Héctor Mandrioni (1920-2010) y nuestra Facultad
Resumo
En la madrugada del pasado 2 de febrero, faltando diez días para su 90° cumpleaños, Monseñor Héctor Mandrioni entregó su alma al Señor de quien había recibido, junto a excepcionales talentos espirituales, el llamado a la fe y al sacerdocio. Su fidelidad a aquel múltiple llamado se encontró con el nunc dimittis del anciano Simeón (cf. Lc 2,29).
La entrega de su vida, la profundidad de su pensar y la belleza de su verbo, expresados en su docencia oral y escrita, se habían gestado en el retiro y el silencio meditativo que caracterizaron una existencia vivida, en su mayor parte, en el ámbito de la Capellanía de las Hermanas de San José.1 Allí lo conocí, hace ya sesenta años, en búsqueda de una mejor formación filosófica. Desde entonces trabé con él una estrecha relación de amistad, no interrumpida por los distintos caminos que siguieron nuestros pensamientos. Desde este vínculo cordial quiero destacar
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