Dos celebraciones se entrelazan para nuestra casa este año, exigiéndonos un ejercicio de memoria y gratitud.

La primera compromete a toda la Iglesia, y es el sexagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. El 25 de enero de 1959, el papa san Juan XXIII anunció en la Basílica de San Pablo Extramuros su celebración. Comenzaba un largo proceso de preparación: «¡Venerables hermanos e hijos amados! Pronunciamos ante ustedes, temblando ciertamente de conmoción, pero junto con una humilde resolución de intenciones, el nombre y la propuesta de una doble celebración: un sínodo diocesano para Roma y un Concilio Ecuménico para la Iglesia Universal». Feliz paralelo con nuestro tiempo donde desde una experiencia de sinodalidad, que necesariamente tiene por protagonistas a las Iglesias locales, y a la que el papa ha convocado a toda la Iglesia, se desea reformar nuestra gran comunidad. Ya en aquellas palabras de Juan XXIII quedaba luminosamente claro que no hay reforma posible que no atraviese nuestras vidas locales, encarnadas, culturales. Y que no provenga de ellas.

El 11 de octubre de 1962 era solemnemente inaugurado el Concilio Vaticano II.

Contemporáneamente con este gran acontecimiento, ese mismo mes y año, nace, en nuestra Facultad, la revista Teología. Expresaba Lucio Gera en la nota de presentación del número 1 que «Un teólogo debe hablar y hacerse escuchar. Él es maestro. Una Facultad es escuela, y el teólogo en este sentido, un “escolástico” ... Todo esto arranca al teólogo de su desierto, de su silencio y su soledad, para convertirlo en un hombre con funciones públicas, habitante del centro de la ciudad, representando a una Iglesia que milita dentro de una cultura». Escribir exige una exposición que forma parte de nuestro servicio. La palabra teológica brota, a la vez, de la intimidad y el silencio, a la vez que de la historia y las relaciones. Esa palabra que brota de esa encarnación está llamada a salir, pronunciarse, darse a conocer, hacerse pública.

La vinculación de Teología con el momento conciliar es constatada por el profesor Tavelli, cuando destaca (en el Capítulo XVI de la obra 100 años de la Facultad de Teología: memoria, presente, futuro" (2015), editada al cumplirse el centenario de esta Facultad) que durante su primer lustro de vida estuvo íntimamente integrada con el ritmo y las preocupaciones del Concilio con casi un tercio de los artículos directamente relacionados con sus Constituciones o Decretos. Y luego estará asociada al comentario de los textos conciliares. La vida y las preocupaciones de la comunidad eclesial se han encontrado reflejadas en las publicaciones de nuestra revista que ha intentado cuidar el rigor, las preocupaciones contextuales, y el servicio a la comunión.

Como en este número, ofrecemos en la revista una propuesta variada que integra las diversas disciplinas teológicas. Hoy, más que nunca, la inter y trans disciplinariedad debe vivirse hacia adentro de nuestros métodos. Dentro de la variedad de nuestra propuesta, en este número, que incluye la patrística, la eclesiología y pastoral y la sociología, quiero destacar la traducción que el profesor Capboscq ofrece de la Carta de Atanasio a Marcelino sobre la interpretación de los salmos.

Deseamos que lo ofrecido este año nos ayude a reflexionar más hondamente con las exigencias del anuncio del Evangelio para nuestro tiempo.