catequistas acompañan y ayudan a la maduración de la fe de los niños, jóvenes y adultos. La misión del catequista conlleva una gran responsabilidad ya que su actividad pastoral, en el acompañamiento de las personas que se acercan, lo convierte en un guía espiritual y en un formador de la conciencia: «Ayuda a formar esa conciencia con la doctrina que imparte. Tanto o más influye en la conciencia de sus catequizandos por el ejemplo, con el testimonio de su vida, con su personalidad».[87]

Mediante el envío formal Novak valoriza el ministerio del catequista en la diócesis de Quilmes, le da un lugar y lo institucionaliza. La tarea, eminentemente laical de la catequesis, es realzada mediante la misión canónica y colocada significativamente en el marco de una pastoral de conjunto y de una estructura diocesana de ministerios y servicios.

Todas estas iniciativas del obispo y de su Iglesia local confluyen para gestar y dinamizar un verdadero «movimiento catequístico diocesano».[88] Este movimiento catequístico diocesano, en los inicios del camino se concentró en generar las catequesis en las distintas parroquias, capillas y colegios, especialmente como preparaciones a los sacramentos de iniciación cristiana. También en la tarea catequística todas las instancias de encuentro y de trabajo sinodal diocesano se plantean como pasos para crecer en una necesaria pastoral de conjunto.

El movimiento bíblico en la diócesis también necesita sus agentes cualificados en la mirada pastoral orgánica del Padre Obispo. Desde la experiencia reunida en los cursos de Lectorado y Acolitado, a partir del ciclo lectivo 1988, la Escuela de Ministerios comenzó a ofrecer una formación adecuada para un nuevo ministerio que se denominó «promotor bíblico». El objetivo de este ministerio es expresado con claridad por el Padre Obispo en esta intención de oración: «Señor Jesús, bendice el esfuerzo de nuestra Escuela de Promotores Bíblicos, para que nuestro pueblo lea con fruto las Sagradas Escrituras».[89]

Se trata de una formación más sistemática de los coordinadores del movimiento bíblico en la diócesis, encargados de la difusión de la Palabra de Dios y de la formación de grupos bíblicos:[90] «Agradezcamos a Dios e1 notable incremento que va teniendo en nuestra diócesis e1 movimiento bíblico. Se distribuyen nuevos ejemplares de la Biblia a familias privadas hasta ahora de tan consoladora lectura. Se multiplican los promotores bíblicos. Son cada vez más numerosos los grupos bíblicos».[91]

Estos agentes pastorales se encargan de promover la Sagrada Escritura y de capacitar para una mejor lectura del texto bíblico a familias, grupos y comunidades.[92] Es un servicio a la animación de los grupos bíblicos, «en los que la Palabra de Dios es profundizada con una puesta en común serena y espiritual»,[93] y a la adecuada celebración de la Palabra de Dios.

«La Iglesia necesita urgentemente la colaboración de los fieles laicos, por ejemplo, como misioneros»,[94] señala Jorge Novak. Este ministerio es una profundización del compromiso misionero bautismal de cada miembro del Pueblo de Dios.

Si bien todo bautizado debe ser misionero, en la convicción del Padre Obispo debe forjarse una figura ministerial con «vocación específicamente misionera, también dentro del laicado»[95] que recorra sistemáticamente la parroquia en una pastoral netamente evangelizadora.

El antecedente más cercano de esta figura es la propuesta de desarrollar un proyecto misionero parroquial para llegar a todos las familias que viven en el territorio.[96] Así surge el servicio de «misionero/a de manzana», como recepción de las orientaciones brindadas por el 1º Sínodo de la diócesis, y concretadas en la misión diocesana y parroquial.[97]

Más de diez años después, podemos ver cómo el Padre Obispo sigue considerando esta estructura pastoral como una posibilidad concreta de llegar a los habitantes de la zona de influencia de las parroquias y capillas, con ocasión de conmemorarse a los fieles difuntos: «Se trata de organizar una celebración diaria en los nueve días preparatorios al 2 de noviembre, convocando a todos los habitantes de la parroquia, mediante una invitación que distribuirán los misioneros de la comunidad».[98]

La declaración de la diócesis «en estado de misión» al concluir el 1º Sínodo dio como fruto el desarrollo de múltiples iniciativas evangelizadoras. Entre ellas la propuesta de los misioneros de manzana visitando a todas las familias de los radios parroquiales, el desarrollo de grupos misioneros hacia distintas diócesis del país y el proyecto de la misión popular bajo carpa.[99] Estas iniciativas supusieron el desarrollo de agentes pastorales capaces de llevar adelante estos proyectos.

Los voluntarios de la caridad y del servicio a los más necesitados son auténticas respuestas vocacionales en la comunidad eclesial: «Obedeciendo al mandato divino de socorrer a nuestros hermanos necesitados, ustedes, en algún momento de su vida, se incorporaron como voluntarios a la acción desarrollada por Cáritas».[100]

La Iglesia debe encontrar los caminos para convocar y formar a los cristianos que –«tocados interiormente por el Espíritu de Dios para visitar las familias, servir de enlace, ofrecer su tiempo y su experiencia»–[101] puedan incorporarse como agentes pastorales de la caridad: «Sepamos perseverar, sepamos convocar a muchos más para que se integren en los cuadros de servicios de Cáritas».[102]

El Padre Obispo asume como un rasgo de su misión episcopal el desarrollo de Cáritas: «lógica respuesta a un deber igualmente grave que pesa sobre mi conciencia de Obispo».[103] El desarrollo del servicio de Cáritas depende de la capacidad de convocar y entusiasmar a numerosos voluntarios, que deben ser integrados en un cuerpo de servidores, y como toda vocación eclesial ser formados y capacitados. La acción de Cáritas no es una mera ayuda espontánea frente a la necesidad, sino que debe organizarse sólidamente en todos los ámbitos de la Iglesia local.[104]

Parte del trabajo pastoral de la Iglesia servidora en favor de los más pobres es evaluar el camino de las estructuras de servicio para que estas se desarrollen más y mejor, atendiendo especialmente a la capacitación de los voluntarios y al espíritu que impulsa este ministerio de la caridad.[105]

La realidad de una diócesis muy extensa, donde no era posible aún llegar con el servicio de los sacerdotes y los diáconos a todas las zonas, producía que algunas obligaciones pastorales y demandas de la población no pudieran ser satisfechas. Una de ellas era la necesidad de asegurar una adecuada celebración del rito matrimonial.

Por ello el Padre Obispo solicita a la Santa Sede, con el visto bueno de la Comisión Permanente del Episcopado, «el permiso de delegar a laicos cualificados para ser testigos oficiales en la celebración sacramental del matrimonio».[106]

Para que la cualificación sea efectiva la Escuela de Ministerios para Laicos organizó un curso de varios encuentros para preparar a estos servidores. La delegación para este servicio es refrendada con la recepción de la misión canónica del obispo:

«Voy a dar ahora la misión canónica a un grupo de nuestros laicos, debidamente preparados, para que ejerza la representación de la Iglesia como “testigos cualificados” en la celebración sacramental del matrimonio. Lo hago en base a la autorización que me vino explícitamente de la Santa Sede, tras formal recomendación de la Conferencia Episcopal Argentina. Es una demostración más de la solicitud que tiene la Iglesia por la santidad de la institución matrimonial. Ante la grave escasez de sacerdotes y diáconos, que sigue aquejándonos, aseguramos al solemne rito de la celebración matrimonial el marco de eclesialidad imprescindible. Los presbíteros se sentirán con mayor disponibilidad de tiempo para la administración del sacramento de la penitencia y para la celebración de la santa misa».[107]

Novak comprende que se trata de una actuación del laico como supletoria y concede la delegación por un período de tiempo definido.[108] También pide a los párrocos especialmente que sepan presentar «al laico delegado ante la comunidad respectiva. La presentación ha de ser clara, para que la iniciativa que adoptamos sea interpretada de modo correcto y la comunidad no sea perturbada».[109]

El desarrollo de la Pastoral de la Salud supuso la promoción de agentes pastorales para la visita a los enfermos y la atención de las personas sufrientes. Estos voluntarios son, para Novak, representantes e instrumentos de la Iglesia que expresan con su servicio la conducta que el mismo Jesús tuvo con los enfermos. Y por eso va a motivar a la comunidad cristiana a este servicio diciendo: «Esperamos que no quede ningún enfermo sin la presencia respetuosa y servicial de algún miembro de nuestras comunidades».[110]

Este servicio concreto de acompañamiento espiritual y fraterno, solidario en las necesidades concretas, con los miembros de la comunidad que están postrados en sus casas o a los internados en los centros de salud del territorio diocesano implica el crecimiento en número, vitalidad y creatividad de los voluntarios: «El voluntariado se ha multiplicado y perfeccionado en su formación pastoral».[111]

La estructura ministerial del laicado de la diócesis no se agota en los ministerios nombrados, Jorge Novak presenta en sus reflexiones y en sus decisiones pastorales todavía algunos servicios más que pueden desplegarse en la comunidad eclesial.

5. Conclusiones

La eclesiología del Pueblo de Dios que reconocemos en el magisterio de Jorge Novak y en su acción pastoral da cuenta de una Iglesia proyectada en la servicialidad, que es fuente de ministerios concretos, simples pero activos, acordes a las vocaciones que Dios va suscitando en cada cristiano.

Jorge Novak anima la diócesis a él encomendada desde una profunda convicción: es posible plasmar concretamente la Iglesia servidora si se desarrolla una estructura pastoral organizada de ministerios y servicios en las diversas comunidades que conforman la Iglesia particular. La evangelización eficaz sólo es realizable con la plena promoción del laico dentro de la Iglesia diocesana; y por ello el Padre Obispo toma decisiones concretas para poner en marcha el vastísimo sector del Pueblo de Dios que son los laicos.

Para Novak es imprescindible gestar un nuevo liderazgo laical en la Iglesia, pero no pensando la Iglesia como un concepto espiritual sino en la Iglesia concreta que es la diócesis en su centenar de comunidades (parroquias, capillas y centros comunitarios). Se trata de suscitar una colaboración inmediata y eficiente de los laicos en el organismo viviente que es la diócesis de Quilmes. Este nuevo liderazgo permitirá también una nueva autoconciencia del laicado, que lo hará protagonista de todas las etapas de realización de la Pastoral de Conjunto; tanto en la planificación y ejecución de las acciones, como en la formación y coordinación de los agentes pastorales.

El Padre Obispo concede un alto valor a la activa participación del laicado, que no es contingente o relativa a la escasez de ministros ordenados, sino que es necesaria e intrínseca a la constitución misma de la Iglesia. Algunos ministerios podrán ser supletorios de las actividades que con mayor cualificación deberían desplegar los ministros ordenados, pero son sólo algunos pocos; más bien, Jorge Novak impulsa una variedad de servicios y ministerios distintos y complementarios a los ministerios ordenados.

Por todo lo señalado, el laico no es un miembro de segunda categoría en la Iglesia, tiene la mayoría de edad y la misma dignidad de todos los miembros del Pueblo de Dios y por eso debe ser promovido con una activa presencia en las estructuras de comunión y participación. Para el Padre Obispo la maduración de un laicado comprometido supone muchas consecuencias positivas para la Iglesia servidora. Las vocaciones laicales proyectadas en servicios y ministerios son la posibilidad de ofrecer un servicio adecuado en una realidad urbana extendida como, ya en la década de 1980, se preveía serían los grandes distritos y municipios del conurbano bonaerense.

Esta inserción del fiel laico se da en dos niveles absolutamente imbricados. Por un lado, una estructura diocesana de centros, comisiones y organismos que coordinan, animan y forman a los distintos agentes pastorales y voluntarios para diversos servicios y ministerios. Por otro lado, una organización de servicios y ministerios en cada parroquia, capilla y centro pastoral que son llevados adelante por múltiples agentes pastorales animados y coordinados por ministros ordenados, instituidos y oficializados (sacerdotes, diáconos, acólitos, animadores).

Llegados a este punto estamos en condiciones de clarificar el sentido con que el Padre Obispo y los documentos de la diócesis de Quilmes utilizan los términos «servicio» y «ministerio», teniendo en cuenta que hay una cierta polisemia en ambos términos que no permite una taxatividad en las definiciones.

Por un lado, ambos términos son sinonímicos e intercambiables entre sí para señalar las actividades y tareas desarrolladas por los agentes pastorales, especialmente laicales, dentro de la Pastoral de conjunto diocesana y de las comunidades parroquiales, capillas y centros pastorales. En este sentido, el Padre Obispo motiva una ministerialidad y servicialidad amplia en los fieles de la diócesis, buscando poner en movimiento las distintas vocaciones y carismas para dinamizar una activa presencia eclesial en todos los rincones de la diócesis.

Por otro lado, podemos identificar un uso relativamente específico para ambas expresiones. El término «servicio» refiere, en varias oportunidades, a los múltiples voluntarios y agentes pastorales de variados ámbitos, como Cáritas o la pastoral de la salud, que desarrollan su actividad en la Iglesia local. La voz «ministerio» es utilizada con mayor especificidad para señalar una cierta cualificación de los agentes pastorales que luego de acreditar una formación determinada para el encargo a realizar son incluidos en la estructura pastoral organizada. Se trata de ministerios ordinarios que haciendo un recorrido formal dentro del proyecto de formación diocesano reciben un mandato del obispo –o del párroco– mediante la institución, la oficialización o el envío y misión canónica. En el planteo ideal, no conquistado en la diócesis, queda en evidencia el anhelo de Jorge Novak de dejar atrás el recurso a ministros «extraordinarios» como momento de emergencia y conquistar una estructura pastoral organizada con un desarrollado protagonismo de ministerios laicales ordinarios.

«Centenares» señala reiteradamente el Padre Obispo para indicar la relevancia numérica que deben tener los servicios laicales en la Iglesia diocesana, y en esta multitud organizada cifra la posibilidad de alcanzar a todos los habitantes de la zona diocesana con una presencia de la Iglesia viva en las expresiones litúrgicas, catequéticas, caritativas, que la caracterizan.

La capacidad demostrada por el Padre Obispo de configurar concretamente algunos ministerios y de iniciar un proceso que les confiera una identidad específica y su correspondiente valoración dentro de la estructura organizada de servicios de la Iglesia local no es exhaustiva ni restrictiva, sino que más bien se presenta como una animación capaz de transmitir un espíritu de servicialidad a la comunidad eclesial quilmeña.

Material suplementario
Bibliografía
De Almeida, Antonio José, Nuevos ministerios. Vocación, carisma y servicio en la comunidad, Barcelona, Herder, 2015.
De La Serna, Eduardo (comp.), Padre Obispo Jorge Novak svd, amigo de los pobres, profeta de la esperanza, Buenos Aires, Guadalupe, 2002.
Diócesis de Quilmes, El libro del Primer Sínodo Diocesano de Quilmes, I-III, Quilmes: Diócesis de Quilmes, 1984.
——, Escuela Diocesana de Ministerios «San Juan Evangelista». Proyecto Educativo y Normas Generales, Diócesis de Quilmes, 1987.
———, Aportes del Primer Congreso Misional Diocesano, Quilmes, Diócesis de Quilmes, 1992.
———, Fondo Documental Jorge Novak – Archivo Digital, 2014, acceso el 01 de junio de 2020, http://www.archivojorgenovak.org.ar.
Duhau, Juan Bautista, La Iglesia toda servidora de todos los hombres en el pensamiento y la acción pastoral del Padre Obispo Jorge Novak. Buenos Aires: Editorial de la Palabra de Dios, 2020.
Pérez del Viso, Ignacio, «El padre Novak», Cías 505 (2001): 333-335.
Notas
Notas
[1] Jorge Novak inicia con 11 años su formación en la Congregación del Verbo Divino, en 1953 realizó su profesión perpetua y es ordenado sacerdote el 10 de enero de 1954. Realiza un Doctorado en Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana, que finaliza en el año 1958, y luego desarrolla una intensa actividad docente en su familia religiosa en Rafael Calzada, en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Buenos Aires, en el Seminario «San José» de la Arquidiócesis de La Plata y en el Instituto de Cultura Religiosa Superior. Cumple diversas funciones en su Congregación, Prefecto de estudiantes de teología, Rector del seminario, Consejero Provincial y desde 1972 Superior Provincial. En 1976 fue elegido presidente de la Conferencia Argentina de Religiosos. Jorge Novak asume su ministerio episcopal en un momento crítico, la dictadura militar se encuentra en el poder desde el 24 de marzo de ese mismo año y rápidamente desarrolla un sistema represivo violento que asola el país. La respuesta a esta realidad fue el despliegue de toda una pastoral en el área de los Derechos Humanos, que se inicia motivada por las violaciones de los derechos básicos personales durante la dictadura militar (1976-1983) y se continúa y amplia en sus horizontes de abordaje tras la recuperación democrática.
[2] Ignacio Pérez del Viso, «El padre Novak», Cías 505 (2001): 334.
[3] Cf. Esta reflexión forma parte de la Disertación Escrita para el Doctorado en Teología (UCA). La misma se verá reflejada en el libro Juan Bautista Duhau, La Iglesia toda servidora de todos los hombres en el pensamiento y la acción pastoral del Padre Obispo Jorge Novak (Buenos Aires: Editorial de la Palabra de Dios, 2020).
[4] Jorge Novak, «Homilía en la misa concelebrada al inaugurar la Casa de la Caridad de la diócesis, 26 de septiembre de 1982». A menos que se indique lo contrario todas las citas realizadas de los documentos de Jorge Novak y de la Diócesis de Quilmes proceden del Archivo Diocesano de Quilmes y pueden ser consultadas en su repositorio digital: Diócesis de Quilmes, Fondo Documental Jorge Novak–Archivo Digital, 2014, acceso el 01 de junio de 2020, http://www.archivojorgenovak.org.ar.
[5] Novak, «Exhortación Pastoral para la Jornada de las Vocaciones, 24 de abril de 1977».
[6] Novak, «Carta Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 31 de marzo de 1991».
[7] Novak, «Exhortación Pastoral para la Jornada de las Vocaciones, 24 de abril de 1977».
[8] Para septiembre de 1979 la diócesis de Quilmes contaba con 30 parroquias, todas densamente pobladas y algunas de gran extensión, llegando a abarcar algunas hasta 25 barrios. Los sacerdotes eran pocos, se distribuían uno por parroquia, y algunas pocas parroquias eran atendidas por religiosos. En ese momento la diócesis contaba con un solo diácono permanente. Cf. Novak, «Carta dirigida a S.S Juan Pablo II, llevada en mano por Mons. Hesayne, 8 de septiembre de 1979».
[9] Cf. Novak, «Exhortación Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 26 de abril de 1981».
[10] Novak, «Hacia la constitución de las Obras de las Vocaciones en la diócesis (reunión de delegados parroquiales para las vocaciones), 5 de mayo de 1978».
[11] Novak, «Carta Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 31 de marzo de 1991».
[12] Novak, «Exhortación Pastoral para preparar la 24a. Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 27 de abril de 1987».
[13] Novak, «Carta Pastoral de Pascua sobre los Sacramentos «Jesucristo es el Señor» (3º entrega), 06 de mayo de 1984».
[14] Novak, «Carta Pastoral de Pascua sobre «La comunidad familiar» (4a. Semana), 24 al 31 de abril de 1988».
[15] Novak, «Exhortación Pastoral sobre la Escuela de Ministerios «San Juan Evangelista», 23 de marzo de 1992».
[16] Novak, «Homilía en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre, 17 de junio de 1995».
[17] Novak, «Carta Pastoral sobre Liturgia, 20 de noviembre de 1988».
[18] Novak, «Mensaje de Navidad, 16 de diciembre de 1993».
[19] Cf. Novak, «Carta Pastoral invitando a la 7º Peregrinación Diocesana a Luján, 07 de abril de 1985».
[20] Novak, «Homilía en la ordenación de siete diáconos permanentes, 25 de abril de 1984».
[21] Novak, «Carta Pastoral de Pentecostés sobre la Iglesia-Misión, 25 de abril de 1996».
[22] Cf. Novak, «Carta Pastoral de Pentecostés «Los laicos en la Iglesia Diocesana», 25 de mayo de 1980».
[23] Ibid.
[24] Ibid.
[25] Novak, «Carta Pastoral sobre la parroquia, 15 de diciembre de 1982». Las citas textuales de las fuentes documentales han sido reproducidas respetando los resaltados realizados por el autor: subrayados, mayúsculas, letras en negrita o cursivas. Consideramos oportuno señalar que algunos de estos resaltados pueden sorprender al lector, pero invitamos a leerlos como parte de la intención del autor por destacar algún aspecto o tema. Además, debemos considerar que algunos textos citados fueron escritos originalmente para ser declamados y por ello muchos de estos resaltados responden al estilo retórico de Jorge Novak.
[26] Diócesis de Quilmes, «Constataciones, Juicios Valorativos y Opciones. Varela 80, 18 de abril de 1980».
[27] Novak, «Promulgación del tercer volumen del «Libro del Sínodo», 10 de junio de 1984».
[28] Cf. Diócesis de Quilmes, El Libro del Primer Sínodo Diocesano de Quilmes, III (Quilmes: Diócesis de Quilmes,1984) 122-126.176-177.
[29] Novak, «Carta Pastoral con motivo de los 25 años de la promulgación de la Constitución Conciliar Lumen Gentium, 1 de noviembre de 1989».
[30] Ibid.
[31] Novak, «Carta Pastoral convocando el Primer Congreso Diocesano de Laicos, 26 de marzo de 1989».
[32] Diócesis de Quilmes, Aportes del Primer Congreso Misional Diocesano, 26.
[33] Novak, «Exhortación Pastoral convocando a la Asamblea Diocesana de Laicos, 12 de octubre de 1988».
[34] Ibid.
[35] Cf. Ibid
[36] Ibid.
[37] Novak, «Homilía en la Misa concelebrada del retiro espiritual de los delegados al Segundo Congreso de Laicos, 01 de junio de 1996», en: Diócesis de Quilmes, Libro del II Congreso Diocesano de Laicos, 37-40.
[38] Cf. Novak, «Exhortación Pastoral sobre la Escuela de Ministerios «San Juan Evangelista», 23 de marzo de 1992».
[39] Novak, «Discurso de apertura de la primera sesión del primer Sínodo Diocesano de Quilmes, lunes 21 de septiembre de 1981», 71.
[40] Novak, «Circular 11/93: Exhortación Pastoral a favor de la Escuela de Ministerios para Laicos, 03 de febrero de 1993».
[41] Novak, «Homilía en la festividad de la Inmaculada Concepción, diciembre de 1976».
[42] Novak, «Instrucción Pastoral sobre el subsidio pastoral semanal, 25 de octubre de 1988».
[43] Ibid.
[44] Cf. Novak, «Exhortación Pastoral sobre la Escuela de Ministerios «San Juan Evangelista», 13 de marzo de 1988».
[45] Novak, «Homilia pronunciada durante la Santa Misa de convivencia de la Escuela de Ministerios, 17 de agosto de 1978».
[46] Novak, «Exhortación Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 26 de abril de 1981».
[47] Para profundizar en esta temática, conociendo detalles del surgimiento de cada ministerio y su evolución en el crecimiento de la naciente diócesis de Quilmes, remitimos a la investigación de donde se desprende este artículo. Cf. Duhau, La Iglesia toda servidora de todos los hombres en el pensamiento y la acción pastoral del Padre Obispo Jorge Novak.
[48] Diócesis de Quilmes, «Proyecto educativo y normas generales de la Escuela Diocesana de Ministerios “San Juan Evangelista”, junio de 1987».
[49] Ibid.
[50] Cf. Novak, «Homilia en la misa concelebrada de oficialización de animadores de comunidades, 05 de mayo de 1985».
[51] Novak, «Circular 11/93: Exhortación Pastoral a favor de la Escuela de Ministerios para Laicos, 03 de febrero de 1993»
[52] Diócesis de Quilmes, Aportes del Primer Congreso Misional Diocesano, 32.
[53] Novak, «Circular 11/93: Exhortación Pastoral a favor de la Escuela de Ministerios para Laicos, 03 de febrero de 1993».
[54] Ibid.
[55] Novak, «Quilmes, una diócesis del Gran Buenos Aires, 01 de mayo de 1989».
[56] Novak, «Exhortación Pastoral sobre la Escuela de Ministerios “San Juan Evangelista”, 23 de marzo de 1992».
[57] Novak, «Circular 17/87: Escuela de Ministerios «San Juan Evangelista»: Apertura de los cursos, 25 de marzo de 1987».
[58] Cf. Novak, «Circular 15/82: Instituto Diocesano de formación de ministros «San Juan Evangelista», 13 de marzo de 1982»
[59] Novak, «Exhortación Pastoral sobre la Escuela de Ministerios “San Juan Evangelista”, 23 de marzo de 1992».
[60] Pablo VI, Carta Apostólica Ministeria quaedam en forma de Motu Proprio por la que se reforma en la iglesia latina la disciplina relativa a la primera tonsura, a las ordenes menores y al subdiaconado, 15 de agosto de 1972, AAS 64 (1972) 529-534.
[61] Novak, «Carta Pastoral sobre Liturgia, 20 de noviembre de 1988».
[62] Cf. Novak, «Reunión del Presbiterio del 14 de noviembre de 1977», en: Boletín Diocesano 2 (1977) 105; Novak, «Circular 07/78: Circular a los presbíteros sobre la Escuela de Ministerios de la Diócesis, 22 de abril de 1978».
[63] Novak, «Circular 96/81: Convocatoria a los Sres. Profesores de la Escuela de Ministerios “San Juan Evangelista” a reunión evaluativa, 30 de octubre de 1981».
[64] ovak, «Exhortación Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 26 de abril de 1981».
[65] Cf. Novak, «Exhortación Pastoral a los ministros lectores de la diócesis con vistas a la Asamblea Diocesana del Pueblo de Dios, 11 de junio de 1986».
[66] Cf. Ibid.
[67] Cf. Novak, «Homilía en la Misa de Institución de Lectores, 24 de mayo de 1988».
[68] Diócesis de Quilmes, «Proyecto educativo y normas generales de la Escuela Diocesana de Ministerios “San Juan Evangelista”, junio de 1987», 16.
[69] Novak, «Quilmes, una diócesis del Gran Buenos Aires, 01 de mayo de 1989».
[70] Ibid.
[71] Cf. Novak, «Homilía en la institución de ministros acólitos, 20 de diciembre de 1981».
[72] Ibid.
[73] Novak, «Quilmes, una diócesis del Gran Buenos Aires, 01 de mayo de 1989».
[74] Novak, «Circular 86/92: Carta Eclesial Quilmeña, agosto de 1992».
[75] Novak, «Quilmes, una diócesis del Gran Buenos Aires, 01 de mayo de 1989».
[76] Cf. Félix Gibbs, «Comunicación personal, 20 de junio de 2018».
[77] Antonio José De Almeida, Nuevos ministerios. Vocación, carisma y servicio en la comunidad (Barcelona: Herder, 2015), 27.
[78] Novak, «Quilmes, una diócesis del Gran Buenos Aires, 01 de mayo de 1989».
[79] Novak, «Homilía del Jueves Santo, 16 de abril de 1981».
[80] Cf. Novak, «Circular 126/83: Información relativa a la Celebración del Año Eucarístico Diocesano, 12 de octubre de 1983».
[81] Novak, «Circular 95/85: Ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, 01 de noviembre de 1985».
[82] Cf. Novak, «Circular 86/92: Carta Eclesial Quilmeña, agosto de 1992».
[83] Novak, «Carta Pastoral “Convocatoria del primer Sínodo Diocesano de Quilmes”, 25 de mayo de 1980».
[84] Novak, «Carta Pastoral sobre la Catequesis (13º entrega), 21 de agosto de 1988».
[85] Novak, «Carta Pastoral sobre la Catequesis Carcelaria, 10 de agosto de 1993».
[86] Novak, «El movimiento catequístico diocesano y el primer Sínodo, 07 de junio de 1981».
[87] Novak, «Carta Pastoral para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 31 de marzo de 1991».
[88] Cf. Novak, «Carta Pastoral sobre el Primer Congreso Catequístico Diocesana, 16 de julio de 1984».
[89] Novak, «Instrucción Pastoral sobre el Subsidio litúrgico: “Oraciones de los fieles para los domingos de agosto y septiembre (en base a la Exhortación Apostólica Christifideles Laici)”, 18 de julio de 1989».
[90] Cf. Novak, «Carta Pastoral sobre el año Bíblico Diocesano, 2 de febrero de 1991».
[91] Novak, «Exhortación Pastoral para el Día Bíblico Nacional, 21 de agosto de 1989».
[92] Cf. Novak, «Circular 07/91: Curso de Promotores Bíblicos, 08 de marzo de 1991».
[93] Novak, «Exhortación Pastoral para la celebración del «Día Bíblico Nacional», 03 de septiembre de 1988».
[94] Novak, «Mensaje de Navidad, 16 de diciembre de 1993».
[95] Ibid.
[96] Cf. Diócesis de Quilmes, «Conclusiones de la 9º Semana de Pastoral del Presbiterio, 15 al 19 de abril de 1985».
[97] Cf. Diócesis de Quilmes, El Libro del Primer Sínodo Diocesano de Quilmes, III, 130-131.
[98] Novak, «Circular 190/97: Propuesta para la novena de difuntos, noviembre de 1997».
[99] Novak, «Carta Pastoral de Pentecostés sobre la evangelización de los pueblos, 23 de mayo de 1993».
[100] Novak, «Exhortación Pastoral para la Asamblea Diocesana de Cáritas, 03 de noviembre de 1984».
[101] Novak, «Exhortación Pastoral a los participantes de la Asamblea Diocesana de Cáritas, 20 de junio de 1983».
[102] Novak, «Exhortación Pastoral para la Asamblea Diocesana de Cáritas, 03 de noviembre de 1984».
[103] Novak, «Mensaje para la reunión de delegados de Cáritas, 26 de junio de 1981».
[104] Novak, «Exhortación Pastoral para la Asamblea Diocesana de Cáritas, 03 de noviembre de 1984».
[105] Novak, «Homilía en la misa concelebrada al inaugurar la Casa de la Caridad de la diócesis, 26 de septiembre de 1982».
[106] Novak, «Circular 57/85: Misión canónica de los testigos cualificados para la celebración sacramental del matrimonio, 25 de julio de 1985».
[107] Novak, «Homilía en la misa concelebrada en la Catedral, 04 de agosto de 1985».
[108] Delimitación del mandato: Los testigos cualificados quedan autorizados para actuar hasta la Pascua de 1986. El mandato puede luego ser renovado. Su ámbito territorial queda circunscrito para la iglesia o capilla que se indica en el documento personal». Novak, «Circular 57/85: Misión canónica de los testigos cualificados para la celebración sacramental del matrimonio, 25 de julio de 1985».
[109] Ibid.
[110] Novak, «Homilía en la Misa de Unción de los enfermos, 12 de noviembre de 2000”.
[111] Novak, «Homilía en la Misa Crismal del Jueves Santo, 01 de abril de 1999”.
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