La unidad de la Iglesia frente al progresismo y al tradicionalismo
Resumen
“Por la Eucaristía se da el complemento de la vida espiritual; y por eso se debe dar a aquellos que son capaces de la perfección segunda, que es por la devoción actual… Hay que entenderlo en cuanto a la res del sacramento, que es la Unidad de la Iglesia, fuera de la cual no hay salud ni vida”. Las variaciones de la teología progresista no tienden por sí mismas a resolverse en la ortodoxia; y esta no puede substancialmente imponerse en el conjunto de la Iglesia sin una labor magisterial a todos los niveles que atienda a la configuración de la sociedad moderna, en la cual no basta que los gobernantes y el pueblo simple conozcan la verdad, sino que se requiere hoy la ardua iluminación teológica, filosófica, espiritual de las clases dirigentes, de los universitarios y sus instituciones, de la cultura y sus principales artífices. No puede reducirse la fe a cultura, y consiguientemente a “culto” o liturgia, pretensión más o menos explícita sea de progresistas como de (neo) tradicionalistas —en sentido inverso recíprocamente—, sobre todo en la versión más reciente del tradicionalismo. Pero “la religión no es virtud teologal, cuyo objeto es el último fin, sino que es virtud moral, a la que corresponde lo que es para el fin (ea quae sunt ad finem)”. Los tomistas estamos llamados a dar una contribución fundamental para el bien de la Iglesia y la recomposición de la Unidad católica. Muy especialmente es necesaria la fidelidad al método propio de la teología tomista, con su armónica referencia a las Escrituras, la Tradición, el Magisterio y la ley natural. Esta fidelidad es especialmente crítica en la recepción del magisterio reciente de la Iglesia.
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Derechos de autor 2025 Ignacio Andereggen

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