Dossier “Educación, ciudadanía y patriotismo en argentina. Estudios de casos”

José María Ramos Mejía y Las multitudes argentinas, la construcción del patriotismo finisecular

Laura Guic
Universidad del Salvador, Argentina
Universidad Nacional de Lanús, Argentina

Temas de historia argentina y americana

Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina

ISSN-e: 2618-1924

Periodicidad: Semestral

vol. 1, núm. 29, 2021

revistaredesign@ifma.edu.br

Recepción: 05 Abril 2021

Aprobación: 01 Junio 2021



Resumen: El presente artículo condensa los abordajes en torno a la disputa por el patriotismo y el nacionalismo de la dirigencia finisecular argentina, encarnados en el discurso de uno de sus participantes, el médico José María Ramos Mejía, quien desde su expertiz médica, define en su obra más citada, Las multitudes argentinas, a ese otro a gobernar, en tiempos de consolidación del Estado, estableciendo tanto el diagnóstico de la denominada cuestión del inmigrante, como la respuesta necesaria, por la vía educativa.

En discusión con el nacionalismo y la historia mitrista, intenta un nuevo relato fundacional, donde la multitud será, por así definirlo, el actor político que opera desde la emancipación de la monarquía, hacia el presente del dirigente. En una clara intervención política procura un patriotismo desde donde se legitima como dirigente y define en su discurso, parte del diccionario de la época.

Palabras clave: Estado, ideología, patriotismo, dirigencia finisecular, José María Ramos Mejía.

Abstract: This article summarizes the approaches around the dispute over patriotism and nationalism of the Argentine turn-of-the-century leadership, embodied in the speech of one of its participants, the doctor José María Ramos Mejía, who from his medical expertise, defines in his work Most cited, The Argentine multitudes, that other to govrn, in times of consolidation of the State, establishing both the diagnosis of the so-called immigrant question, as well as the necessary response, through education. In discussion with nationalism and Mitrist history, where the crowd will be, so to define it, the political actor that operates from the emancipation of the monarchy, towards the present of the leader. In a clear political intervention, he seeks a patriotism from where he legitimates himself as a leader and defines in his speech, part of the dictionary of the time.

Keywords: State, ideology, patriotism, turn-of-the-century, leadership, J M. Ramos Mejía.

A modo de introducción

Uno de los desafíos que se presentan en la investigación del patriotismo y la nacionalidad hacia fines del siglo XIX, se encuentra en la exploración del campo educativo y muy particularmente, si se observa desde la perspectiva del gobierno de la educación. El proceso de la presente indagación, se centró en la arquitectura de un patriotismo que surge del diagnóstico novedoso para el período en función de la masa que ha de ser gobernada.

Otro aspecto, tal vez de carácter epistémico y metodológico a la vez, es el estatuto de cientificidad que abre el debate en campo educativo en relación a quiénes son aquellos que poseen los atributos para estudiar en la educación aquellas dimensiones que la trascienden.

Puestas a consideración estas cuestiones, se desarrolla a continuación el estudio de la primera edición de Las multitudes argentinas[1] publicada en 1988 por José María Ramos Mejía, quien, a partir de su diagnóstico del problema de las masas ingobernables, diseña una respuesta por vía educativa y desde la educación patriótica.

Del universo de quienes instituyen discursos, se toma el ensayo, como caso particular, por la amplia recepción de los cuadros dirigentes e intelectuales de aquellos que instauraron formas de ser y hacer en sede educativa. El análisis del discurso como enfoque, implica además poder elucidar en el nivel de las prácticas, cuánto es declarativo en ellos y cuáles se cristalizan a través de la creación de condiciones de posibilidad; entendidas como proyectos que se implementan a modo de políticas públicas.

El estudio en torno al gobierno de la educación y el interrogante en relación a la gestión de Ramos Mejía, un funcionario del Estado a cargo del Consejo Nacional de Educación, me llevó a estudiar su obra más representativa, Las multitudes y en ese proceso poder establecer que el texto excede su categorización como ensayo sociológico-científico, y que puede leerse como una intervención política ante el problema del inmigrante, donde la educación será, como el médico pronostica, una vía para resolverlo.

En el marco de la investigación en relación al patriotismo y el nacionalismo, el presente capítulo, consta de dos partes, la primera encara la re narración biográfica o silueta, -según la propia terminología del médico-, que exhibe su inscripción patriótica en el círculo dirigente finisecular y en ese sentido, el estudio de la recepción de Ramos Mejía; de las que se seleccionan solamente la de sus discípulos, y luego las de Rojas y Carbia, tal que muestran la operación de inscribirlo tanto en la literatura como en la historia argentinas. Esto se enmarca en una investigación de más largo aliento de la obra Las multitudes, que muestra evidencias del carácter eminentemente político de su obra y el patriotismo en cuestión.

Se emplea el enfoque metodológico rizomático como aporte para investigaciones que aborden historia de las ideas y la educación, empleando el análisis del discurso en un rizoma deleuzeano que favorece la profundización de los objetos de estudios propuestos.

Se trata de un doble propósito, por un lado, poner a jugar las hipótesis formuladas en relación a la cuestión patriótica y nacional; y por otro brindar un aporte el análisis de de la recepción de la obra más representativa de Ramos Mejía.

La hipótesis que entrama el capítulo sostiene que, en Ramos Mejía, el patriotismo se pone al servicio de una operación de legitimación política como recurso apologético en términos de conservar su lugar en el gobierno. La operación a su vez consta de dos aristas, una demostración de su linaje patricio por un lado y la instauración de un nuevo relato histórico de la nación, en oposición a Mitre y Gutiérrez, por otro.

Ramos Mejía y su época

A partir del planteo de la hipótesis resta dar cuento cómo y de qué manera, Ramos Mejía edifica un patriotismo en los dos sentidos señalados, a través de sus publicaciones y el señalamiento de su linaje patricio y por otro y en el caso de las multitudes, constituidas como sujeto político, que formarían al pueblo de la Nación Argentina.

Estudiar los escritos de Ramos Mejía permite ingresar al interior del Orden Conservador como categoría instituida por Natalio Botana (1994), y adentrarse así en el pensamiento de los dirigentes de fines de siglo XIX y principios del siglo XX.

De este grupo selecto, a quien ha participado en la política como médico de profesión, ese científico que ocupa además de un lugar en la cátedra, un espacio en el gobierno, conformando la lógica que constituye la estructura del sistema de reproducción político de este ciclo conservador que se resume en la dialéctica: “de la universidad al Estado, y del Estado a la universidad”.

Un claro ejemplo del armado de la estrategia es visible, en un ensayo específico, Las multitudes argentinas (1899); ésta reconocida y citada publicación, posee desde su estructura, argumentación y recepción, un discurso eminentemente político, antes que histórico o científico, como se lo ha recuperado. Siguiendo a Charle[2], éste es un manifiesto que sustenta la pertenencia a la elite dirigente y como tal puede ser interpretado conforme a la tradición o hegemonía discursiva, en discusión con las líneas fundacionales de la república; en una doble vía de continuidad y ruptura, para instaurar la propia discursividad. Vale decir, de qué manera Ramos Mejía se expresa dentro de su campo y cuál es el valor que se le ha dado a la obra desde su publicación y difusión; identificando cuáles son los argumentos médicos para dar respuesta a los problemas políticos, reclamando el derecho para instalar la discusión acerca de la multitud y su gobierno. La literatura dedicada al ciclo conservador, tanto vinculada al elogio como a la crítica del período lo escinde generalmente del contexto de operación.

Cabe destacar en ese sentido que, Las multitudes, es un ensayo que evidencia el cambio en el campo político finisecular, y que prefigura la nueva escena política que se desarrollará plenamente en el transcurso del Centenario de la Revolución. Éste es el contexto de participación política y de reconfiguración de un patriotismo que disputará la narración de los grandes héroes de loa patria y ubicará a la masa como protagonista de la masa que instaura y funda la nación.

Es importante señalar que la reivindicación de los médicos en el espacio político se debe a que la creencia en la ciencia[3] devino en un manifiesto reconocimiento en el científico, tanto en las elites como en la sociedad; la ciencia como un sistema de creencias más detentará entonces un lugar en la política.

En el caso de Francia, Charle, refiere que los científicos fueron asociados a la obra patriótica y revolucionaria de la defensa nacional. Según el autor, se constituirá así, un nuevo consenso donde los científicos, revindicados por las naciones tendrían una nueva legitimidad cultural. El científico encarnaba en su profesión, la antípoda de las pasiones políticas pues su tarea estaba orientada a la búsqueda de la verdad, la razón y el desinterés.

En Argentina, José María Ramos Mejía forma parte de este cambio ideológico propuesto por Charle, y, además, representa la transformación del campo intelectual de fines de SXIX; en un momento clave de la sucesión de los pensadores de la nación como Sarmiento y Alberdi, entre otros.

El médico, en su ensayo Las multitudes argentinas se recuerda, publicado en 1899, condensa la cuestión del inmigrante y el temor a la pérdida del gobierno propio; desde la perspectiva del círculo dirigente argentino finisecular; y además del diagnóstico formula una sintética respuesta al problema: “este burgues aureus, en multitud será temible, si la educación nacional no lo modifica con el cepillo de la cultura y la infiltración de otros ideales que lo contengan en su ascensión precipitada al Capitolio” [4].

De aquí el aporte y enfoque diferente de su estudio; para acreditar la participación política es necesario situar a Ramos Mejía en un contexto social e histórico, delineando su biografía a modo de silueta, como el mismo hiciera con distintos gobernantes salientes de la historia.

La silueta de Ramos Mejía[5]

Ya en su Historia de la Literatura Argentina publicado en la década del ’20, Ricardo Rojas (1882-1957) ubica a Ramos Mejía, como paradigma del nuevo ideario argentino, perteneciente al reducido grupo de los modernos, como un pensador laico y dice que es “una de las figuras más complejas y fuertes de su generación” [6].

Conocido como Ramos a secas en el círculo más próximo, se lo revindica en la enseñanza, la política, el periodismo y la medicina. Por el tono y el contenido de su escritura, Rojas lo considera un humanista moderno, según el método de las ciencias biológicas; por analizar al hombre como ser natural y como fuerza histórica.

El más conocido de sus discípulos, José Ingenieros (1877-1925), incluye a su maestro como “hombre representativo” de lo que denominará generación del ochenta; caracterizada por la agitación de ideas, cuyo rasgo típico de renovación cultural fue el surgimiento, en el país, de un nuevo género casi desconocido, el de los estudios científicos. Esta como se verá más adelante, será la tesis que se sostenga a lo largo del tiempo y hasta el presente.

Su “silueta” se presentan a continuación y a modo de escultura incompleta, plausible de seguir cincelando y exhibe, además, la valiosa información de sus biógrafos[7] y los datos que repujan su vida política.

Ramos Mejía es un médico psiquiatra y saliente pensador del campo científico y político, ampliamente reconocido tanto en su tiempo y a lo largo de la historia, local como internacionalmente. Han citado su obra autores renombrados como Scipio Sighele[8] contemporáneo del autor. En el transcurso de su ecléctica vida, su obra fue difundida como expresión material de la filosofía del positivismo; tal inscripción se sostiene en el análisis del aparato crítico y cuerpo de sus producciones por citar recurrentemente a exponentes como: Taine, Tarde, Spencer, Darwin, Wallace, Ribot, Romanes, entre tantos otros.

Aunque coinciden sus biógrafos en señalar que abordó la historia y la sociología; no se revindica de este médico su continua y destacada actuación en el campo de las políticas sanitarias y educativas del incipiente Estado Argentino. Sus “propias neurosis”, evidenciadas en los detalles de las personalidades salientes de los gobernantes de la historia, lo llevarán a ser un hombre político.

De linaje patricio, su genealogía puede rastrearse, en América, hasta Gregorio Ramos Mejía y Marquéz de Velazco, alcalde, regidor y decano de la época del virreinato, quien se radicó en Buenos Aires hacia el año 1711. Su padre Matías, fue un estanciero y militar que participó en la conspiración de 1839 contra Rosas y por su declarada postura unitaria debió exiliarse junto a su familia, desde 1831 en Montevideo. La madre, Francisca Madero regresa del exilio, para que su tercer hijo pudiera nacer en Buenos Aires; en la vieja casona familiar, de la calle La Victoria, el 24 de diciembre de 1849. De sus hermanos, es Francisco un notorio abogado e historiador. La obra de este último -con quien comparte la agrupación estudiantil- El Federalismo Argentino, Fragmentos de la historia de la evolución argentina, fue publicada diez años antes de sus Multitudes, y es recuperada en sus escritos y en numerosas oportunidades, como cita de autoridad.

El exilio postergó el ingreso a los estudios de los hijos de la familia. Luego con la caída de Rosas regresan a Buenos Aires. José María cursa sus estudios primarios en el Seminario Anglo Argentino del Ferrocarril[9], siguiendo a Newland señala que, en el periodo post rosista: Las instituciones, de acuerdo al clima liberal del momento, se querían mostrar modernas y progresistas, y buscaban diferenciarse de sus competidoras. Uno de los casos más notables fue el Seminario Anglo-Argentino del Ferrocarril, destinado a preparar para la práctica del comercio, que se instaló en 1859 en Caballito, entonces un suburbio de Buenos Aires, aprovechando la reciente apertura del ferrocarril. Los alumnos eran pupilos y los profesores usaban el nuevo medio de locomoción para ir a dar sus clases[10].

Los primeros estudios secundarios en el colegio Luis de la Peña, institución que se transformaría en la Escuela Normal. Realiza su Bachillerato en el Departamento de Estudios Preparatorios de la Universidad de Buenos Aires –en tiempos en que la universidad aún era provincial[11]–, graduándose en 1872.

En diciembre de 1871, con 21 años, debido al suicidio de un estudiante de abogacía por cuestiones académicas, organiza junto a otros un movimiento estudiantil, que se revindica posteriormente, como una de las primeras acciones pro reforma universitaria. En el mismo año, publica una silueta del coronel Tomás Guido y los tres Perfiles Universitarios, en la sección literaria del diario Tribuna. Escribe allí bajo el seudónimo de Licenciado Cabra, personaje de La Vida del Buscón, nombre que denota su admiración por su autor, Francisco De Quevedo, literato español el SXVII. También publicó artículos para el diario de los Paz, y algunos para El Nacional.

Junto a José María Gutiérrez (1831-1903) y Lucio Vicente López (1848-1894), fundaron el semanario de la Junta Revolucionaria, 13 de diciembre[12]; lo que le costó la suspensión de su matrícula de estudiante, por delitos de imprenta. En abril de 1872 y por intercesión de Amancio Alcorta (1842-1902)[13], rector del Colegio Nacional Buenos Aires y profesor de la Facultad de Derecho, se le devuelve la licencia que le permite finalizar los estudios preparatorios para el ingreso a medicina.

Retomando su participación política y la apelación al patriotismo en la reivindicación de la Junta Revolucionaria, cuando estudiante, es oportuno profundizar en la hipótesis que formulara en un trabajo anterior, que expone que, los antecedentes de la Reforma Universitaria del ’18, son en parte, una construcción de los herederos del Partido Autonomista Nacional, que tiene como objeto, revindicar su lugar en el gobierno de la educación[14].

Siguiendo esa línea de investigación, se desprende la hipótesis particular a saber: los estudiantes que promueven la Reforma en 1871, son además políticos que ocupan lugares en el Estado y esta legitimación se instala, entre otras justificaciones (como puede ser el caso de la científica), en el linaje patricio del grupo de unos siete a diez miembros que lideraban al estudiantado de la Universidad de Buenos Aires finisecular.[15]

Algunos años posteriores a los eventos de Córdoba, un sector de la dirigencia porteña, en una operación política, a través de la prensa intenta, redefinir a los estudiantes reformistas, en una nueva construcción que pondrá el foco en los orígenes hacia la segunda mitad del siglo XIX. Este movimiento reformista de 1871, emplea como herramienta política, un diario publicado por y para estudiantes.

En la construcción de un relato de la reforma universitaria que postula la participación protagónica de actores como J. M. Ramos Mejía y Juan Carlos Belgrano, se revindica un discurso revolucionario de la reforma que se inscribe en Buenos Aires y en la década del ’70. Se advierte en el reconocimiento de sus linajes patricios, el intento de correr de lugar y tiempo la reforma en la disputa por la gesta reformista, una contienda entre los herederos del conservadurismo y los radicales.

En 1926, transcurridos ocho años del “Grito de Córdoba” de 1918, se edita en la revista “Crítica jurídica, histórica, política y literaria[16]” un artículo titulado Renovando el pasado; el contenido, otro artículo titulado a su vez La revolución estudiantil del 13 de diciembre de 1871. Su aniversario en la Universidad de Buenos Aires ¡Aquellos tiempos! Este último publicado en el diario Sarmiento, del 13 de diciembre de 1910, N° 2.126.

La nómina de los líderes de los estudiantes varía según las distintas fuentes; el artículo citado, publica una lista compuesta, en líneas generales, por quienes participaran del mismo destino: familias patricias, desterradas en tiempos de Rosas. Junto a José María Ramos Mejía, intervienen: Juan Carlos Belgrano (1848-1911) sobrino nieto de Belgrano, Lucio Vicente López (1848-1894), nieto del autor de la letra del himno e hijo de Vicente Fidel López, Miguel Sorondo Ramos (1850-1888), José María Cantilo, su hermano Francisco Ramos Mejía (1847-1893), Bernabé Artayeta Castex (1849-1917); Francisco B. Pico; Juan D. Fonseca y Faustino Jorge.

Retomando sus estudios, no abandona sus cargos en el estado en este caso provincial, dirigiendo desde 1873, la Institución de Asistencia Pública, en la Municipalidad de Buenos Aires donde desarrolla su capacidad de gestión. En el mismo año funda el Círculo Médico Argentino y su publicación Anales, dos años más tarde. En 1874 participa de la revolución que organizara Mitre, donde termina apresado, junto a su padre y su hermano Francisco. No serán sus últimas acciones en pos de los intereses de la provincia de Buenos Aires.

El 7 de noviembre de 1878, Sarmiento escribe en El Nacional, un elogioso artículo sobre el primer volumen de la Neurosis de los Hombres Célebres que Ramos dedicara a su abuelo y al incipiente Círculo Médico. La recepción de su trabajo implica un reconocimiento en el círculo dirigente del país. El prólogo es escrito por Vicente Fidel López, quien le transmitiera sus ideas filosóficas volterianas, sus pasiones políticas y sus aristocráticos apegos de viejo porteño[17].

Se doctora en 1879, con una tesis acerca del traumatismo cerebral, y en el mismo año se casa con Ma. Cecilia de las Carreras. Fruto del matrimonio nacen, Ma. Teresa; José María, José Isaías y Rafael.

Tal como se anticipara, párrafos atrás, forma parte de la Revolución de 1880, alistado en las filas del mitrismo, que finaliza con la federalización de la Ciudad de Buenos Aires. Y en el mismo año, es elegido diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Existen también registros de su intervención como perito judicial, en los tribunales nacionales.

En 1882 publica la primera parte del segundo tomo de Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, aplicando el criterio biológico al relato de la historia humana. En una segunda entrega, Sarmiento publica otro artículo en el Nacional, donde sitúa a autores como Ramos Mejía en la producción de obras útiles, que le permiten al sanjuanino seguir con placer y emoción, a estos cuadros de jóvenes políticos.

Ese año es nombrado, además, vicepresidente de la Comisión Municipal de Buenos Aires; promueve la Dirección General de Asistencia Pública, de la que fue designado director, un año más tarde; funda el Hospital de Crónicos, el laboratorio bacteriológico, la Escuela Municipal de Enfermería, entre otras obras.

Siguiendo la hipótesis de trabajo, en la construcción del patriotismo al servicio de la defensa de su lugar en el gobierno, Ramos Mejía no abandona la escena pública y se destaca en su accionar contra el cólera, en 1886. El mérito de su labor, le confiere el prestigio necesario para que, al año siguiente, las autoridades de la Facultad de Medicina le ofrezcan la cátedra de Higiene que dejara Rawson; y aunque la rechaza en varias oportunidades y tras aceptar; por iniciativa propia, crea, además, la Cátedra de Enfermedades Nerviosas.

Funda en 1887 el Departamento de Higiene, que dirigió durante dos años. Creó la cátedra de Neuropatología, dando origen a los estudios de psiquiatría institucionales en Argentina. Su producción de memorias en el ejercicio de su profesión es cuantiosa. En este año José María Cantilo le dedica su colección de artículos que publica con el nombre de Un libro más.

Se desempeña como diputado nacional, por la provincia de Buenos Aires entre 1888 y 1892, durante la presidencia de Luis Sáenz Peña, quien lo nombra, además, presidente del Departamento Nacional de Higiene, desde donde pone en práctica diversas políticas sanitarias.

Se tienen datos de su participación en la Revolución de 1890, conocida como la Revolución del Parque, según la información biográfica, que aporta su hijo[18]. En 1893 publica Estudios clínicos sobre enfermedades nerviosas y mentales, y se incorpora como miembro de número a la Junta de Historia y Numismática Americana, la actual Academia Nacional de la Historia.

Hacia 1895 sale a la luz La locura en la historia, prologada por Paul Groussac (1848-1929) y recuperada posteriormente como una obra médico-sociológica. Afirma Groussac: "Su obra no sólo está en los detalles y en el estilo, de las cien páginas vibrantes que forman el follaje de su libro La locura en la historia, sino que revelan el talento personal del autor[19]" El ensayo consolida su lugar de psicólogo e historiador. En reconocimiento por este escrito es invitado a París, donde se le reconoce con un banquete en su honor. Quedan inmortalizadas las palabras de Francisco Cobos en su, Discurso sobre su obra La locura en la historia, (1899) revindicando al médico, escritor y funcionario público.

Luego, Ramos Mejía interviene en 1898 de la creación de la Liga Patriótica Argentina[20], formada por miembros de la inteligencia del país, según Terán[21]. Ahora bien, habiendo llegado a este punto, Ramos Mejía es un médico, profesor y funcionario reconocido. Y así, un año después publica Las multitudes argentinas, en un estudio de la psicología colectiva, ponderado como el primer estudio en Argentina de su especie.

Se suscitará desde este momento su actuación en diferentes puestos como Director del Instituto Frenopático, que aún existe; Asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores, para el estudio de la Convención Sanitaria de 1904. En este año se edita Los simuladores de talento, dedicada a Roque Sáenz Peña (1851-1914).

Su nombre aparece en las noticias francesas, el diario Le Figaró, en agosto de 1906, como posible candidato a las vacantes por Capital de las bancas de diputados y en la revista del Congreso Internacional de Psiquiatría, de París que lo señala como adherente argentino.

En 1905 ingresa a la Academia Nacional de Medicina para formar parte y unos años más tarde a su consejo directivo. Recién en 1907 se imprime Rosas y su tiempo. Su obra de mayor robustez, editada en tres volúmenes; donde retrata al Tirano. Desarrollará aquí las características personales y gubernamentales de Rosas para explicar su permanencia en el gobierno durante aproximadamente tres décadas y constituyendo un orden, calificado o descalificado como rosín, pero orden, al fin y al cabo.

El presidente Figueroa, Alcorta en enero de 1908, lo designa Presidente del Consejo Nacional de Educación, creado por decreto del roquismo en 1881y cuyas funciones estarían establecidas en la Ley de Educación 1420.

Tal nombramiento llegaría en plena proyección de la etapa de festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, motivo por el cual presenta un conjunto de iniciativas publicadas en 1909, bajo el título de La escuela argentina en el Centenario. En el desarrollo de esta tarea, fueron sus colaboradores más conocidos, Pablo Pizzurno (1865-1940) y Juan Pedro Ramos (1878-1958). Por diferencias con el presidente de la nación, renuncia a su cargo en enero de 1913

Entre 1910 y 1911 escribe para el periódico Sarmiento, diario de combate, avalando la candidatura de quien llega posteriormente, a la presidencia. Los artículos bajo fueron editados bajo el título A Martillo Limpio, Estampas y siluetas repujadas. Isaías Ramos Mejía, con algunos de sus escritos inéditos y folletos. Los retratos de sus coetáneos como Hipólito Yrigoyen (1852-1933) y Osvaldo Magnasco (1864-1920), muestran a un escritor más espontáneo y menos científico.

En carácter de presidente del Consejo Nacional de Educación, establece correspondencia con Rubén Darío (1867-1916), cuando se desempeñaba como ministro de Nicaragua, desde España, reconociéndole que ha leído mucho acerca de él y sin embargo no contaba con ninguna de sus proclamadas publicaciones.

Sus obras más citadas son: Las neurosis de los hombres célebres (1880), Estudios clínicos sobre enfermedades nerviosas y mentales (1890), La locura en la historia (1895) Las multitudes argentinas (1899) Los simuladores del talento (1904) Rosas y su tiempo (1907).

En sus últimos años dirige la publicación, Sarmiento; aunque a lo largo de su carrera escribe también para El Nacional, de Aristóbulo del Valle; en La Libertad de Manuel Bilbao y en el Sud América, junto a Carlos Pellegrini, Roque Sáenz Peña, Lucio V. López y Miguel Cané.

Dirigió, además, la Biblioteca Argentina de Ciencias y Letras, en la Editorial Félix Lajouane & Co.; una colección donde se edita Los simuladores de talento, y en este tiempo, se le reconoce en la editorial como publicista probo e “iniciador de la idea, cuya doble autoridad en nuestras ciencias y letras constituye la más severa garantía para la elección de las obras á publicarse” [22]. A los 63 años, muere en su ciudad natal, el 19 de junio de 1914. Se reconoce su obra tanto desde una perspectiva sociológica como histórica. A partir de su fallecimiento se multiplicaron los homenajes en publicaciones y actos conmemorativos.

La tradición de lectura

Recorridos los repujes de su esculpida vida eminentemente política, es conveniente ahora recorrer brevemente y luego de una amplia indagación las formas en que fue leído y recepcionado el ensayo que lo asocia al nombre, Las multitudes.

Es, sin riesgo a errar, de las publicaciones de Ramos Mejía, acaso la más nombrada y como escritor, la más representativa; pues a través de ella se lo ha reconocido en Argentina y también en la tan admirada Francia.

Conforme a la tradición decimonónica, este médico, describe los problemas de la elite dirigente, y en particular, intenta elucidar el origen de la multitud en América Latina. El estudio de la obra y su recepción desde el momento mismo de publicación hasta el presente, exponen, sin lugar a duda, que Las multitudes ha conducido a su autor a transitar por fuera de las fronteras del espacio geográfico, del campo de la medicina y del tiempo de actuación.

Transcendiendo la construcción que de su autor como científico se ha hecho y la inscripción en diversas áreas del conocimiento; y a partir de allí como se han interpretado y definidos sus escritos; vale decir que si se lo ubica como un médico que hace historia, el ensayo será historiográfico; si es literario el enfoque será representativo de las humanidades y el arte argentinos y si es sociológico pertenecerá a la genealogía de la ciencia nacional. En síntesis, el modo de leer esos textos estará condicionado por el encuadre y la autoridad del campo de saber (disciplina) que se le atribuya.

Tales construcciones, modos de leer e inscribir sus escritos permiten esclarecer al interior del discurso de Ramos Mejía y su obra, la transmisión hacia el presente de los estudios que conforman la tradición de lectura. Se distinguen así dos momentos: la recepción en tiempos de Ramos Mejía, y en los primeros años posteriores de su muerte. Por otro y siguiendo la secuencia temporal, se recuperan aquellos valiosos trabajos que han analizado Las multitudes desde muy disímiles perspectivas. Mucho se ha escrito en torno a la obra, ya en su tiempo de publicación, y luego en relación a la historiografía del período, pero los enfoques han dejado por fuera la correlación del diagnóstico del ensayo con su participación en la política de la época, y su construcción particularísima de un patriotismo que remite a quienes gobiernan, por un lado y al pueblo gobernado, por otro. En este proceso puede establecerse, la recepción de un modo particular de percibir la cuestión del patriotismo según el campo disciplinar de quien lo revindique.

Publicada Las multitudes hacia fines del SXIX, impacta en el círculo dirigente y su recepción está regida por la confluencia de elogios y críticas. Puede advertirse que los análisis de quienes fueran sus discípulos Francisco de Veyga y José Ingenieros, han sido fundantes en las posteriores lecturas del ensayo en particular, hasta la actualidad.

Recepción de Las multitudes argentinas en su tiempo

Son sus alumnos más salientes, quienes escriben críticas acerca de su obra, en el mismo año de su publicación, y dan debida cuenta de la recepción Las multitudes argentinas de Ramos Mejía en su tiempo. José Ingenieros[23] (1877-1925) y Francisco de Veyga (1866-1942) quienes, en 1899, recuperan el ensayo de su mentor y aportan, por un lado, datos biográficos en la búsqueda del reconocimiento de su maestro y por otro la trascendencia de la obra, como ensayo de psicología y de sociología.

Es José Ingenieros, el más conocido de sus discípulos y la crítica a Las Multitudes de su maestro, el inicio de la genealogía de la recepción. Recién iniciado como estudiante de medicina, publica el análisis del libro, afirmando que las demás lecturas del momento, habrían sido una detracción despiadada.

El aporte de Ingenieros encarna no solamente uno de los primeros eslabones del encadenamiento de la tradición de lectura, sino además invaluables aportes biográficos para repujar la de la silueta del autor y la más potente inscripción científica que perdura hasta el presente. Afirma Ingenieros que su maestro, “(…) no tuvo nunca temperamento de funcionario; era un hombre de estudio, más ideativo que actor” [24].

En su estudio y desde una crítica sociológica[25] Ingenieros estudia Las multitudes y su significación en la cultura histórica argentina. Postula el ensayo como un escrito científico que evidencia la recepción de los actores de la época y permite comprender la lectura que posteriormente hicieran diversos historiadores a lo largo del tiempo al continuar con esta tradición de interpretación en clave de lectura sociológica.

Considera, siguiendo a Taine (1828-1893), que la obra de un autor tiene valor representativo de su ambiente y supone que la aplicación del criterio científico a la interpretación histórica es signo de progreso y civilización. Esta impronta característica además es reconocida por Ingenieros como un serio esfuerzo de aplicación de criterio científico al estudio de la evolución argentina. Entiende que la obra merece ser detenidamente analizada, iniciando así una revisión al concepto psicología de las multitudes formulado por Ramos Mejía.

En su publicación hace un estado de la cuestión de los que han estudiado las multitudes, entre ellos, Sighele S. (1868-1913) y Tarde J. G. (1843-1904); éstos son citados también por Ramos. Objeta, sin dudarlo, que los que formularon esta construcción conceptual han olvidado precisar sus límites en el marco de la psicología social y las psicologías colectivas. Desarrolla una larga explicación hasta cerrar con una hipótesis propia acerca de las fuerzas psicológicas.

En su crítica sociológica, presenta el ensayo como un postulado de psicología social; y considera que: “la aplicación del criterio científico a la interpretación de la historia argentina debe ser saludado como un síntoma de progreso, en la cultura del país, aunque sus primeros pasos sean inciertos y sus palabras suenen a balbuceo incipiente”[26].

Así, tal y como se adelantara, la designación de Las multitudes como obra científica tendrá continuidad hasta el presente, inaugurando los cimientos de la sociología argentina, de una vez y hasta el presente. En su análisis reconoce por un lado un esfuerzo de empleo del método científico al estudio de la evolución argentina, ocupándose más que el mismo Ramos Mejía en señalarlo. Y sostiene que como tal merece ser sometida a la crítica y análisis científico. Ingenieros recupera la obra como un escrito científico y la inscribe además en la incipiente sociología argentina.

Francisco de Veyga, menos conocido que el anterior, dice de su mentor, que no fue solamente un hombre de ciencia, un psiquiatra saliente, que dentro del dominio de la historia encontrara interesantes sujetos de observación y de estudio y los abordara con entusiasta dedicación haciendo de ellos, otros tantos motivos de éxito personal. No fue tan solo un historiador ameno y erudito que aplicara sus conocimientos especiales de psiquiatría y sus brillantes dotes de escritor al mejor conocimiento de los hombres y hechos del pasado. Fue un pensador genial"[27].

Este discípulo del médico también realizará un estudio en artículos publicados en el Mercurio de América en noviembre y diciembre de 1899[28]. El análisis del ensayo muestra en orden alternado, caracterización de la obra, ponderación de su autor, descripción del formato y señalamiento de omisiones.

Si bien inicia su crítica afirmando que es una obra “puramente histórica”[29], -en esta sentencia se diferencia de Ingenieros, por la inscripción disciplinar-; en el desarrollo se ocupará de redefinir la intencionalidad de Ramos Mejía, que para De Veyga, no es otro que describir el origen de la nacionalidad, -central para la presente investigación -, y el propósito de éste no es otro que el mostrar el estudio que ha realizado durante aproximadamente veinte años del perfil del Restaurador de las Leyes. Más adelante lo ubicará como un erudito que sirve a propósitos científicos y filosóficos. Explica que la vitalidad que ofrece la obra deviene de su carácter de psicólogo y el arte de la descripción y la belleza de un literato[30]. Para reafirmar su carácter científico, sostiene que: “Las multitudes argentinas, es un estudio de psicología social- de filosofía histórica como se ha estado diciendo con mayor propiedad hasta ahora- en que de paso se esboza la embriogenia y la esplanología de una sociedad”[31].

Reafirma la perspectiva histórica desde los orígenes hasta su presente histórico, combinado con la evolución y la pluralidad étnica que compone la muchedumbre. Como cualquier fenómeno sociológico, su autor muestra las etapas bien definidas, dice De Veyga, a través “de un ojo observador y espíritu filosófico”[32]. En continuidad con Ramos Mejía dice que “La sociedad argentina es eminentemente pletógena. Ramos ha tenido que crear la palabra para expresar esta idea”[33].

Extrae como conclusión personal, aunque Ramos no lo diga en forma explícita en su ensayo, que la obra define la constitución de la nacionalidad e instala la pregunta respecto de la ausencia de clases dirigentes en nuestro país que neutralizaran el dominio de los tiranos.

De la descripción sucinta de los capítulos condensa luego, “Se forman ejércitos, se dan batallas, se constituyen Juntas y Asambleas, se crea una bandera, que no es la inspiración de dos fogosos patriotas, sino la reproducción de colores percibidos con insistencia en todas estas agitaciones tumultuosas”[34]. Ésta es sin duda, la apelación a la crítica de la historia de Mitre.

De Veyga precisa que la época siguiente a Rosas, como una era grandiosa de organización nacional, afirmación que le es propia, que deviene en crítica por omisión a su maestro. En este sentido, la visión del discípulo muestra la constitución de la perspectiva de la cuestión nacional, sin llegar a profundizarlo, pero que posteriormente no fuera vuelto a retomar, en investigaciones posteriores hasta la presente.

Los artículos publicados en relación a Las multitudes, son por un lado descriptivos y por otro explicativos; cuando recupera la categorización de los tipos sociales, interpreta que el hombre carbono de Ramos Mejía, es “(…) el equivalente del elemento ponderable, dotado de atracción, infaltable de los compuestos orgánicos”[35]. En relación a la descripción de los inmigrantes, afirma que es genuina. Esta cuestión de la constitución migrante de la masa es un problema para la cuestión nacional.

Retomando la crítica que propone al ensayo, considera que el encadenamiento que propone entre los tipos como el guarango, el huaso, son desde su perspectiva, por lo menos, incompletos. Así juzga inconclusa la tipología de Ramos y encuentra omisiones, como la figura del compadrito. Reformula la categorización, iniciándola con el parvenu o advenedizo, a quien define como el heredero de la riqueza familiar sin la necesaria madurez. Además, infiere que tanto el huaso como el compadrito son más argentinos, que inmigrantes. El compadrito es a su vez tan criollo que odia lo extranjero y tiende a emplear inconscientemente todo aquello que sea nacional; hasta pretende que se podría derivar del gaucho, que no es mencionado por Ramos. Refuerza esta hipótesis formulando además que “el gaucho si no es la representación originaria del compadre, al menos es “su equivalente de los campos”[36]. Así es su descripción del binomio extranjero-nativo de De Veyga.

Pondera, por un lado, el examen del burgués derivado del guarango, y por otro, lo considera inacabado. Cita textual la referencia del burgués aureus para discutir luego la conceptualización porque entiende que al interior del tipo es tan peligroso el más rico como el más pobre de ellos; ésta es una lectura al menos ingenua de De Veyga ya que Ramos se preocupa solamente por aquel que por su enriquecimiento accede a la universidad y así, al sistema de reproducción del poder conservador, que implicaba el ingreso a los puestos de gobierno.

Para finalizar concluye que la obra es la de un “pensador profundo” que “consagra su reputación de hombre de ciencia y de psicólogo, al mismo tiempo que construye en la literatura histórica un monumento de concepción, el primero en fecha y modelo, al cual imitarán todos los autores de su clase que le sucedan sin sobrepasarlo fácilmente. Realza su mérito la belleza de su estilo y la claridad de sus ideas”[37].

Estudios posteriores de Las Multitudes y su autor

A partir del fallecimiento del médico se inauguran estudios que lo ubican en diferentes campos del conocimiento. Ingenieros lo ha instalado ya en la genealogía de la sociología, junto a los precursores[38] de la disciplina; y De Veyga, sin diferir en la esencia científica, lo incorpora como historiador.

Ricardo Rojas (1882-1957) hará lo propio en la construcción de una literatura nacional y posteriormente, Rómulo Carbia (1885-1944), lo recuperará como historiador. Todas estas inscripciones constituyeron así, una matriz para leer el ensayo y operan en la interpretación de Las multitudes como legitimación de diversos campos de saber.

Es posible a partir de estas operaciones y la configuración de estos enfoques; proponer un modo de indagación que profundice la insinuación de la crítica de Sarmiento a otra de sus obras, como un escrito de corte político, aunque esta perspectiva, que es la que se retoma en la indagación, no prosperó.

La afirmación de Ingenieros en relación a que su maestro, no presentaba las características o el temple de hombre de gobierno y que sus rasgos salientes se alineaban a los de hombre de ciencia, se mantendrá a lo largo del tiempo y se instalarán como una certeza indiscutible, para los estudiosos posteriores. Rojas lo revindicará como parte de la literatura nacional y Carbia lo incluirá como historiador, en el selecto grupo de ensayistas junto a Sarmiento, Echeverría y Alberdi.

Ambos autores revelan la influencia de la construcción de Ingenieros, delineando además el retrato de un Ramos Mejía intelectual, que desde la invocación de su nombre servirá para la validación de diferentes disciplinas del saber nacional. Se subraya nuevamente aquí la relevancia del estudio de la recepción para evidenciar las construcciones advertidas en la investigación, pudiendo establecer así un inicio en la genealogía de la recepción de la obra de Ramos.

Un médico literato

Rojas, en la década del ’20 y en la misma línea que los discípulos de Ramos, identifica Las multitudes como un estudio de psicología colectiva, tal como lo señala el título añadiendo que es el “caso” de un pueblo fanatizado. Dice además refiriendo a la evolución de la escritura de Ramos, que: “El médico se había hecho más psicólogo, el psicólogo más artista”[39].

Para instalar la novedosa perspectiva literaria, introduce a Ramos Mejía en su Historia de la Literatura Argentina, escrito entre los años 1917 y 1922. Rojas considera a Ramos como un humanista, en tanto el hombre fue objeto de sus cavilaciones. “Analizó al hombre como ser natural y como fuerza histórica” (Rojas, 1948, p.72); y además lo ubica como introductor del género de su especialidad, las memorias; no por ello deja de señalar que su obra exhibe a un originalísimo historiador.

Concluye que la ciencia médica se encuentra al servicio del devenido historiador. Las multitudes junto a Rosas y su tiempo, son los libros “más personales”, de Ramos Mejía y puede decirse de los demás, que constituyen escritos preparativos o de agregación[40] de sendos trabajos.

En relación a la última y más voluminosa obra del autor, advierte una evolución del médico de 1875 hacia su consagración como historiador en 1907; y va más allá en su estudio diciendo que “Las ideas de los libros europeos habían cedido buena parte de su sitio a las intuiciones de la experiencia local” [41].

Lo ubica en un grupo político por vínculo de amistad y con relación al círculo de gobierno, inscripción que le endilga su matiz político no elegido por el médico. Plantea que su amistad con de Carlos Pellegrini (1846-1906), Roque Sáenz Peña (1851-1914), Miguel Cané (1851-1905) y Lucio López (1848-1894), le transmiten la afección de la política: “Aunque los cuatro eran hombres de club, de viajes y de galanteos –tres especies de las que Ramos Mejía no gustaba- era difícil vivir en la intimidad calurosa de esos cuatro abogados, frenéticos de la acción política, sin que nuestro médico se contagiara del mal argentino”[42].

Aun compelido a participar de la arena política por su grupo de pares, según Rojas, este punto no va a volver a ser identificado como un rasgo fundante en la vida del médico. Va más allá de la sentencia anterior explicando que la facultad lo habría deformado algo al pensador; la política aquí es identificada como un mal que sufren, según el historiador, casi todos “nuestros escritores”.

Le atribuye a él las cualidades de un buen escritor y le imputa sus defectos a la rústica cultura de su entorno. Su visión continúa la de Ingenieros cuando señala que entró forzado en la administración pública y la política; enumerando sus puestos en el gobierno como vicepresidente de la Comisión Municipal de Buenos Aires (1882) hasta la Presidencia del Consejo de Educación (1908-1912).

En cuanto a su formación como escritor, había leído a los escritores del Siglo de Oro español, (de la obra de Francisco Quevedo toma su seudónimo) y sus maestros de la “prosa histórica”, son H. Taine (1828-1893), E. Renan (1823-1892) y Victor Paul de Saint (1827-1881), a quienes cita en forma efusiva. Su estilo narrativo, se ubica según Rojas, entre V. López (1815-1903) y T. Carlyle (1795-1891).

En cuanto a la ideología de Ramos Mejía, lo inscribe en el determinismo y transformismo imperantes, subrayando la influencia de Sarmiento y López en el aspecto sociológico. En cuanto al ensayo, afirma que no es un reflejo de la obra de Le Bon, revindicando la traducción de las tesis europeas en los problemas locales.

El médico historiador

Rómulo Carbia[43], en su estudio crítico de historia, incluye a José María Ramos Mejía en el entramado genealógico de la historiografía argentina y le reconoce un lugar como historiador absoluto. Será parte de un selecto grupo denominado ensayistas tales como: Sarmiento, Alberdi, González y Rojas.

A través de una conceptualización particular, donde el autor construye la propia genealogía donde se incorpora, Carbia define el ensayo como “todo trabajo historiográfico donde el autor trata de organizar los elementos eruditos en el sentido de una demostración particularizada o en el de una exhibición integral de cualquier determinado suceso pretérito”[44]. Bajo esta perspectiva, Las multitudes ahora serán leídas en el corpus de la producción historiográfica argentina, como un ensayo histórico.

En su recorrido afina más la categorización y formula una distinción entre los sociólogos en el que combina entre otros a Sarmiento, Alberdi; y a su hermano Francisco Ramos Mejía; los cientificistas[45] donde se agrupan los ensayos psiquiátricos y psicológicos del pasado; donde además del médico se encuentran Lucas Ayarragaray (1861-1944) y Carlos O. Bunge (1875-1918).

Surgidos de la influencia de la psicología francesa y del empleo de las teorías psicológicas a la comprensión de los fenómenos colectivos; distingue a su vez, una nueva sección del grupo, incluyendo allí a quienes explican desde el criterio médico por un lado y quienes lo interpretan desde una perspectiva psicológica, por otro. En el primero de los términos incluye a Ramos Mejía; dice refiriendo a este: “El primero de los nombrados fue el que introdujo en nuestra historiografía el ensayo cientificista[46].

Recorre la obra de Ramos y explica que fue escrito bajo la influencia de Le Bon. En su categorización delimita dos corrientes vertebrales de la historiografía argentina, señala que existieron historiadores con tendencias filosóficas y ensayistas de la “filosofía de la historia”. Cuando presenta a los hermanos Ramos Mejía, en continuidad con Sarmiento cita al pie acerca de José María:

Las multitudes argentinas. Estudio de psicología colectiva. Trabajado bajo la influencia de Le Bon, este libro inicia, dentro de la corriente sociológica, el matiz psicológico que luego habría de producir tanto desbarrancamiento lamentable. Ramos Mejía tomó hechos aislados, filosofó sobre lo desconocido, entremezclando sucesos del Perú con los del Río de la Plata, como si todo fuera idéntico, y sentó conclusiones tan estupendas como desprovistas de base. Su libro como todos los de su escuela, nació de ese afán de entretener los ocios con asuntos históricos, que caracterizó a todos nuestros polígrafos y que, todavía, alcanza a alguno de los que han quedado rezagados[47].

Es interesante advertir que no es clara la tipología desarrollada por Carbia, ya que no es precisa la jerarquización de los ensayistas, a veces deriva a los cientificistas de los sociólogos y en otros momentos los presenta como un subgrupo de aquellos. Dice particularmente del ensayo, siguiendo a Ingenieros es la “introducción a la obra Rosas y su tiempo, que declara es la coronación del proceso intelectual de Ramos”[48]. Cita y opone su visión a la de Rojas en cuanto a la erudición del médico.

A partir de allí se suceden lecturas de Las multitudes que recuperan en su mayoría aquella primigenia realizada por sus discípulos, especialmente la percepción de Ingenieros que la caracteriza como obra sociológica y científica.

Algunas consideraciones finales

Los avances en la investigación y el análisis de Las multitudes ponen de relieve que el recorrido realizado en el presente escrito es plausible de ser ampliado y profundizado a partir de la hipótesis planteada.

Así y a partir de esta indagación fue posible ver elementos centrales en torno a la construcción del patriotismo al servicio de la disputa política, encarnados en un político. Estas evidencias halladas en la silueta de José María Ramos Mejía y en las recuperaciones de su obra, constituyen un aporte para la caracterización de una élite dirigente y que discute con el relato histórico de una aristocracia pacificada y homogénea.

Si bien y como se ha señalado muchos autores continuaron revindicando el trabajo de Ramos Mejía; puede advertirse el mecanismo de la operación al servicio de la construcción del patriotismo y la apelación al mismo para configurar los aspectos fundacionales en el caso de la literatura y la historia.

El trabajo de investigación continúa y las evidencias fortalecen la hipótesis de la arquitectura de un patriotismo que se caracteriza por la suscripción de un grupo selecto a la aristocracia neocolonial. De aquellos que intentan fundar legitimidad según un abolengo que le inocula la capacidad de establecer los límites de lo que se constituye o no el “ser nacional”. Las definiciones de esta filiación al patriciado, serán parte de la profundización en el abordaje de sus componentes y manifestaciones expresas. Se señalan algunos aspectos que se pretenden subrayar en este espacio de generalizaciones prudentes y recuperar de este modo, los hallazgos que fortalecen la hipótesis.

La silueta delineada a través de publicaciones propias y de reivindicaciones in memóriam formuladas por sus discípulos, revelan la evidencia de un pasado que se remonta a la metrópoli y si se quiere un abolengo patricio fundado en la participación política desde fines del XVIII hacia el presente histórico de Ramos Mejía.

La genealogía política, de Ramos Mejía es central en el alegato que expresa la justificación de un espacio que le corresponde en el gobierno y en ese escenario, además ofrece una pista intelectiva en términos del temor de perderlo. Entonces es clara la necesidad de protegerse del definido por la potente categoría que diseña, el burgués aureus que lo intimida y acecha, en la escena finisecular posterior al aluvión inmigratorio.

Tanto Ramos Mejía, como aquellos que recuperaron sus escritos ofrecieron evidencias de su abolengo y son de algún modo estrategias de construcción de autoridad para la instauración del discurso en disputa al interior del círculo dirigente del país. Abuelo, padre, hermano y linaje de antepasados Mexía, se citan en las páginas de sus escritos en franca vinculación con su participación política y en pos de la edificación de la nación en su evolución desde las más germinales reminiscencias históricas. Así desde los grandes hombres y en una inédita para la región, ruptura con Carlyle u otros como Sarmiento, impone la categoría se la multitud como sujeto político responsable de la historia.

Este doble postulado en principio no abandona del todo el legado sarmientino para establecer algún tipo de paternidad a las diversas acciones instauradoras de nacionalidad y por otro la apelación a la multitud o masa de Le Bon le permite en el ensayo cuyo título configura ya un protagonismo que se sostiene na lo largo de la obra, es un entramado de legitimación política que explica su presente y es a la vez plausible de ser indagado en el pasado.

El estudio, además, proporciona a través de la recepción de muchos a lo largo del tiempo y hasta la actualidad, la relevancia de volver a estos escritos finiseculares y ver su impronta a lo largo de los ciclos históricos.

Por último y a modo de condensación, se plantean nuevas hipótesis que ponen en cuestión las formas del relato histórico desde la perspectiva del gobierno, tal que refleja a su vez, la necesidad de un historiador o de un literato para producir desde, en y para el Estado, que intentan y logran un lugar para sus publicaciones como los materiales que se emplearán además en las escuelas para la transmisión de ese patriotismo al que adhieren.

Agradecimientos

El presente capítulo forma parte de la tesis: Ramos Mejía y las Multitudes Argentinas. Una intervención política en Buenos Aires, hacia fines del siglo XIX,Tesis de Maestría en Metodología de la Investigación Científica, Universidad Nacional de Lanús,2019.

Notas

[1] En adelante para hacer referencia al ensayo, se toma como nombre de la obra simplemente, Las multitudes con mayúscula, para diferenciarla de las multitudes como sustantivo común que remite a las masas.
[2] Christoper Charle, Los intelectuales en el siglo XIX (Buenos Aires: Siglo XXI, 2000), 7.
[3] Charles S. Pierce en 1877 describirá a la ciencia es un sistema de creencias más.
[4] José María Ramos Mejía, Rosas y su Tiempo (vol. III, Buenos Aires: La Cultura Argentina, (Primera edición: 1907) 1952), 321.
[5] El término “silueta” hace referencia a la denomincación que el propio Ramos Mejia empleaba para los escritos biográficos que realizaba en su juventud sobre figuras de la política contemporánea.
[6] Ricardo Rojas, Historia de la Literatura Argentina (Buenos Aires: Losada, 1948), 70
[7] Los datos biográficos se desprenden de la biografía de Hebe Clementi y se suman a ella los aportes de las publicaciones del médico y los documentos escritos por sus contemporáneos.
[8] Scipio Sighele (1868 – 1913), es un abogado y periodista, reconocido por sus obras traducidas al francés, El matón de la multitud (1891); El delito político (1891); La pareja la delincuencia sectaria (1897)
[9] Carlos Newland, “El efecto crowding-out en educación: El caso de Buenos Aires en el siglo XIX, Revista de Instituciones, Ideas y Mercados, N° 46 (mayo 2007), 151-170.
[10] La Tribuna (27 de enero de 1859).
[11] La Universidad de Buenos Aires se nacionalizará en 1881, y la Ley universitaria es de 1885.
[12] En el libro A Martillo Limpio hay un facsímil del semanario, donde aparecen los nombres de sus participantes en la página 19.
[13] Amancio Alcorta, hijo del homónimo, es en ese momento Ministro de Gobierno de Buenos Aires.
[14] Para ampliar, ver: Laura Guic, “Los antecedentes de la Reforma del ’18. José María Ramos Mejía, un exponente de la transformación universitaria, 2018”, en: XXVII Jornadas de Historia del Derecho Argentino, celebradas en Córdoba, por el Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho (2018).
[15] Guic, “Los antecedentes de la Reforma…”
[16] Vaya el agradecimiento a la Lic. Paula Bertini de la biblioteca de Salta, quien enviara los valiosísimos documentos escaneados.
[17] La revista de la Academia de Medicina, publica, periódicamente, biografías y estudios acerca de este reconocido médico argentino.
[18] José María Ramos Mejía, A martillo limpio. Siluetas y figuras repujadas (Buenos Aires: Talleres gráficos Buenos Aires, 1959), 22.
[19] Paul Groussac, “Prólogo”, en: José María Ramos Mejía, La locura en la historia (Buenos Aires: Editorial: L. J. Rosso, 1895), V.
[20] Es preciso no confundir con la fundación de la Liga Patriótica de 1919.
[21] Conf. Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina: diez lecciones iniciales, 1810-1980 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010).
[22] José María Ramos Mejía, Los Simuladores del Talento (Buenos Aires: Félix Lajoaune Editores, 1904), 274.
[23] “Fue mi pena más honda la de encontrarme ausente del país durante su última enfermedad; en Suiza, con su otro discípulo Francisco de Veyga, no pasamos un día sin comentar con inquietud las noticias que de él nos llegaban. (…) En Montevideo el profesor Rodolfo Rivarola me dio la noticia de su fallecimiento, ocurrido pocas semanas antes, el 19 de junio de 1914. Un nudo me apretó la garganta y no pude contener algunas lágrimas. Son las más angustiosas que he llorado en mi vida”. José Ingenieros, Obras Completas (tomo VII, Buenos Aires: Ediciones, Mar Océano, 1961), 439.
[24] Ingenieros, Obras Completas…, tomo VII, 433.
[25] El artículo “Crítica sociológica, Las multitudes argentinas” fue publicado en la Revista de Derecho, Historia y Letras, en Buenos Aires (1899).
[26] Ingenieros, Obras Completas…, tomo VII, 449.
[27] Las solapas de la obra A martillo limpio de J. M. Ramos Mejía, poseen una síntesis biográfica que muestra la admiración de Francysco de Veyga.
[28] Francysco de Veyga, Estudio sobre la última obra del Dr. Ramos Mejía por el Dr. Francisco de Veyga. Extraído del “Mercurio de América” (Buenos Aires: Imprenta Europea de M. A. Rosas, 1899).
[29] de Veyga, Estudio sobre…, p. 4.
[30] de Veyga, Estudio sobre…, 4.
[31] de Veyga, Estudio sobre…, 5
[32] de Veyga, Estudio sobre…, 6
[33] de Veyga, Estudio sobre…, 7.
[34] de Veyga, Estudio sobre…, 11.
[35] de Veyga, Estudio sobre…, 14.
[36] de Veyga, Estudio sobre…, 19.
[37 de Veyga, Estudio sobre…, 23.
[38] Dice Ingenieros, “Por razones de cronología conviene recordar, como señalé entonces, que Las multitudes argentinas fue la primera obra propiamente sociológica publicada en la Argentina, aunque ya Echeverría, Alberdi y Sarmiento hubiesen sido los precursores de esa disciplina, planteando o tratando problemas históricos que, por su generalidad, tenían un sentido propiamente científico o filosófico”. Ingenieros, Obras Completas…, tomo VII, 438.
[39] Ricardo Rojas, Historia de la Literatura Argentina (Buenos Aires: editorial Kraf, 1948), 75.
[40] Rojas completa su hipótesis sosteniendo: “Hasta se podría señalar en el resto de su obra los fragmentos que bocetan o amplían el tema y la doctrina.” En ambos el biólogo y el neurópata se hallan al servicio del historiador; el sabio cede su prioridad al artista; (…)”. Rojas, Historia de la Literatura…, 72.
[41] Rojas, Historia de la Literatura…, 75.
[42] Rojas, Historia de la Literatura…, 75.
[43] Rómulo Carbia, Historia crítica de la historiografía argentina (desde sus orígenes en el siglo XVI) (La Plata: Universidad de La Plata, 1937).
[44] Ibidem, 245.
[45] La clasificación de los ensayistas que formula Carbia se completa con los genéticos donde inscribe entre otros a Juan Agustín García y a Ernesto Quesada; y por último a los ensayistas menores.
[46] Ibidem, 264.
[47] Ibidem, 150.
[48] Ibidem, 267.
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