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Presencia de la mariología patrística en la enseñanza del Papa Francisco
D’Andrea Bruno N
D’Andrea Bruno N
Presencia de la mariología patrística en la enseñanza del Papa Francisco
Revista Teología, vol. 59, núm. 137, pp. 131-153, 2022
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: Con el siguiente artículo pretende hacer explícitas algunas de las fuentes patrísticas de la mariología del Papa Francisco. Puede resultar útil una reflexión que nos permita saber desde donde habla el Papa latinoamericano cuando se pronuncia sobre María, especialmente con relación al lugar que ocupa en la historia de la salvación. Veremos que presenta a María ante todo como mujer, madre y discípula a partir de los datos de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Además, notaremos que no deja de seguir fundamentalmente las orientaciones del Concilio Vaticano II y las de sus predecesores. El Papa Francisco ofrece un aporte a la teología de María en la sabiduría de la continuidad, pero con la fuerte impronta del servicio que debe prestar a la fe del Pueblo de Dios.

Palabras clave: Mariología, Padres de la Iglesia, Mujer, Madre, Discípula.

Abstract: With the following article I intend to make explicit some of the patristic sources of Pope Francis' Mariology. It may be useful to reflect on where the Latin American Pope speaks from when he speaks about Mary, especially in relation to her place in salvation history. We will see that he presents Mary first and foremost as a woman, mother and disciple on the basis of the data of Sacred Scripture and Tradition. Moreover, we will note that he does not fail to follow fundamentally the orientations of the Second Vatican Council and those of his predecessors. Pope Francis offers a contribution to the theology of Mary in the wisdom of continuity, but with the strong imprint of the service she must render to the faith of the People of God.

Keywords: Mariology, Fathers of The Church, Woman, Mother, Disciple.

Carátula del artículo

Artículos

Presencia de la mariología patrística en la enseñanza del Papa Francisco

D’Andrea Bruno N
Universidad Uniagustiniana, Colombia
Revista Teología
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 0328-1396
ISSN-e: 2683-7307
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 59, núm. 137, 2022

Recepción: 10 Octubre 2021

Aprobación: 05 Diciembre 2021


1. Introducción

El Papa Francisco ha desarrollado ya un conjunto de enseñanzas que permiten hablar de una enseñanza mariológica con sello propio. Por otra parte, dentro del conjunto de sus consideraciones teológicas y pastorales con relación a María, se destaca una continuidad fundamental, no sólo con sus predecesores, sino también con muchos de los elementos de la mariología patrística. Nuestra contribución buscará poner de relieve este último aspecto de la mariología del Papa Bergoglio.

Para ello comenzaremos por señalar algunos de los aspectos fundamentales de la mariología del Papa que se encuentran en relación de continuidad con la teología mariana patrística. En un momento ulterior nos vamos a centrar en los títulos de madre y discípula a partir de la mariología de Agustín de Hipona, uno de los Padres de la Iglesia más citados por el Papa latinoamericano al respecto. Finalmente, esperamos aportar algunas conclusiones que permitan estimular la reflexión del lector, teniendo especialmente en cuenta nuestro actual contexto eclesial y los desafíos teológicos presentes.

2. Aspectos nodales de la enseñanza mariológica del Papa Francisco

No hace mucho el Papa Francisco trató en una audiencia general el tema de la oración en comunión con María. Quizá la enseñanza del día pasó algo desapercibida por su valioso contenido, pero no así por alguna afirmación dicha al pasar, especialmente aquella en la que dice que «no hay co-redentores con Cristo»[1]. En cualquier caso, esto ya lo había dicho a propósito de la Virgen en otra ocasión, el 12 de diciembre de 2019 en la celebración de la Virgen de Guadalupe, como enseguida veremos. Sin embargo, esta afirmación suscitó mucha incomodidad en algunos grupos eclesiales. Ahora bien, ¿qué ha dicho Francisco que no esté presente el Concilio Vaticano II y en el Magisterio de los sumos pontífices del postconcilio? Nada nuevo si prestamos atención a las afirmaciones mariológicas del Concilio y de los predecesores del Papa Latinoamericano. Veamos, pues, uno de los elementos fundamentales de la enseñanza mariológica del Papa Francisco como es el de la continuidad con el Magisterio de los pontífices del postconcilio[2].

Recordemos que para Francisco la mariología tiene vigencia y es necesaria, pero lo es en la medida en que parte del Concilio Vaticano II y se convierte en servidora de la fe y de la vida. Por eso, dirigía las siguientes palabras a la Facultad Teológica Marianum de Roma:

«¿La Mariología, hoy, sirve a la Iglesia y al mundo? Obviamente, la respuesta es sí. Ir a la escuela de María es ir a una escuela de fe y de vida. Ella, maestra porque discípula, enseña bien el alfabeto de la vida humana y cristiana. Pero también hay otro aspecto, vinculado a la actualidad. Vivimos en el tiempo del Concilio Vaticano II. Ningún otro concilio en la historia ha dado a la Mariología tanto espacio como el que le ha dedicado el Capítulo VIII de Lumen gentium, que concluye y en cierto sentido compendia toda la Constitución dogmática sobre la Iglesia. Esto nos dice que los tiempos que vivimos son tiempos de María. Pero necesitamos redescubrir a Nuestra Señora desde la perspectiva del Concilio. Así como el Concilio sacó de nuevo a la luz la belleza de la Iglesia volviendo a las fuentes y limpiando el polvo que se había depositado sobre ella a lo largo de los siglos, así las maravillas de María se pueden redescubrir mejor yendo al corazón de su misterio. Allí surgen dos elementos, bien destacados por la Escritura: ella es madre y mujer. También la Iglesia es madre y mujer».[3]

Elementos centrales de su mariología son estos dos rasgos de la figura de María: madre y mujer. La Theotokos ha permitido a Dios ser hermano nuestro y se ha convertido así en madre de todos. Por otra parte, «como madre puede hacer más fraternales a la Iglesia y al mundo».[4] Ahora bien, cuando habla de María, la mujer, no está menos alejado de la Escritura y de la Tradición, por el contrario, el Papa Latinoamericano presta atención al fundamento bíblico:

«Nuestra Señora —este es el otro elemento esencial— es mujer. Quizás el dato mariológico más antiguo del Nuevo Testamento dice que el Salvador «nació de mujer» (Ga 4,4). En el Evangelio, además, María es la mujer, la nueva Eva, que desde Caná hasta el Calvario interviene para nuestra salvación (cf. Jn 2,4; 19,26). Finalmente, es la mujer vestida de sol que cuida de la descendencia de Jesús (cf. Ap 12,17). Así como la madre hace de la Iglesia una familia, la mujer hace de nosotros un pueblo. No es casualidad que la piedad popular se incline con naturaleza por Nuestra Señora. Es importante que la mariología la siga atentamente, la promueva, a veces la purifique, prestando siempre atención a los “signos de los tiempos marianos” que atraviesan nuestra época».[5]

Algunos podrían pensar que se trata de una estrategia que busca captar la atención de las mujeres de la Iglesia, o simplemente que pretende mostrar cómo la comunidad eclesial puede revisar sus posturas de cara a los feminismos actuales.[6] No creo que se trate de eso. En cualquier caso, se trata de la recuperación de un dato presente en la Sagrada Escritura y en la Tradición: María es ante todo mujer, pertenece al grupo de las mujeres de fe de la historia de Israel, hace el camino del pueblo creyente y esperanzado y así el pueblo fiel la reconoce como «Nuestra Señora». En este sentido, quisiera citar las palabras de una gran conocedora de la tradición patrística que no hace mucho publicó una breve, pero profunda meditación sobre las palabras de María. Se trata de Francesca Cocchini que dice lo siguiente:

«No fueron solamente el Vaticano II y la tradición de los más antiguos escritores eclesiásticos los que evidenciaron la importancia del rol femenino en la historia de la salvación; se trata de un dato constitutivo de la revelación de Dios. Ya desde el tiempo del Antiguo Testamento y de la primera predicación de los apóstoles, la revelación bíblica indica como interlocutor de Dios a alguien caracterizado de modo femenino, la humanidad, con la cual Él dialoga desde la creación del mundo; además, su pueblo es su esposa. Basta pensar en el Cantar de los Cantares; la misma imagen se encuentra en textos proféticos de Isaías, Oseas, Ezequiel y Jeremías. También Jesús, como los apóstoles, cuando quisieron hablar de su relación con las comunidades de fieles que constituían y formaban, han hablado en términos femeninos».[7]

En esta dirección que reconoce los espacios y tiempos femeninos en los que aconteció la salvación, el Papa se expresaba de la siguiente manera al iniciar el año 2020:

«El primer día del año celebramos estos desposorios entre Dios y el hombre, inaugurados en el vientre de una mujer. En Dios estará para siempre nuestra humanidad y María será la Madre de Dios para siempre. Ella es mujer y madre, esto es lo esencial. De ella, mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer. Allí Dios se unió con nosotros y, si queremos unirnos con Él, debemos ir por el mismo camino: a través de María, mujer y madre».[8]

Por otro lado, el Papa Francisco hizo declaraciones importantes con relación a su especial visión sobre María el 12 de diciembre de 2019 en la celebración de Ntra. Sra. de Guadalupe. En este caso, también expresaba sus reservas con respecto a la «co-redención» mariana, indicando, al mismo tiempo, que habría que recuperar antes la imagen de María como mujer, sin olvidar que también es madre y discípula:

«María es mujer. Es mujer, es señora, como dice el Nican mopohua. Mujer con el señorío de mujer. Se presenta como mujer, y se presenta con un mensaje de otro, es decir, es mujer, señora y discípula. A San Ignacio le gustaba llamarla Nuestra Señora. Y así es de sencillo, no pretende otra cosa: es mujer, discípula. La piedad cristiana a lo largo de los tiempos siempre buscó alabarla con nuevos títulos: eran títulos filiales, títulos del amor del pueblo de Dios, pero que no tocaban en nada ese ser mujer-discípula. San Bernardo nos decía que cuando hablamos de María nunca es suficiente la alabanza, los títulos de alabanza, pero no tocaban para nada ese humilde discipulado de ella. Discípula. Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como co-redentora. No, discípula. Y algún Santo Padre dice por ahí que es más digno el discipulado que la maternidad. Cuestiones de teólogos, pero discípula. Nunca robó para sí nada de su Hijo, lo sirvió porque es madre, da la vida en la plenitud de los tiempos, como escuchamos a ese Hijo nacido de mujer».[9]

Como podemos ver aparecen varias fuentes del pensamiento del Papa Francisco: los Santos Padres, san Bernardo, san Ignacio y la poesía religiosa de América Latina manifiesta en el Nican mopohua. Una vez más, el Papa no busca innovar, sino recordar, traer a la memoria y al corazón que ella es, ante todo, mujer, madre y discípula. Otros títulos marianos no deberían opacar estos rasgos fundamentales neotestamentarios y patrísticos, como veremos, de María.

En este sentido, la enseñanza mariológica del Papa Francisco, expresada sintéticamente, puede resumirse en los títulos de «mujer», «madre» y «discípula». El primero, como hemos adelantado, expresa un dato bíblico importantísimo y quizá descuidado durante mucho tiempo por la teología[10]. Por otro lado, los otros dos expresan muy bien la mariología conciliar, fundamentada en la historia de la salvación, en la que se vincula a María con su Hijo, tanto por su maternidad como por su relación discipular, y también a María con la Iglesia, madre ella también y conformada al mismo tiempo por los discípulos que supieron decir que «sí» al Hijo después del «sí» de la madre de Jesús.

En cualquier caso, no debe olvidarse que el Concilio Vaticano II ofreció al mundo en el capítulo VIII de la Lumen Gentium una síntesis de la mariología que habían desarrollados dos diversas corrientes denominadas cristotípica y eclesiotípica[11] Los Padres conciliares sin dejar de asociar a María con Cristo, optaron por no pronunciarse a propósito de la «co-redención», del mismo modo que los Papas san Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Para todos ellos era indudable que en María es posible ver cómo el ser humano es capaz de cooperar con la obra de redención, de hecho, el Papa polaco hablaba de una forma de «cooperación participada» (RMa 38). Sin embargo, ninguno de ellos consideró necesario declarar otro dogma de fe porque la eminente participación en la obra de salvación es manifiesta ya en la maternidad divina de María: la proclamación de la madre de Jesús como Theotokos es altísima expresión de cooperación con el plan salvífico de Dios mediado singularmente en Cristo, su Hijo.[12]

Por último, nada más presente en el Nuevo Testamento a propósito de María que su ser discípula, la primera para el Papa Francisco. Al mismo tiempo que para san Juan Pablo II fue «la primera creyente» (RMa 26). De hecho, la síntesis mariológica contenida en Redemptoris mater es profundamente bíblica y presenta a María como peregrina del camino de la fe (RMa 14), me atrevería a decir que ha sido suficientemente clara la intención ecuménica del documento del Papa polaco.[13]

Francisco no hace más que volver al Nuevo Testamento y a los Padres de la Iglesia.[14] En suma, las enseñanzas del Sucesor de Pedro merecen ser leídas en su contexto y sin recortes para ser interpretadas a la luz del aporte del Concilio Vaticano II a la mariología.[15] Una de las afirmaciones más claras, además de la que encontramos en el texto ya citado del discurso a los profesores y alumnos del Marianum en 2020, es la siguiente:

«Cristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación (Tertuliano), se ha tejido en el vientre de María (cf. Sal 139,13). Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario».[16]

Y continúa con relación a la Iglesia:

«Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María están siempre unidas y éste es precisamente el misterio de la mujer en la comunidad eclesial, y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia».[17]

Son más que suficientes estas palabras para notar cómo el Papa Francisco buscar armonizar, en continuidad con la Escritura, la Tradición y el Concilio Vaticano II, las perspectivas cristotípica y eclesiotípica, tratando de llevar a cabo una actualización teológico-pastoral del misterio mariano.

Para el Papa Bergoglio, y creo que también para los católicos de buena voluntad, existe un incuestionable punto de partida de todo posible diálogo dentro de la teología y, en especial, en medio de los avances de la mariología católica, así como del diálogo ecuménico: se trata del Concilio Vaticano II.[18]

3. Madre y discípula ayer y hoy
3.1. Particularidad de la mariología patrística

La mariología patrística, ante todo, surge de una profunda contemplación del misterio de Cristo en el seno de la comunidad eclesial. La enseñanza mariológica de los Padres es, fundamentalmente, explicitación de los escuetos datos bíblicos referidos a María, en un contexto marcado por la plegaria, la poesía y la liturgia del Pueblo de Dios, las diferentes modalidades de la predicación y el discurso teológico. Esta riqueza en la que emerge una primera mariología, nunca independiente, sino en estrecha relación a la cristología, la antropología y la eclesiología, hace de la misma una disciplina en la que es más accesible el nexus mysteriorum[19] porque, en definitiva, María «por su íntima participación en la historia de la salvación reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe» (LG 65). O como dice J. C. Rey García Paredes, en un lenguaje cercano a nuestros tiempos y a partir del vocabulario informático: «la mariología es una reflexión teológico-sapiencial que se realiza a través de “hiperlinks” o de interconexiones: a través de las cuáles todo se interconecta formando un extraordinario sistema: el todo en la parte y la parte en el todo».[20]

Pues bien, algunas afirmaciones frecuentes del Papa Francisco se acercan mucho a esta última idea. Francisco vincula en una circularidad permanente tres títulos que se hayan presentes en la Tradición: mujer, madre y discípula.[21] Es fácil notar que esta opción por la Tradición, aunque a algunos le pueda parecer lo contrario, le lleva a relativizar notablemente cualquier idea de co-redención aplicada a María, sin negar por ello su mediación materna.[22] Veamos ahora algunos textos agustinianos que permiten confirmar que la opción teológica del Papa Francisco está bien fundada y presente en la literatura patrística.

3.2. Dos elementos centrales de la mariología agustiniana

Algunas de las palabras más arriba citadas de la homilía del Papa Francisco del día 12 de diciembre de 2019, sin duda se refieren al obispo de Hipona, a quien no se nombra, pero que repetía frecuentemente:

«¿Acaso no hizo la voluntad del Padre la Virgen María, que por la fe creyó, por la fe concibió, elegida para que nos naciera la Salvación en medio de los hombres, creada por Cristo antes de que Cristo fuese en ella creado? La cumplió; santa María cumplió ciertamente la voluntad del Padre; y por ello significa más para María haber sido discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta haber sido discípula de Cristo que haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, puesto que, antes de darlo a luz, llevó en su seno al maestro»[23].

De hecho, en la homilía del Papa Bergoglio en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios del viernes 1 de enero de 2016 sí se hace explícita una cita agustiniana:

«Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe, has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín, Sermón 215, 4)».[24]

Como podemos ver, no faltan referencias del Papa Francisco al pensamiento mariológico de Agustín de Hipona. La predicación del Papa enlaza especialmente con la predicación del Hiponense cuando hablan de María como discípula y madre de los creyentes. Veamos algunos rasgos peculiares de la enseñanza mariológica de Agustín, especialmente la relación María Madre-Iglesia Madre y María como discípula de Cristo.

3.2.1. María Madre-Iglesia Madre

El binomio María Madre-Iglesia Madre ha sido uno de los temas más desarrollados por la patrística latina, desde Tertuliano en adelante, pasando especialmente por Ambrosio y Agustín. Sin duda, al presentar a María como typos la Iglesia ofrecían una interpretación tipológica de muchos pasajes bíblicos. Veamos un pasaje del Hiponense lo suficientemente claro al respecto:

«Él es el más hermoso de los hijos de los hombres, hijo de Santa María, esposo de la santa Iglesia, a la que transformó en semejante a su madre. En efecto, para nosotros la hizo madre y para sí la conservó virgen. A ella se refiere el Apóstol cuando escribe: Os he unido a un solo varón para presentaros a Cristo como virgen casta. Refiriéndose a ella, dice también que nuestra madre no es la esclava, sino la libre, la abandonada que tiene más hijos que la casada. También la Iglesia, como María, goza de perenne integridad y de incorrupta fecundidad. Lo que María mereció tener en la carne, la Iglesia lo conservó en el espíritu; pero con una diferencia: María dio a luz a un único hijo; la Iglesia alumbra a muchos, que han de ser congregados en la unidad por aquel hijo único (est ergo et ecclesiae, sicut Mariae, perpetua integritas, et incorrupta fecunditas. quod enim illa meruit in carne, haec seruauit in mente: nisi quod illa peperit unum, haec parit multos, in unum congregandos per unum)».[25]

Como puede notarse, a partir de 2 Cor 11,2 y Ga 4,26-27, con un lenguaje claramente esponsal, Agustín muestra un paralelismo entre María y la Iglesia, en donde el binomio integridad virginal-fecundidad es el que justifica la relación tipológica. Por tanto, no falta en la predicación agustiniana la consideración eclesiológica del misterio mariano, más bien parece reclamarla, como lo podemos ver en otro lugar:

«Convenía, pues, que nuestra cabeza, por un extraordinario milagro, naciese de una mujer físicamente virgen, para significar que sus miembros habían de nacer espiritualmente de la Iglesia virgen».[26]

Y en otro lugar afirma:

«Atended, carísimos, mirad cómo la Iglesia es esposa de Cristo, lo que es manifiesto. Y aunque sea más difícil de entender, sin embargo, es verdad que es madre de Cristo. La Virgen María se adelantó como tipo de la Iglesia. ¿Por qué –os pregunto- es María madre de Cristo, sino porque dio a luz a los miembros de Cristo?».[27]

Estos textos son una simple muestra de la manera en que Agustín, y con él especialmente la tradición latina, entendían las relaciones tipológicas entre María y la Iglesia. Ahora bien, uno de los detalles más notables del pensamiento agustiniano no es sólo la consideración de María como tipo de la Iglesia a partir de su maternidad, sino también la reflexión sobre María como miembro de la comunidad eclesial, es decir, de la asamblea convocada por Dios para ser lugar privilegiado de salvación. Veamos un conocido fragmento del sermón antes citado que nos puede resultar útil para entender mejor algunos de los acentos de la mariología del Papa Francisco:

«Santa es María, bienaventurada es María, pero mejor es la Iglesia que la Virgen María. ¿Por qué? Porque María es una porción de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente (supereminens membrum); pero al fin miembro de un cuerpo entero. Si es parte del cuerpo entero, más es el cuerpo que uno de sus miembros».[28]

Agustín hace una exégesis de Mt 22,50 y de Lc 11,27-28 en la que María es contemplada como miembro de la comunidad de los discípulos del Hijo. En definitiva, María es miembro de la Iglesia, eminente, pero miembro al fin.[29] A nuestro juicio esta afirmación es preciso entenderla bajo el prisma de la cristología agustiniana del «Cristo total», que dignifica y enaltece a Cristo, único mediador y camino de redención, lo que no implica negar el lugar singular que Agustín concede a María en la historia de la salvación.

Con relación a este punto, cabe destacar que la semejanza de maternidad entre la Madre de Jesús y la Iglesia reside en el engendrar hijos por la caridad. Porque María cooperó con su caridad para que nacieran los fieles en la Iglesia, así es que en el amor la Iglesia da a luz en su seno a nuevos creyentes imitándola. En otras palabras, el obispo de Hipona pone la virginidad de la Iglesia en relación con la integridad de la fe, mientras entiende su maternidad en el cumplimiento de la caridad.[30]

3.2.2. Discípula por medio de la fe

Es probable que entre los Padres de la Iglesia el obispo de Hipona fuese quien mejor delinease la figura de María como discípula de Cristo con relación a su maternidad por medio de la fe. El Hiponense recupera datos de una antigua tradición que se remonta a los evangelios y a la primitiva exégesis cristiana. María aparece ante su mirada como la Madre de Jesús, sobre todo, por haber creído, esto es, por haber asentido y engendrado a Dios con la respuesta de la fe, y por este motivo ella es la primera discípula del Maestro de Nazaret. De este modo, dice en su obra De sancta uirginitate: «La Virgen María fue más dichosa recibiendo la fe de Cristo que concibiendo la carne de Cristo (beatior ergo Maria percipiendo fidem Christi quam concibiendo carnem Christi)».[31] En otro lugar recuerda el mismo pensamiento, que María hizo la voluntad del Padre y «esto ha alabado en ella el Señor: que hizo la voluntad del Padre, no que la carne engendró la carne».[32]

Se trata de una idea clave en la mariología agustiniana y es la expresión más clara del origen y significado del discipulado de María. Más aún, el hecho de que María concibiera al Verbo por medio de la fe puede considerarse la tesis central de la doctrina agustiniana en su proyección eclesial.[33] Es más, parece ser que Agustín fue quien llevó a su culminación el desarrollo del tema de la fe de María en la patrística.[34] Sin duda alguna, Agustín sostiene el primado de la maternidad según el espíritu con relación a la maternidad según la carne.[35] Esto se explica cuando hace notar su manera de entender su condición de discípula en el más claro de los textos, ya antes citado:

«¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Virgen María, que en la fe creyó, en la fe concibió, elegida para que nos naciera la salvación entre los hombres, creada por Cristo antes de que Cristo fuese en ella creado? Hizo sin duda Santa María la voluntad del Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que el haber sido su madre».[36]

En este sentido, es posible preguntarnos si esta idea –la del discipulado de María a partir de la concepción del Verbo por la fe- no desdibuja la maternidad de María según la carne de Cristo. ¿María es significativa en la obra de salvación por haber creído o por haber engendrado al Hijo de Dios, o bien, se trata de ambas cosas? ¿Cuál es la auténtica posición de Agustín?

Para responder a estas preguntas es preciso remitirnos al contexto en que el Hiponense expresa su idea del discipulado de María. Sus conclusiones son fruto, básicamente, de su reflexión sobre los textos bíblicos Mt 12,46-50 y Lc 11,27-28. Hay que recordar que el tratado De sancta uirginitate, por mencionar algunos de los lugares donde se encuentran algunas interpretaciones de dichos pasajes, fue escrito en un clima polémico, en

medio de la confrontación entre el herético Joviniano y el acalorado Jerónimo.[37] La polémica entre Joviniano y Jerónimo reflejaba el estado de la reflexión teológica entorno a los estados o formas de vida dentro de la Iglesia. En otras palabras, «lo que quiere san Agustín es volver a colocar dentro del contexto eclesial la vida religiosa y el matrimonio, evitando el desprecio de la virginidad al que habían dado lugar las ideas de Joviniano, y a la vez evitando el desprecio del matrimonio que indirectamente había suscitado la respuesta de

san Jerónimo a Joviniano».[38] En cualquier caso, frente a este malestar eclesial Agustín buscó elaborar una síntesis acerca de las relaciones entre la teología del matrimonio y la teología de la virginidad. Para algunos, «su Tratado sobre la santa virginidad es, sin duda alguna, la obra más importante y más equilibrada que sobre este tema se escribió en la

antigüedad cristiana».[39] Por otra parte, como veremos a continuación, también la controversia con los maniqueos produjo adelantos en el pensamiento mariológico de Agustín.

Veamos por un momento la exégesis agustiniana de Mt 12,16-50, sobre todo la pregunta que formula Jesús inmediatamente después que se le anuncie que sus parientes estaban esperando fuera. Jesús pregunta a quienes le escuchaban: “¿Quién es mi madre o quiénes son mis hermanos?”. Agustín comenta lo siguiente:

«Y, extendiendo la mano sobre sus discípulos, dijo: Estos son mis hermanos, y todo el que hiciere la voluntad de mi Padre será mi hermano, mi madre y me hermana. ¿Qué nos enseña con esto, sino que debemos anteponer el parentesco espiritual a la consanguinidad carnal? (…) La Virgen María fue más dichosa recibiendo la fe de Cristo que concibiendo la carne de Cristo. Pues al que le dijo: Bienaventurado el seno que te llevó, respondió Jesús: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican. Finalmente, a sus hermanos, es decir, a los familiares según la carne, que no creyeron en él, ¿qué les aprovechó su parentesco? Tampoco hubiera aprovechado nada el parentesco material de María si no hubiera sido más feliz por llevar a Cristo en su corazón que en su carne».[40]

Como adelantamos, Agustín sale al paso de interpretaciones erróneas o unilaterales sobre textos de la Escritura no sólo provenientes de la herejía de Joviniano, sino también de los maniqueos. Estos explicaban la pregunta de Jesús –«¿Quién es mi madre?»- como una negación de la maternidad de María en la carne debido a su cristología doceta.[41] Veamos lo que dice el predicador de Hipona en un sermón ya citado más arriba:

«Si estimas que Cristo no tuvo madre en la tierra porque dijo: ¿Quién es mi madre?, entonces tampoco los discípulos tuvieron padres, pues el mismo Señor les dijo: No llaméis a nadie padre en la tierra, pues uno es vuestro padre, Dios. Son palabras del Señor. Tenían padres. Pero cuando se trata de la regeneración, hay que buscar un padre de la regeneración; no condenemos al padre de la generación, pero hemos de anteponerle el Padre de la regeneración».[42]

Este es el razonamiento que le permitió a Agustín valorar las palabras de Jesús con relación a su Madre de modo sustancialmente diferente al de los maniqueos. Se trata de la diferencia y superioridad de las relaciones sobrenaturales por sobre las carnales, aunque sin menosprecio de estas últimas[43]. No sin reconocer la dificultad de la interpretación de Mt 12,46-50, veamos el comentario del obispo de Hipona:

«¿Cómo Cristo, el Señor, desdeñó piadosamente a su madre, no a cualquier madre, sino a su madre virgen, y por ello, más madre, pues le ofreció la fecundidad sin quitarle la integridad, su madre virgen al concebir, al parir, virgen perpetuamente? A una Madre tal desdeñó él para que el afecto materno no interviniera y le impidiera la obra que estaba realizando. ¿Qué realizaba? Hablaba a los pueblos, destruía hombres viejos, construía nuevos, libertaba a las almas, desataba a los presos, iluminaba las mentes ciegas, realizaba una buena empresa, estaba ferviente de obra y palabra en la santa empresa (…) Cristo el Señor no condenó el afecto materno, sino que con su propio ejemplo magnífico mostró cómo se deja a una madre por la obra de Dios (Non ergo dominus Christus maternum damnavit affectum, sed contemnendae matris pro opere Dei magnum in se ipso demonstravit exemplum)».[44]

En este clima, Agustín elabora la idea de maternidad de María en dos niveles. «En María podemos distinguir, dos senos: uno espiritual, otro corporal. Es propio de la fe y del amor formar un profundo seno en el espíritu para alojar en él al que se ama, y tenerlo presente, y contemplarlo, y amarlo. A estos dos senos corresponde una doble concepción, en la que se producen los dos aspectos de Cristo, como Verdad y como Carne».[45]

«Por eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó: guardó la verdad en la mente mejor que la carne en su seno. Verdad es Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María».[46]

Como podemos ver, sólo a la luz del contexto en el que se desenvuelve el obispo de Hipona, particularmente con relación a los movimientos heréticos con los que tenía que entablar discusiones sobre la interpretación de textos de la Escritura, podemos comprender sus afirmaciones sobre el discipulado de María y su maternidad por medio de la fe. Agustín intentó conciliar la dignidad y grandeza de la maternidad divina de María con textos difíciles de interpretar y muy discutidos en su tiempo, como fácilmente se comprueba en la exégesis que ofrece en su De santa uirginitate. En definitiva, el discipulado de María que parte de su respuesta de fe está íntimamente asociado a la idea de la preeminencia de la maternidad pneumática de María por sobre la maternidad carnal, aunque nunca llegue a despreciar esta última. En definitiva, en el corazón de la mariología del Hiponense María es discípula y madre. Esta es la síntesis agustiniana. Y en esto se basa la invitación del obispo a su fieles, a ser fecundos espiritualmente como María:

«Lo que admiráis en la carne de María realizadlo en el interior de vuestra alma. Quien en su corazón cree con vistas a la justicia, concibe a Cristo; quien con su boca lo confiesa con la mirada puesta en la salvación, da a luz a Cristo. De esta misma manera, sea exuberante la fecundidad de vuestras mentes conservando siempre la virginidad».[47]

4. A modo de conclusión

Nuestro recorrido nos lleva a una serie de conclusiones que quisieran servir de estímulo para el lector. En primer lugar, podemos estar seguros de que el Papa Francisco no innova cuando habla de la Virgen María, ni tampoco se aleja de la Tradición cuando se muestra distante de la posición teológica que quiere la proclamación de un quinto dogma, el de la «co-redención» de María. Francisco prefiere recorrer el camino trazado por el Concilio Vaticano II: el de una mariología bíblica, patrística, cultural y pastoral. El mismo que promovió san Pablo VI con su exhortación apostólica Marialis cultus (1974). Su enseñanza pretende acercarse al pueblo de Dios desde los datos positivos de la Escritura y de la Tradición. En cualquier caso, prefiere entender la mediación de María como la entendió san Juan Pablo II, como «mediación materna» (RMa 38-41), y no en los términos de la causalidad metafísica.

Por otra parte, la mariología del Papa Francisco surge de la contemplación de María en la Escritura y en la vida del Pueblo de Dios. El fruto de estos momentos contemplativos no es otra cosa que la misma reflexión mariológica, cuyos aspectos esenciales se reflejan en la figura de María como mujer, madre y discípula. Parecería ser que con eso le bastara para expresar lo que ella es para los creyentes y, en la síntesis de esta figura mariana, encontraría la clave de acceso al nexus mysteriorum que las verdades de fe proclaman y que el pueblo de Dios traduce en su piedad popular. Es cierto que su propuesta no parece estar acabada, probablemente no quiera que sea así. En tiempos de sinodalidad deberán hacer su aporte teólogos y teólogas que quieran decir una palabra autorizada, digna de credibilidad y potente, de modo que María sea un icono relevante en la vida de nuestros contemporáneos.

De la mano de la mariología, especialmente a partir del pensamiento mariológico agustiniano, el Papa Francisco ve en la Madre-discípula un paradigma de la esencia del ser y la misión de los cristianos. Quizá nos deberíamos preguntar si el Papa Francisco no ve en esta clave de acceso, abierta por los Santos Padres, un verdadero tesoro para un ecumenismo discipular y misionero.

Por último, quisiera hacer notar que con relación al ser y a la misión de los cristianos, esto es, con relación a la antropología y la espiritualidad cristianas, en tiempos donde resurgen diversas formas de neognosticismo y neopelagianismo (y, ¿por qué no?, de neoarrianismo), podemos ver en la humanidad agraciada de María una forma de mediación en la gesta del Redentor que, lejos de toda divinización de las fuerzas humanas y lejos de todo intento prometeico de obtener la redención sine Deo, se convierte en paradigma humano de participación sinérgica en el trazado de una historia que camina hacia Dios.

Material suplementario
Bibliografía
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Wojtczak, Adam. «Search for the Specificity of Pope Francis’s Mariology», Teología w Polsce 13/1 (2019): 19-35.
Notas
Notas
[1] Francisco, Audiencia general (miércoles 24 de marzo de 2021). Para una aproximación a la problemática acerca de la mediación de María, especialmente lo concerniente a la posibilidad de la proclamación de un posible quinto dogma mariano, cf. Stefano di Fiores, María, síntesis de valores (San Pablo: Madrid 2011), 697-714. Véase también José Ramón Villar, «Los puentes tendidos en el Vaticano II para el diálogo interconfesional sobre María», Ephemerides Mariologicae 64 (2014): 129-143.
[2] Para una visión de conjunto de la mariología del Papa Francisco, cf. Carlos María Galli, Cristo, Maria, la Chiesa e i popoli. La mariologia di papa Francesco (Roma: Libreria Editrice Vaticana, 2017); Alexandre Awi Mello, María – Iglesia. Madre del pueblo misionero (Buenos Aires: Ágape, 2019); Adam Wojtczak, «Search for the Specificity of Pope Francis’s Mariology», Teología w Polsce 13/1 (2019): 19-35. Estos estudios tienen la particularidad de presentar una perspectiva general y un balance muy justo de la contribución del Papa Francisco a la mariología y a la piedad mariana, sin embargo, quedaron fuera de análisis algunas enseñanzas magisteriales de los últimos dos años que creemos perfilan aún más las opciones de la mariología del Papa. En nuestro artículo nos centraremos fundamentalmente en ellas.
[3] Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los profesores y alumnos de la Pontificia Facultad Teológica «Marianum» de Roma (sábado 24 de octubre de 2020).
[4] Ibid.
[5] Ibid. Francisco suele pasar del misterio de la mujer, que está al centro de la plenitud de los tiempos, al de la maternidad divina, poniendo de relieve que se trata de dos dimensiones de un misterio que brilla en su esplendor en la economía del Verbo: «Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, a todos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría» (Francisco, Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, miércoles 1 de enero de 2014).
[6] Para temas como la continuidad, la renovación y las cuestiones todavía abiertas en torno al papel de la mujer en la Iglesia durante el pontificado del Papa Francisco recomiendo la equilibrada síntesis de Miren Junkal Guevara, «El Magisterio de Francisco sobre la mujer: continuidad, novedad y desafío», Teología y Vida 61/4 (2020): 473-496.
[7] Francesca Cocchini, Las seis palabras de María (Salta: Eucasa 2020), 14-15. No se equivoca tampoco otro autor cuando dice a propósito de Gn 3,15: «la Iglesia siempre ha visto a la Madre de Jesús, el Mesías y así lo ha corroborado también el Concilio Vaticano II, asumiendo una tradición más que milenaria. Desde los primeros tiempos los Santos Padres vieron en esa mujer que aparece en este pasaje bíblico a la Mujer por excelencia, a la Segunda Eva, a la bienaventurada Virgen María» (Luis Ángel Montes, «María, mujer y madre», Ephemerides Mariologicae 70 (2020): 249-272, aquí 252).
[8] Francisco, Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (miércoles 1 de enero de 2020)
[9] Francisco, Homilía en la Santa Misa de Nuestra Señora de Guadalupe (jueves 12 de diciembre de 2019). En otro lugar también fundamenta su visión particular sobre María a partir del Nuevo Testamento y los Padres de la Iglesia, con fuertes acentos eclesiológicos: Francisco, La Iglesia es mujer y madre. Homilía en la Misa matutina de la capilla de la Domus Sanctae Marthae” (21 de mayo de 2018).
[10] Cf. Elizabeth A. Johnson, Truly our sister: A theology of Mary in the communion of saints (New York: Continuum, 2003).
[11] Para la mariología conciliar recomiendo la síntesis de Candido Pozo, María, nueva Eva (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005), 5-119; para el modelo antropológico e histórico salvífico del s. XX véase el capítulo que le dedica Stefano de Fiores, Maria Madre di Gesù (Torino: Centro Editoriale Dehoniano, 2002); para la relación entre ecumenismo y mariología en el Concilio, véase José Ramón Villar, «Los puentes tendidos en el Vaticano II para el diálogo interconfesional sobre María», Ephemerides Mariologicae 64 (2014): 129-143..
[12] «The Pope assumes that the most important and fundamental is the truth about her Divine Motherhood. In it the whole doctrine of Mary finds its foundation and light. All the other Marian truths and the corresponding titles follow from it. He devotes more attention and space to some of them. These are not entirely new issues, but are characteristic of him. He focuses on the outline of the salvific ministry of Mary in the Church. He highlights her maternal mediation and multi-dimensional exemplarity» (Wojtczak, «Search for the Specificity of Pope Francis’s Mariology», 26).
[13] Uno de los textos más apreciados y leídos de los pontífices del postconcilio para el Papa Bergoglio fue la Redemptoris Mater, así lo dice en un breve discurso dirigido a los participantes de un Congreso que tuvo lugar en Roma durante el año 2019 con motivo del 40° aniversario del Puebla. Después de afirmar que la Evangelii nuntiandi fue el mejor documento pastoral del post-concilio dice: «cuando me tuve que quedar en Roma, por razones ajenas a mi voluntad, pedí que me trajeran muy pocos libros, muy pocos, no más de siete, y entre ellos estaba el texto primero que yo tuve de Evangelii nuntiandi subrayado, Redemptoris Mater de san Juan Pablo II con todos los papeles que yo había tomado para dar retiros espirituales, y el documento de Puebla totalmente evidenciado en diversos colores» (Francisco, Discurso a los participantes en un Congreso Internacional con ocasión del 40° aniversario de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, jueves 3 de octubre de 2019).
[14] En otro lugar habíamos subrayado que la aproximación del Papa a los Padres de la Iglesia no es la de un erudito, sino que es cordial, pero no menos lúcida. Ella surge fundamentalmente del contacto con ellos en la oración litúrgica. Los considera sabios y profetas: cf. Bruno D’Andrea, «Sabiduría y profecía. El magisterio social del Papa Francisco, sus fuentes patrísticas y su interpelación actual», Proyección 77 (2020): 399-425.
[15] También A. Wojtczak ha señalado que el Papa recurre a la enseñanza de los Padres de la Iglesia y a la de autores medievales, pero no desarrolla este aspecto al presentar la mariología de Francisco, cf. Wojtczak, «Search for the Specificity of Pope Francis’s Mariology», 21.
[16] Francisco, Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (jueves 1 de enero de 2015)
[17] Ibid. En su exhortación programática Evangelii Gaudium habría subrayado la estrecha relación entre María y la Iglesia al presentar el estilo mariano de la evangelización (cf. EG 285).
[18] Es indudable que hoy existen otros tipos de posturas que parecerían querer prescindir del Vaticano II. Algunas sugerencias con relación al presente eclesial a partir de una controversia eclesiológica antigua en nuestro artículo: Bruno D’Andrea, Del neo-pelagianismo al neo-donatismo, Mayéutica 44 (2018): 421-438
[19] Cf. Joseph Ratzinger – Hans Urs von Batlhasar, Maria. Kirche im Ursprung (Freiburg: Johames Verlag Einsiedeln, 1997).
[20] José Cristo Rey García Paredes, «Propuesta de una mariología hoy», Ephemerides mariologicae 71 (2021): 39-52.
[21] Desde ya cabe aclarar que se trata de una opción por tres aspectos del misterio mariano, lo que conlleva no profundizar en otros como, por ejemplo, la virginidad de María, lo que no quiere decir que sea negada. Por eso sirve tener presente las notas fundamentales de la protomariología patrística y así juzgar rectamente la mariología del Papa Francisco. Para una aproximación a la mariología patrística recomiendo la lectura de A. Gila, Maria nelle origini cristiane. Profilo storico della mariología patristica (Milano: Paoline, 2017). Para un contacto directo con los textos marianos de la patrística siguen siendo una referencia: Enchiridion Marianum Biblicum Patristicum (Roma: Ed. Dominici Casagrande, 1974); Sergius Alvarez Campos (ed.) Corpus Marianum Patristicum (Burgos: Ediciones Aldecoa, 1970-1985).
[22] No está de más recordar que no son equivalentes los términos «Mediadora», «Abogada» y «Corredentora». cf. Stefano di Fiores, María, síntesis de valores, 699-700. Con relación a la doctrina del concilio a propósito de la mediación de María, se sintetiza muy bien el resultado final con las siguientes palabras: «El concilio quiso guiarse por la Palabra de Dios leída en la tradición. El concilio purificó de equívocos la articulación de la mediación de Cristo y la cooperación de María a su obra redentora. A nuestro juicio, para el concilio “cooperar” en María es colaborar dispositivamente, como madre, en la actividad terrena de Cristo, y colaborar mediante su universal intercesión materna en la comunicación de lo que Cristo ha hecho, no en su intrínseca realización» (José Ramón Villar, «Los puentes tendidos en el Vaticano II para el diálogo interconfesional sobre María», 141).
[23] Augustinus, s. Denis 25,7 (= 72 A, 7). MA 1,162/16-22: numquid non fecit uoluntatem patris uirgo Maria, quae fide credidit, fide concepit, electa est de qua nobis salus inter homines nasceretur, creata est a Christo, antequam in illa Christus crearetur? fecit, fecit plane uoluntatem patris sancta Maria: et ideo plus est Mariae, discipulam fuisse Christi, quam matrem fuisse Christi: plus est felicius discipulam fuisse Christi, quam matrem fuisse Christi. ideo Maria beata erat, quia, et antequam pareret, magistrum in utero portauit. Los textos de san Agustín serán tomados de las siguientes ediciones: Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (CSEL) o del Corpus Christianorum Latinorum (CCL) o, en su defecto, especialmente en el caso de algunos sermones, de la Patrologia Latina (PL) o de la edición Sancti Augustini Sermones post Maurinos reperti (MA).
[24] Francisco, Homilía en la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (viernes 1 de enero de 2016).
[25] Augustinus, s. 195,2. PL 38,1018/26-38; uirg. 2. CSEL 41,236/19-25.
[26] Augustinus, uirg. 6. CSEL 41,240/7-9.
[27] Augustinus, s. Denis 25,8 (= 72 A, 8). MA 1,163/22-26: eia, carissimi, intendite quomodo sit ecclesia, quod manifestum est, coniux Christi; quod difficilius intellegitur, sed tamen uerum est, mater Christi. in ipsius typo Maria uirgo praecessit. unde, rogo uos, Maria mater est Christi, nisi quia peperit membra Christi?
[28] Augustinus, s. Denis 25,7 (= 72 A, 7). MA 1,163/3-7: sancta Maria, beata Maria, sed melior est ecclesia quam uirgo Maria. quare? quia Maria portio est ecclesiae, sanctum membrum, excellens membrum, supereminens membrum, sed tamen totius corporis membrum. si totius corporis, plus est profecto corpus quam membrum.
[29] «Agostino però non fa nessun sforzo di spiegare la tensione ovvia fra “María, membro della Chiesa” e “María, madre di tutti i fedeli”. Se volessimo vedere in questo una certa incoerenza potremmo forse spiegarla nel fato che Agostino ragiona quasi sempre ad hominem, si lascia condurre dalla problematica attuale, sia del testo da spiegare, sia delle questioni da risolvere» (cf. Basil Studer, «Maria nel pensiero teologico di Cirillo di Alessandria e di Agostino D’Ippona», Luigi Padovese (ed.), Atti del III Simposio de Éfeso su S. Giovanni Apostolo (Roma: Edizioni Eteria Associazione, 2001, 198).
[30] Ibid.
[31] Augustinus, uirg. 3. CSEL 41,237/12-13; c. Faust. 29,4. CSEL 25,1,747/4-5.
[32] Augustinus, Io. eu. tr., 10, 3. CCL 36,101/9-10.
[33] Cf. Segundo Folgado Flórez, «La escuela agustiniana y la Mariología», La Ciudad de Dios 178 (1965): 608-634, aquí 612.
[34] Cf. Bruno Forte, María, icono del misterio (Salamanca: Sígueme, 2001), aquí 128. El teólogo italiano hace esta apreciación en el desarrollo del tema de los dogmas marianos de la antigüedad y pone de relieve la importancia que ha tenido el desarrollo del tema de la fe de María para la afirmación de la virginidad perpetua.
[35] Stefano di Fiores, Maria, Nuovissimo Dizionario, s. v. «Discepola», 517.
[36] Augustinus, s. Denis 25,7 (= 72 A, 7). MA 1,162/16-22.
[37] Augustinus, retr., 2, 22-23. CCL 57,107/2-109/6. David G. Hunter, en Augustine through the Ages , s. v. «Virginitate, De Sancta» (Michigan-Cambridge: Grand Rapids, 1999), 870-871.
[38] Enrique Eguiarte Bendímez, Introducción en Obras y textos monásticos I. La santa virginidad (Madrid: Augustinus - Ciudad Nueva, 2009), 109-136, aquí 117.
[39] Jaime García Álvarez, Las dimensiones de la virginidad según san Agustín, Burguense 37 (1996): 209-226, aquí 21
[40] Augustinus, uirg. 3. CSEL 41,237/1-19.
[41] Julien Ries, «Jésus Sauver dans la controverse anti-manichéenne de saint Agustin». En J. Van Oort – O. Wermelinger – G. Wurst (eds.), Augustine and Manichaeism in the Latin West: Proceedings oft he Fribourg-Utrecht Symposium of the International Symposium Association of Manichaen Studies (IAMS), (Leiden: Brill, 2001), 185-194. Cabe destacar que Agustín también responde aqui a los astrólogos, véase Guillermo Pons Pons, «El misterio de las bodas de Caná en San Agustín», Revista Agustiniana 152 (2009): 359-377.
[42] Augustinus, s. Denis 25,6 (= 72 A, 6). MA 1,162/5-11.
[43] cf. Tarcisius J. van Bavel, «“Natural” and “Spiritual” relationships in Augustine», Augustiniana 46 (1996): 197-242, aquí 221.
[44] Augustinus, s. Denis 25,3 (= 72 A, 3). MA 1,158/10-30.
[45] Victorino Capánaga, «La Virgen María, según san Agustín», Augustinus 37 (1992): 5-40, aquí 13. Para una aproximación a la teología mariana del Hiponense: Eugene Portaliè, en Dictionnaire de Théologie Catholique, s. v. «Augustin. La Mère du Christ d’après saint Augustin» (Paris: Letouzey et Ané, 1909), 2374-2375; Lorenzo Dattrino, «I riferimenti mariani in Agostino», Theotokos 12 (2004): 169-182. Teodoro Calvo Madrid, «Mariología agustiniana», en José Oroz Reta y José Antonio Galindo Rodrigo (eds.), El pensamiento de San Agustín para el hombre de hoy (Edicep: Valencia, 2005), 837-896; Giovanni M. Manelli, Il parallelismo Eva-Maria in Sant'Agostino. Analisi dei testi e delle fonti (Casa Mariana Editrice: Frigento, 2016).
[46] Augustinus, s. Denis 25,7 (= 72 A, 7). MA 1,162/27 – 163/3.
[47] Augustinus, s. 191, 4: PL 38,1011/35-40.
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